Argentina ya no sabe ganar sin sufrir

Un destello del Messi más clásico y una acción de pícaro de Julián Álvarez acabaron con la resistencia de Australia, un equipo de coraje estimable pero escasa creatividad, teórico 'sparring' idóneo para que Argentina siga ganando confianza mientras no encuentra rivales de entidad. Sufrió sin embargo más de lo previsto la albiceleste, abonada a los nervios como si formaran parte ya de su epidermis. Un tanto afortunado de Goodwin convirtió los últimos minutos en pura taquicardia. El Dibu Martínez, con una parada en el último minuto ante Garang Kuol, salvó a su equipo de una tragedia que no mereció. Avanza de este modo Argentina no impulsada por un gran fútbol sino beneficiada por un recorrido sin púgiles duros de pelar. Arabia Saudí, México, Polonia y Australia no son potencias. Con la primera perdieron y con las demás ha trampeado, si acaso no estuvieron mal ante los polacos, pero sin deslumbrar. Su primer rival de enjundia en Qatar serán los Países Bajos de Van Gaal en cuartos de final. Veremos ahí la respuesta de los compañeros de Messi, porque sobre el 10 no hay dudas, está enchufado. A la hinchada albiceleste no parece preocuparle el juego sino la permanencia en el torneo. El espectáculo lo ponen ellos. Siempre. Australia hizo lo que pudo y más. Está tan lejos de todo que su gente vio el partido a las seis de la mañana. El fútbol no es el deporte nacional, le pasan por delante el fútbol australiano (nada que ver con el convencional), el rugby y el cricket. Nadie esperaba que los 'socceroos', que es como se conoce a la selección, se colaran en los octavos de final del Mundial. Y menos que se las hicieran pasar canutas a Argentina. Sumaron seis puntos ganando a Túnez y Dinamarca, que tiene mucho mérito, pero aún así olían a saco de golpes perfecto para la Argentina ascendente de Messi. Lucharon dignamente por no serlo. Se fueron de Qatar orgullosos, aunque no tanto como predijo su técnico. “Vamos a ganar, por supuesto, dirigí al equipo olímpico en Tokio y ya les vencimos 2-0”, fanfarroneó Graham Arnold en la previa del partido inaugurando una guerra psicológica que no encontró a nadie al otro lado. En aquella Argentina solo estaba Mac Allister. En la de ahora están todos, incluido Messi, un pequeño detalle. Graham Arnold, discípulo de Guus Hiddink, del que fue asistente, trataba en realidad de motivar a sus jugadores, desconocidos todos. Su alineación ante Argentina era un desafío para los periodistas deportivos. Apenas dos juegan en ligas potentes, es decir, Arnold tiene en realidad más mérito que muchos entrenadores consagrados. Fijémonos por ejemplo en Jackson Irvine, un delantero muy alto con pinta de esgrimista romántico del siglo XIX: juega en el S.Pauli, en la segunda división alemana. Se movió bien, combinó acertadamente al primer toque pero sus controles fueron un desastre. Argentina empezó el partido reclamando un penalti por mano. Lo hizo efusivamente Papu Gómez, que fue la única novedad del once de Scaloni en detrimento de Di María, lesionado. Desde ahí el partido fue un monólogo albiceleste con pelota y un ejercicio australiano de atrincheramiento en un 4-4-2. La victoria era cuestión de desgaste, sucede que el dominio era muy ancho y poco vertical, aburridísimo siendo claros. Messi, que se había dedicado administrar fuerzas y a estudiar por donde metería el primero, compareció en el partido para hacerlo. Y lo rompió. El gol, que cayó en el minuto 34, merece un párrafo. Se lo hemos visto marcar decenas de veces pero quizás por eso gana valor. La ejecución fue rapídisima. El 10 arrancó por la derecha y buscó socios, primero Otamendi y después Mac Allister, para irse centrando hasta encontrar el hueco del francotirador. Disparó raso al palo largo para que Ryan no la alcanzara. Scaloni sacó del campo pronto al Papu, que hizo poco, y metió a Lisandro Martínez, que es central. Una sustitución hecha para no arriesgar, dejando solos en punta a Messi y Julián Álvarez. El cansancio se hacía notar en las piernas argentinas y el margen de la victoria era escaso. Pero Julián Álvarez se las ingenió para sentenciar. El delantero del City empezó siendo suplente en los dos primeros partidos pero del once ya no lo va a quitar nadie. Le da otro aire a la delantera. Se lo pusieron fácil esta vez los australianos, calamitosos a la hora de sacar la pelota jugada desde atrás. El portero dudó, Álvarez se la robó y la introdujo en la portería girándose. El partido parecía sentenciado pero ganó en emoción al final por un golpe de suerte australiano. Goodwin chutó desde lejos desviado pero Enzo Fernández, sin querer, reorientó el balón hacia dentro de la portería de Dibu Martínez. El factor sorpresa reaparecía en el Mundial y Behich, lateral zurdo australiano, hizo entonces una jugada más propia de Messi para contar a sus nietos. Lo hará, aunque no acabó en gol. El susto final lo protagonizó Garang Kuol. Después de que Messi y Lautaro lo perdonaran todo, se quedó solo ante el Dibu y este se la paró. La imagen de los defensas argentinos lanzándose al césped para celebrarlo describía el drama vivido. 2 - Argentina: Emiliano Martínez; Nahuel Molina (Ezequiel Palacios, m.80), Nicolás Otamendi, Cristian Romero, Marcos Acuña (Nicolás Tagliafico, m.72); Enzo Fernández, Rodrigo de Paul, Alexis Mac Allister (Gonzalo Montiel, m.80); Papu Gómez (Lisandro Martínez, m.50), Leo Messi y Julián Álvarez (Lautaro Martínez, m.72). 1 - Australia: Matthew Ryan, Milos Degenek (Fran Karacic, m.72), Harry Souttar, Kye Rowles, Aziz Behich; Matthew Leckie (Garang Kuol, m.72), Aaron Mooy, Jackson Irvine, Keanu Baccus (Adjin Hrustic, m.58); Mitchel Duke (Jamie MacLaren, m.72) y Riley Mc Gree (Craig Goodwin, m.58). Goles: 1-0, m.35: Messi; 2-0, m.57: Julián Álvarez; 2-1, m.77: Enzo Fernández, en propia meta. Árbitro: Szymon Marciniak (POL). Mostró tarjeta amarilla a Jackson Irvine y Milos Degenek, de Australia. Incidencias: encuentro de octavos de final del Mundial de Qatar 2022 disputado en el estadio Bin Ali de Al Rahyan ante 45.032 espectadores.