Estaba siendo el mundo al revés en la jaima de Al Bait. Marruecos, el segundo equipo con menos posesión del todo el torneo, tenía a la campeona del mundo encerrada, moviendo el balón de lado a lado. Tan inédito era el panorama, tan acostumbrados a robar y correr estaban, que cuando se miraron al espejo gritaron espantados. El Yamiq midió mal, Griezmann penetró solo en el área y la jugada, tras un rebote a disparo de Mbappé, acabó con el acrobático remate de Theo Hernández a la red de Bono.
Si a Marruecos ya le estaba costando asimilar un escenario tan novedoso de partido, el gol le acabó de aturdir. Intentó disimular Ounahi con un potente disparo lejano al que Lloris reaccionó bien, pero el conjunto africano no se reconocía, era evidente. Todo lo contrario que Francia, a la que tanto le da tener como no tener la pelota, capaz de castigar al rival con un arsenal inacabable. Con goles de un lateral izquierdo y un delantero casi inédito en una semifinal de Mundial.
El poste de Bono repelía con violencia un disparo de Giroud. La grada, más roja que nunca, se frotaba los ojos. Parecía estar despertando del sueño de golpe. También Regragui, al que la recaída de Saïss le dio la excusa perfecta para rectificar y volver a dibujar a su equipo como siempre. Creció Francia y eso hizo mejorar a Marruecos, valga la paradoja, viéndose a partir de entonces el partido que se esperaba.
Regragui se equivocó de inicio y cuando rectificó se topó con un rival que necesita muy poco para ganar
No le alcanzó a Francia con algún amago de carrera supersónica de Mbappé o con un remate de estrategia de Varane para mandar a la lona al rival. Se fueron los marroquíes a vestuarios no solo con más posesión que los bleus, inaudito, sino también con el mismo número de postes, tras la chilena estrambótica de El Yamiq cuando se ahogaba el primer tiempo.
Oxigenaba como podía Regragui su ataque mientras Deschamps caminaba mucho más contemplativo, más seguro de sí mismo. Hamdallah, uno de los más frescos, desperdiciaba la más clara, incapaz de chutar después de hacer lo más difícil. Sumaba sus méritos Marruecos pero tenía enfrente al rival más peligroso del torneo, capaz de darte un sopapo a la mínima que desvías la mirada. Así se trazó la sentencia. Mbappé se sacó un conejo de la chistera y Kolo Muani, en el primer balón trascendente que tocaba en todo el torneo, sellaba el pasaporte a la final a placer.
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