¿Pero cuándo se detendrá Djokovic?

Tenis | Roland Garros

El serbio sigue enfrascado en su enloquecida carrera hacia la historia: supera a Sasha Zverev y accede a la semifinal en París, donde le espera Sinner (4-6, 6-3, 6-2 y 6-4 en 3h17m)

Milagro en París: Loïs Boisson, heroína francesa, a la semifinal

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Novak Djokovic, durante su encuentro ante Sasha Zverev, este miércoles en Roland Garros 

Yoan Valat / EFE

Hace unos días me mensajeó Nemanja Stanojcic. 

Me preguntó:

-¿No vemos en París?

-Nos vemos, Nemanja, nos vemos.

Y ahora que los dos ya estamos por aquí, por París, nos hemos dado un buen abrazo.

Conocí a Nemanja Stanojcic el año pasado, aquí mismo en Roland Garros, mientras contemplábamos un partido de Novak Djokovic. 

El hombre vino y se sentó a mi lado en la tribuna de prensa, y entonces me preguntó por Carlitos Alcaraz y yo le pregunté por Nole, y en el intercambio de banderines nos hicimos amigos.

Stanojcic es serbio, y como tal va por el mundo siguiendo el tenis para Mondo web, uno de los grandes portales de la comunicación en Serbia. Anda detrás de Djokovic, y a mí me viene muy bien porque así mi amigo me cuenta las cosas del serbio, el personaje más universal de entre todos los que ha dado aquel país.

Ahora que ya se han retirado Roger Federer y Rafael Nadal, el mundo del tenis se pregunta cuándo lo hará Djokovic (38), pero nadie sabe nada pues el genio no da bola, no nos lo cuenta, y juega al escondite. 

Ahora cambia de entrenador y contrata a Andy Murray, luego rompe con él y ficha a Dusan Vemic, y aquí no vemos el fin: cuando parece que el hombre ya no puede con su alma, entonces reaparece sólido y firme como en Ginebra, hace una semana y media (allí sumaba su título número 100), o como en estos días en París, y a todos nos deja perplejos.

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Esta misma semana, aquí mismo en París, Djokovic convocó a unos pocos periodistas serbios, a seis o siete, y con ellos pasó un buen rato en una sala de la Philippe Chatrier: Djokovic se sentó en un sillón, los periodistas se acomodaron a su alrededor, y todos conversaron como un grupo de amigos.

Nemanja Stanojcic era uno de los afortunados y, orgulloso, me muestra la foto. Ahí le veo, sentado junto a la leyenda.

-¿Le preguntásteis cuándo piensa retirarse? -le pregunto a Stanojcic.

-Por supuesto...

-¿Y qué os contestó?

-Nos dijo que no piensa retirarse mientras se siga viendo capaz de competir con cualquiera. Y ahora mismo, nos dijo, aún se ve capaz de competir con cualquiera. Así que, hoy por hoy, Djokovic no ve su fin.

-¿No en este 2025?

-En este 2025 no se va. De hecho, está pensando incluso en el Open de Australia del 2027...

(...)

Sobre la tierra de la Philippe Chatrier, expuesto al público parisino, Sasha Zverev puede sentirlo, puede sentir que Djokovic sigue siendo un rival competitivo.

Más que competitivo, desesperante.

Se extiende la noche sobre París y la figura del serbio, propietario de 24 grandes, tenista enfrascado en una enloquecida carrera hacia el infinito y más allá, sigue acelerando en este cruce de cuartos de final.

Corre y corre el alemán, aquel que busca el Santo Grial pero no lo encuentra -28 años tiene ya, aún sigue esperando su primer título del Grand Slam-, corre en lateral, se estira todo lo largo que es, corre también hacia adelante, pero a esas carreras verticales nunca llega y al advertirle esa carencia, el serbio le tortura.

Djokovic le ha entregado la primera manga pero luego ha asumido el control de la situación. 

El serbio alarga y recorta los puntos, se siente cómodo cuando un intercambio se eleva a los 41 golpes, y cuando se harta fríe a dejadas (35, por las doce de Zverev) y globos (22; Zverev se queda en cinco) a este alemán gigantesco cuyo rostro se va desconfigurando, esta vez tampoco va a ser, maldito Djokovic.

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Sasha Zverev, resignado, este miércoles en Roland Garros 

Lindsey Wasson / Ap-LaPresse

Como un martillo pilón, poco a poco van cayendo los juegos del lado de Djokovic. 

Nada queda de ese tenista otoñal que afronta sus últimas batallas. Le contemplamos entero e implicado, y ante él, Zverev se va derritiendo como un helado, acaso resignado, siempre cariacontecido: al alemán apenas le vemos aspavientos ni arreones ni accesos coléricos. 

Zverev parece vencido por los acontecimientos, por la deriva de esta historia, la del Big Three que siempre ha apabullado a la Next Gen -Zverev, Medveved, Tsitsipás, Rublev, Auger-Aliassime, todos ellos empiezan a ser un remedo de aquello que pudieron ser-, terrible sino que ha condicionado su carrera deportiva y que nunca se revirará.

No puede Zverev, Djokovic es un muro, y al cierre del compromiso, ya en la noche cerrada en París, cuando asoman mantas y abrigos en la tribuna, el amigo Stanojcic me hace un guiño, ambos nos decimos:

-La Next Gen nunca pudo con Djokovic, pero nos resta por ver qué va a pasar ahora, cuando el serbio se enfrente a los cachorros Sinner y Alcaraz.

Podremos comprobarlo este viernes en la semifinal, Djokovic-Sinner, quizás el peor de los retos que afronta un tenista contemporáneo.

Pienso presenciarlo junto a Stanojcic, para eso estamos los amigos, ¿no?

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