Siempre he sido un gran amante de las estadísticas como elemento de referencia, tanto para valorar lo que ha sucedido en un terreno de juego como para entender el porqué de lo que ha ocurrido. Es cierto que también pueden engañar si no se sabe cuáles son los conceptos que hay que valorar y dónde transcurre este cúmulo de valores registrados. Por ejemplo, un dato que se ha puesto de moda desde hace mucho tiempo y que es de lo más engañoso es el de la posesión de la pelota. Porque, normalmente, este valor solo es significativo cuando uno de los equipos llega al 68 o 70 por ciento. En porcentajes más reducidos no tiene repercusión significativa sobre el resultado, a no ser que lo contabilicemos en zonas más altas y avanzadas del terreno de juego.
El partido de ayer es un claro ejemplo de qué datos son los que te aportan una lectura más significativa de lo que ha sucedido y por qué un entrenador que aspire a ganar un encuentro lo que quiere es que su equipo genere exactamente esas estadísticas. El entrenador sabe que si consigue esos valores es muy probable que gane el partido, simplemente porque la relación es automática: consigues el dato y la historia cae de tu lado.
A la hora de ganar los balones divididos, el Chelsea le dio un baño al Barça
En el fútbol existen etapas en las cuales dos valores claves para el juego –una es la capacidad técnica (capacidad de combinar) y la otra, la capacidad física (intensidad en el juego)– van imponiéndose uno a otro. Si hace dos o tres años era la posesión el concepto que se imponía, desde luego sin desmerecer la intensidad, ahora sucede lo contrario. La intensidad, aún siendo los jugadores muy capaces en la gestión técnica, hoy en día es lo más importante. Y, por lo tanto, la estadística para valorar quién puede imponerse es otra. Es la del número de veces que un equipo es capaz de ganar los balones divididos. Y ayer, lamentablemente para el Barcelona, el Chelsea le dio un baño en este aspecto. Todavía no he podido acceder a ese dato, pero con los ojos cerrados estoy seguro que el diferencial fue importante.
La única manera de intentar compensar si tu equipo no puede imponerse físicamente al rival, es buscar una alternativa que minimice el número de veces que se generan los balones divididos. Y solo hay dos opciones. La primera, y muy rudimentaria, es que el balón no esté nunca en el terreno de juego, o que los minutos de juego efectivo sean mínimos, pero eso no es aceptable bajo el aspecto del espectáculo. La opción que tenía el Barcelona, y que solo supo hacerlo unos minutos en la primera mitad, era tener la posesión del balón.