Como un paraguas gigantesco, Xavi Pascual está a punto de abrirse para intentar proteger al Palau y, especialmente al palco, elegido como mejor antídoto para intentar revertir la delicada situación que atraviesa el Barça, que ya ha perdido más partidos (8) de los que ha ganado (7) en lo que va de temporada. Un auténtico desastre deportivo que derivó en el despido de Joan Peñarroya, destituido de manera fulminante el domingo después de perder de mala manera ante el Bàsquet Girona con una actuación más que dudosa de algunos jugadores. Para sustituirle el club está ultimando la contratación del técnico de Gavà, buen conocedor de la casa, que evoca un pasado de éxitos,
La alargada sombra de Pascual, último técnico capaz de brindar una Euroliga al Barça (2010), no cabe olvidarlo, lleva sobrevolando el Palau desde prácticamente su marcha, en 2016, tras más de una década en el banquillo –primero como asistente de Ivanovic y sus últimos ocho años como primer entrenador–, en la que el Barça ganó mucho (4 Ligas ACB y 3 Copas del Rey al margen del segundo título continental de la historia de la sección) y compitió casi siempre.
Cuatro Ligas, tres Copas y, sobre todo, la Euroliga de 2010 evocan un pasado exitoso ante su llegada
La opción del regreso del técnico catalán ha estado varias veces sobre la mesa de los responsables de la zona noble del Palau, pero en ninguna de esas ocasiones se pudo cerrar el fichaje, unas veces porque no se llegó a un acuerdo económico y en la más reciente, la guerra de Ucrania impidió que el Zenit de San Petersburgo dejara salir al técnico. Pero ahora, desde que se detectaron los primeros problemas en el equipo a inicios de temporada, Pascual se había convertido en la primera (y única) opción si era necesario un brusco golpe de timón, como así ha sido. Navarro y su inseparable mano derecha, Mario Bruno Fernández, manejaban su nombre desde hace tiempo.
Las negociaciones avanzan por buen camino, ambas partes quieren lo mismo, pero hay que pulir detalles porque Pascual tiene las ideas muy claras y quiere que el club las comparta.
Pascual es a la vez una apuesta firme, su currículum le avala, y emotiva, el Palau bendice su retorno
Este lunes las oficinas del Palau sacaban humo, con varias reuniones entre los responsables de la sección y el agente del técnico, pendientes también de una conversación definitiva directamente con Pascual. Se intentaba sacar el trigo limpio lo antes posible porque el tiempo apremia. Está decidido que Óscar Orellana, con más de 22 años de experiencia en el club, y ayudante de los últimos inquilinos del banquillo azulgrana, dirija al equipo el miércoles ante el Bayern en Múnich pero la intención es que el nuevo técnico ya coja las riendas el viernes, cuando la Virtus debe visitar el Palau.
Las conversaciones tienen dos vías principales abiertas. El caché de Pascual es bastante elevado, pero en este punto el Barça, a pesar de estar sumido en una situación económica de lo más delicada, con muchas limitaciones, es optimista y le ha ofrecido un salario que subirá significativamente el año que viene, cuando el margen de maniobra crecerá al liberarse varios contratos millonarios de la plantilla actual.
Pero Pascual también quiere mimbres para no pegársela y ha pedido algunos retoques en la plantilla. Después de muchos años lejos de casa, aspira a regresar y mantener su línea exitosa de trabajo que le ha acompañado en el Panathinaikos y el Zenit de San Petersburgo, sus dos paradas en este tiempo alejado del Palau. Quiere construir de nuevo un proyecto ganador y para lograrlo solicita refuerzos, una opción que el club ve con buenos ojos y que ya se manejaba si hubiese seguido Peñarroya.
El aterrizaje de Pascual, que no debe tardar en concretarse, también puede suponer un importante cambio de roles en el actual vestuario azulgrana. Los métodos del de Gavà tienen poco que ver con los de Peñarroya, cuyo estilo de juego da mucha libertad a sus jugadores, mucho más encorsetados en la pizarra de Pascual, metodología que recuerda un poco a la de Jasikevicius, por ejemplo. Ante este cambio de estilo, con un eminente mayor hincapié en la defensa, habrá que ver la manera en que se adaptan los jugadores, especialmente los que estaban más cómodos en el vértigo de Peñarroya.
El adiós del egarense no ha sido recibido de la misma manera por los distintos grupos del vestuario. Un sector, el más veterano, con el que más había conectado, ha quedado bastante tocado, mientras como es habitual los norteamericanos, por ejemplo, se lo han tomado con más indiferencia. La llegada de Pascual, eso sí, los tiene en alerta a todos


