Llegados a este punto, el amante del tenis recordará algunas escenas de Novak Djokovic en este mismo escenario.
Por ejemplo, esta: tal y como se adueñaba de su enésimo título en Londres (siete veces se ha impuesto en París; vamos a ver si lo logra alguna vez más), el serbio se arrodillaba sobre la hierba del Centre Court, arrancaba unas briznas y se las llevaba a la boca...
Lector, ¿se imagina usted a Jannik Sinner haciendo eso?
No va a ser el caso.
No lo es.
La celebración de Sinner es tan comedida como la efervescencia de su juego. Como mucho, alza los brazos y sonríe hacia su palco, se abraza a sus familiares, poco más: ni llora ni se desencaja ni mastica la hierba.
Cuando Annabel Croft le ofrece el micrófono, el italiano baja la cabeza, entre tímido y taciturno, y sus respuestas son breves y reservadas, tan automatizadas como su juego:
–¿Qué han hecho usted y su equipo para reponerse de la derrota de París, hace apenas un mes? –le pregunta Croft.
–Eeeeeee, entender qué hice mal entonces.
Estoy más preparado para aceptar lo que me ocurre y tal y como ocurre”
(...)
Incluso en la derrota, el rostro de Alcaraz se muestra luminoso, encantado de vivir todo esto que está viviendo.
–Nunca me gusta perder, pero ahora no estoy de bajón ni mucho menos. Al salir de la pista estaba sonriendo y agradecido de lo que estoy viviendo. Jugar la final de Wimbledon es un gran resultado, ya habéis visto los golpes de Sinner y la movilidad con la que se mueve. Fíjense en algo: en el cuarto set, cuando me he puesto a sonreír, he estado a punto de romperle el servicio. Entiendo que es así como debo hacer las cosas, las debo hacer a mi manera –dice el murciano en el Teatro de Wimbledon, el auditorio en el que atiende a la prensa.
–Y cuando le veíamos maldecirse y hablar con su palco, en el tercer set, ¿qué le estaba pasando por la mente?
–No es que me estuviera sintiendo bajo de moral, pero sí que es cierto que Sinner me estaba manteniendo abajo durante todo el partido. Y al verme así, ya no sabía qué hacer. Notaba que él era mejor que yo desde el fondo de la pista y no podía hacer nada. Me tenía que defender todo el tiempo, incluso cuando me tocaba servir. Sobre todo, con mi segundo saque. Y cuando sacaba él, yo tenía que procurar restar mejor, pero no era capaz. Si algo falló es el hecho de que yo no le estaba provocando nervios. Creo que debía haber mejorado en eso. Ha habido momentos en los que me sentía perfecto y otros en los que no sabía qué hacer, como en el segundo set. Entonces sentía que él estaba jugando un tenis más completo y mejor que yo. Aunque eso no quiere decir que piense que él es mejor que yo.
Tras la dura derrota de París, lo que hemos hecho es entender qué hice mal”
–¿Y cómo percibe esta derrota, usted que ha ganado casi todas las grandes finales que ha disputado? ¿Puede compararla con la derrota en la final olímpica del verano pasado?
–Este es un sentimiento diferente al de los Juegos. Entonces, tras el partido, me quedé mal emocionalmente. Ahora, en el último año he vivido diferentes situaciones que he gestionado mejor porque, desde entonces, he aprendido mucho. Estoy más preparado para aceptar lo que me ocurre y tal y como ocurre. Ahora soy capaz de guardar los buenos momentos y aceptar los malos. Soy feliz y estoy sonriente porque he jugado la final de Wimbledon y me siento afortunado por ello.