El último fue un punto interminable, demostración de que tumbar a un palista chino es derribar la muralla que recorre el país hegemónico desde el origen del tenis de mesa. Truls Möregårdh, sueco de 23 años, lanzaba golpes ganadores una y otra vez, pero se topaba con la defensa del número uno mundial, Li Shidong, que las devolvía todas con 10-9 en el set definitivo. Hasta que uno de sus golpes defensivos no tocó la mesa. Y se desató la locura. En los locutores, en el pabellón de Mälmoe y, especialmente, en este joven palista que puso una pica en Flandes o que conquistó La Luna.
Möregårdh se convirtió en el primer palista no chino en ganar un Grand Smash (un Grand Slam), algo que rompe con la tradición de un deporte que es una religión en el país asiático. El sueco ya fue plata en los Juegos de París y en el Mundial de 2021. Ni él se cree lo que pasó. “Todo parece completamente irreal. Esto es lo más importante que he ganado. No sé qué demonios pasó esta noche”, dijo en la prensa sueca.
El palista, que empezó a practicar este deporte en la mesa de su casa con seis años y con 14 ya participó en la Liga de Campeones, tiene una particularidad. Su pala es hexagonal, algo que ya maravilló en los Juegos Olímpicos. De la marca Stiga, esta 'Cybershape' sirve para ganar más potencia en los golpes (hasta un 11%) al tener una superficie mayor. Está reglamentada.
No pudo reprimir las lágrimas. Descorchó el cava, bailó por toda la pista ante el apoyo de un público sin el que “no me habría imaginado conseguir esto” y su padre le dijo que le prepararía una fiesta. “El balón del partido no existe. Nunca terminó. Me duele la espalda solo por eso. Hubo muchísimos remates. No falló ni un solo golpe, y luego pareció que falló el más fácil. Entonces solo tuvo que exhalar y entonces brotaron las lágrimas”, comentó el propio jugador, que alcanzó una cima.
