La fiesta de celebración por la consecución del título mundial en el GP de Japón arrancó con el grito de liberación que soltó Marc al cruzar la meta tras las 24 vueltas de la carrera.
Soltaba la presión de tanto sufrimiento, tantos sacrificios, tantos temores, regresos, caídas, vueltas a comenzar… Nada más ver la bandera de cuadros le esperaba una pantalla gigante en la que se proyectó un vídeo que repasaba sus momentos desde el 2020, la fatídica caída de Jerez, las operaciones, los regresos. Marc se mesaba el pelo y lloraba desconsolado. Se le abrazaban su amigo y asistente José Luis Martínez y su mecánico Javi Ortiz.
A continuación, en la pista misma se había montado un set de celebración. Marc se enfundó un peto rojo con el número uno y la inscripción “More than a number” (más que un número) y se puso un casco completamente rojo, mientas seguía llorando de emoción y paseaba la bandera española en la vuelta de honor, de regreso al pit-lane.
Al llegar al prepodio siguió la fiesta. Le recibía su familia y su equipo rojo. Se abrazaba a su padre, Julià, y besaba a su novia, Gemma Pinto, se fundía en apretones y abrazos con sus mecánicos, sus jefes, Gigi Dall’Igna y Davide Tardozzi, el mandamás Claudio Domenicali, y luego le esperaba en un escenario el CEO de Dorna Sports, Carmelo Ezpeleta, que lo abrazaba fraternalmente. “Te sigo”, le decía Marc al colocar la pieza número 77 en la Torre de los Campeones, el mítico trofeo al que se abrazaba amorosamente entre la serpentina y papelitos voladores. Luego vendría la foto de familia y se abrazaba emotivamente a su fisioterapeuta, Carlos J. García.
También recibía la felicitación y abrazos emotivos de Santi Hernández, su antiguo jefe de mecánicos en Honda, y de Alberto Puig, que fue su jefe en la escudería del ala dorada.
En sus primeras palabras como campeón, en el micrófono de MotoGP, en directo en el circuito, Marc se confesaba: “No es imposible. No quiero recordar lo que he pasado. Solo quiero disfrutar el momento. Ha resultado difícil. Ahora siento paz en mí. Cometí un gran error en mi carrera, por regresar demasiado pronto, pero luché, luché y luché, y he vuelto. Me siento en paz”.
Y luego la fiesta desenfrenada
Marc soltó la presión en la celebración con su equipo en el garaje
Después de atender a los medios de comunicación, Marc se dirigió hacia el box de su equipo Ducati y allí se desató la locura, con baño de cava y prosecco, con gritos, cánticos, abrazos y los pasos prohibidos, los bailoteos, al ritmo de lo más variado, desde el rock duro de Offspring, el reguetón de Daddy Yankee y su Dame más gasolina, el Danza Kuduro de Don Omar o el ya clásico de las celebraciones, el Freed from desire de Gala.
“Por fin me estoy relajando”, explicaba al micrófono de Dazn.
