Que marque el inglés

La prórroga

Que marque el inglés
Senior Editor

Despreciados el barro y los charcos del fútbol de élite, nos queda el Newcastle y la conmovedora celebración de un fuera de banda a favor como viñeta de otros tiempos. El equipo inglés, que, oh sorpresa, juega todavía con un puñado de jugadores ingleses y hasta su entrenador lo es, no ha querido dejarse llevar por influencias extranjeras (propietarios saudíes al margen) y practica un juego que de tan anglosajón parece parte de un anexo del Brexit. El encanto de su fútbol, si no eres ellos, es de todas maneras pasajero; a la media hora del partido va perdiendo la gracia y se agradece no tener que soportar este tipo de fútbol en casa. Desde estas líneas, sin embargo, celebramos los sabotajes en contra de cualquier forma de homogeneización. Los contrastes sirven para valorar más lo que se tiene, y qué aburrida sería la vida y el deporte sin variedad de gustos y paladares.

El Barça de Flick sufrió un buen rato el primitivismo efectivo de los urracas, cuyo despliegue sobre el campo se hace incómodo como un graznido. Repasemos lo que dice la ciencia (léase Google) al respecto: “La urraca es un ave ruidosa y gárrula, que lanza diferentes sonidos roncos y ásperos, aunque el más frecuente es un penetrante chac-chac-chac, muy habitual cuando se muestra alarmada o disputa algún alimento con otros ejemplares”. Al Barça se le atragantó el chac-chac-chac y apenas supo encontrar comida aprovechable en toda la primera parte. El partido fue hasta la pausa más inglés que europeo, así que los azulgrana no se encontraron. La mayoría del tiempo la pelota no tenía dueño y los ataques posicionales azulgrana, pocos, resultaban indoloros. La grada, británica como pocas, celebraba las idas y venidas, los balones divididos ganados y no digamos ya un chut a puerta. El Barça, rarísimo con Flick, no contabilizó ninguno.

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Rashford celebra uno de sus dos goles ante el Newcastle 

Scott Heppell / Reuters

En el vestuario, en el descanso, alguien debió reparar en que Rashford es precisamente inglés, puede que fuera él mismo, así que nadie como él para contrarrestar el fútbol de sus paisanos. Su primer gol fue un homenaje a los grandes cabeceadores de la islas británicas, pongamos por ejemplo el gran Alan Shearer, que jugó nada menos que diez años en Saint James’ Park, estadio que vibra con ese tipo de jugadas cuando son suyas. Centró Koundé con la izquierda y Rashford cambió la dirección del balón con un giro de cabeza que, si está bien ejecutado, triunfa en el siglo XXI como lo hizo en el XX y el XIX. Hay acciones en el fútbol para las que el tiempo no existe.

Después Rashford, al que hasta ahora estábamos viendo tenso, se soltó con otro gol de los de toda la vida. Consiste en conducir el balón en paralelo a la frontal del área hasta encontrar el hueco y soltar la pierna buena. La del delantero del Barça es la derecha y el balón entró como un obús en la portería.

La atmósfera

Su primer gol fue un homenaje a los grandes cabeceadores de la islas británicas, pongamos por ejemplo el gran Alan Shearer

Los futbolistas ingleses tienen fama de no adaptarse a ligas que no son la suya. Es una fama merecida. En el Barça ha costado 40 años volver a fichar a uno después de Lineker. Y Rashford viene como cedido, como si fuera una medida preventiva. La coletilla estándar del barcelonista puñetero desde que aterrizó es que “a este solo lo recupera Flick”. Ahora solo falta que esos golazos los marque en terreno no inglés, sea en el Johan Cruyff, en Montjuïc o en el Camp Nou.

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