En Vallecas, la dejadez afecta a las instalaciones y hasta al monitor del VAR

Contracrónica Rayo - Barça

Como el árbitro no pudo revisar la entrada a Lamine Yamal, prevaleció su opinión y decretó penalti

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Acción en la que Chavarría desequilibra a Lamine Yamal en el área

Dani Duch

Aún hay una cosa peor que no saber cuándo volverás a jugar en tu estadio por no haber cumplido los plazos que se habían anunciado a bombo y platillo. Es tener una casa y, en vez de cuidarla para convertirla en un fortín, la descuides hasta el abandono. Lo primero le pasa al Barça. La segunda es la situación que vive el Rayo. Lo sufren sus aficionados, pero también los jugadores... visitantes y locales.

Los vallecanos, con Iñigo Pérez y antes con Iraola, tienen futbolistas con calidad y quieren jugar, con Isi a la cabeza. Hacerlo sobre ese césped, que se levanta, que está lleno de boquetes y con zonas con clapas, es de nota. El equipo tiene que entrenarse a diario ahí porque el de la ciudad deportiva es impracticable.

Como el árbitro no pudo revisar la entrada a Lamine Yamal, prevaleció su opinión y decretó penalti

Pero el colmo de la dejadez es que los aseos de mujeres no dispongan de puertas. Como lo leen. “Decimos basta a la mierda en los accesos, a las cagadas de paloma de los asientos y a los focos colgando que hay en los pasillos”, se quejaron los Bukaneros, la grada de animación local, que ayer hizo huelga y que únicamente se dedicaron, con un megáfono, a enumerar los pecados de su directiva.

“Somos humildes, sí, pero no queremos ser cutres”, resumían en sus protestas. Porque el Barcelona se presentó en la calle Payaso Fofó en mitad de un cruce de declaraciones, denuncias, reproches y descalificaciones de la afición del Rayo con su presidente, Martín Presa, y viceversa.

Todo ese conflicto se visualizó más que nunca cuando ni siquiera funcionó el VAR. Insólito. Busquets Ferrer, el colegiado, tuvo que arbitrar toda la primera parte sin la ayuda del vídeo. A la antigua usanza, sin red, a pelo.

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El partido arrancó con un poco de retraso, pero no se pudo solucionar la avería. Al monitor de la banda no le llegaban las imágenes que le proporcionaban desde la sala VOR, en Las Rozas. Así que el trencilla explicó a los capitanes y a los entrenadores en las condiciones en las que se iba a jugar.

Y pasó lo peor que podía pasar. Busquets Ferrer vio penalti en una entrada de Chavarría sobre Lamine Yamal. El defensa fue muy fuerte y se llevó el balón, pero con su rodilla izquierda golpeó al muslo izquierdo de Lamine Yamal, que tenía la pierna apoyada. Una acción controvertida, pero no hubo dónde revisarla, así que predominó la primera impresión: penalti y gol.

Quizás con repeticiones, la decisión hubiera sido otra, se habría desdicho. Por lo que explicó Isi. “El árbitro es un persona y se puede equivocar. He hablado con él en el descanso y ha asumido el error. Eso le honra. Pero te da rabia”, confesó el capitán del Rayo.

Vallecas siempre fue un feudo peculiar y especial, con ese encanto de fútbol de barrio que se enfrenta a los clubs más glamurosos, que los mira de tú a tú, que ni se deja mangonear ni pisotear. Nunca fue un desplazamiento fácil. Martino comprobó allí la idiosincrasia del Barça cuando el equipo de Jémez tuvo más posesión. Y una derrota allí le costó el puesto a Koeman. El año pasado Flick remontó con gol de Olmo pero perdió a Marc Bernal. Y esta vez, pese adelantarse, sumó un punto y gracias, gracias a Joan Garcia.

Por cierto, el VAR en la segunda parte ya sí que funcionó. Vaya lío.

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