Ser sprinter es una profesión de riesgo. Lo saben todos los que se dedican a ello. Saben que deben convivir con las caídas pero a nadie le gusta irse al suelo y acabar abandonando por un accidente en un sprint intermedio. Le sucedió a Jasper Philipsen en el pasado Tour camino de Dunkerque, en la tercera etapa. El belga había ganado la primera, en Lille, y era el favorito ese día hasta que una maniobra de Coquard y Rex acabó con él en el asfalto con el hombro lesionado. Pero los sprints, ese arte que no todos los aficionados disfrutan, se llevan en la sangre y 47 días después, Philipsen (Alpecin) volvió a sonreír.
Se llevó con rotundidad la primera etapa de la Vuelta a España, en Novara, y se convirtió en el primer maillot rojo. “Ganar siempre es bonito”, declaraba en la meta. No es una prueba con grandes oportunidades para los velocistas pero él tiene clara su misión. “Después de la caída del Tour me dolió quedarme fuera tan pronto. Pero el maillot verde de la Vuelta es otro gran objetivo”, destaca.
Triplete del Alpecin
En el 2025, el equipo ha impuesto su ley en llegadas masivas del Giro (1), del Tour (3) y ahora de la ronda española
La Vuelta es una carrera divertida, a la que le gusta arriesgar y que siempre busca sorprender. Desde el primer día, con una salida impactante. Por eso normalmente piensa unos inicios con chispa, con contrarrelojes que dejen boquiabiertos. Este año es solo la tercera vez en el siglo XXI que optó por una etapa en línea. Con solo un puerto y de tercera, el sprint era casi una obligación. Nadie lo pudo evitar. “Alpecin tiene el equipo diseñado para esto”, se rendía Carlos Verona, compañero de Pedersen en el Lidl. No le falta razón. En este 2025, ganaron una volata en el Giro con Groves, tres llegadas masivas en el Tour (el propio Philipsen, Van der Poel y Groves) y ahora la primera de la ronda española.
Pero la carrera no estuvo exenta de sus nervios y emociones. Incluso fuera de la carretera. Mikel Landa lanzaba un mensaje casi desesperado por las redes para intentar recuperar su maleta, perdida en el vuelo hacia Turín. A pocas horas de tomar la salida en la Vuelta desde la capital del Piamonte, apareció la valija y el ciclista vasco la abrazaba como al osito que dan en el podio del Tour. No tuvo suerte en el Giro, donde se cayó en la primera etapa y se tuvo que volver a casa, camino de Tirana. Y ahora casi arranca sin sus pertenencias.
Peor le fue a otro veterano que tenía cosas importantes que decir, el italiano Damiano Caruso, quinto en el último Giro y ganador hace nada de la cuarta etapa de la Vuelta a Burgos, que estuvo en la presentación del jueves pero no estuvo en la primera etapa este sábado. ¿Misterio? Ver para creer. Casi de 38 años, el ciclista italiano sufrió un accidente doméstico en el hotel del equipo ese jueves por la noche. Se resbaló en el baño con un charco de agua y en el momento de caer se fracturó una mano, por lo que el Bahréin tuvo que sustituirle de su alineación. Un percance un punto cómico que recordó el de Cañizares en los momentos previos al Mundial de fútbol del 2002.
Eso sí, en la etapa hubo menos historia. El sprint estaba cantado desde que a falta de 38 km se atrapó al joven Hugo de la Calle, el aventurero del Burgos. El Alpecin y Philipsen no suelen desaprovechar sus oportunidades.