La diferencia entre Sinner y Alcaraz es que el juego de Sinner tiene una sola dimensión y el de Alcaraz, tres o cuatro
Taylor Fritz
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Tras el sorteo, Carlos Alcaraz escoge servir.
Su apertura es un ace a 219 km/h. Y luego, un saque que provoca el fallo de Sinner. Y luego, un breve intercambio que también cierra a su favor. Alcaraz también gana el cuarto punto. Al minuto, se lleva el primer juego en blanco.
Sinner le responde igual y ya estamos en las mismas, como en la final de Roland Garros, hace apenas un mes.
Ya estamos como en aquel choque de 5h29m, la más larga nunca vista en París.
¿La recuerda, lector?
Ahí vamos, pues: esto también va para laaaaargo.
La batalla es física y mental, es la guerra sin tregua, y la parroquia londinense se declara preparada para vivirla hasta el desenlace: ha aflojado la canícula en Londres, acaso cinco o seis grados respecto a los últimos días, se está realmente bien a la sombra y desde el palco vip, los príncipes de Gales, el rey Felipe, Anna Wintour y Keira Knightley contemplan el escenario.
(También lo hace Seal, invitado en el palco de Sinner).
Desenlace opuesto
A diferencia de París, Sinner no se deforma, no se confunde ante la variedad de recursos del murciano
¡Qué magnífico es el deporte en el verano!
Poco antes de asomarme al Centre Court, he calentado motores contemplando la persecución del pelotón del Tour de Francia, obsesionado con cazar a Van der Poel a un kilómetro de la meta en Châteauroux, aquella localidad conocida como Cavendish City.
Le cazan al fin, el deporte también es cruel y la etapa se la lleva Merlier, y tras el vértigo de la serpiente multicolor, con el latido a 160 pulsaciones, ¡a la tribuna de prensa!
El combate de Wimbledon es espiritualmente calcado al de Londres, aunque el resultado es el opuesto. Se lo lleva Sinner, esta vez implacable y perfecto: ya tiene su primera corona en Londres, su cuarto Grand Slam, así acaba la mágica racha del murciano, campeón en el 2023 y el 2024, la del tenista que había encadenado 24 victorias en este año.
Retrocedo a la espiritualidad.
Para comprender a uno y otro, recurro a la cita de Taylor Fritz: Sinner es una máquina perfecta, también es unidimensional.
Alcaraz es volátil y contradictorio, y también es más humano, así que, ante los problemas, se plantea alternativas. Tiene tres o cuatro dimensiones. Se supone que tiene un plan A, B y C.
Desesperación
“Desde el fondo de la pista es mucho mejor que yo, es muchísimo mejor que yo”, vocea Alcaraz a su palco en un instante del duelo
Viéndoles competir, entiendo el respeto mutuo que se profesan, pero no podrán ser amigos. Sinner y Alcaraz se juegan demasiado, se juegan el cetro del mundo. E interpretan la vida y el tenis desde dos polos.
Ante la metrononía de Sinner, perfecta y elástica, un compás 4/4 como las piezas de Bach, Carlitos juguetea sobre la marcha, prueba formas y texturas.
Cuando cree, asume riesgos.
Alcaraz arriesga, por ejemplo, en la apertura del tercer set, cuando el marcador refleja un parcial de 1-1 para cada uno y Sinner le aprieta al resto. Se la juega con el segundo saque, lo sirve tan duro y ajustado como el primero y Sinner lo entiende: sí, el juego de Alcaraz se maneja en diversas dimensiones. Ahora, una volea, o un globo. ¿Dejadas? Solo las incorpora a las dos horas de juego, cuando el cansancio aparece en escena (al fin y al cabo, Sinner es realmente rápido si tiene que correr hacia adelante. Y además, sabe patinar sobre la hierba, ¡de crío fue un esquiador de competición!).
Ante la miscelánea de estratagemas de Alcaraz, ¿qué hace el italiano?
Mantiene el rictus. No se descompone, por algo es el hombre de hielo. Celebra poco, no se lamenta casi nunca, arde en su mundo interior, es más germano que latino, es tan escandinavo como lo era Björn Borg.
Mientras les observo, pienso en eso, en el mundo interior de Sinner. En todo lo que estará sintiendo cada vez que se mide a Alcaraz.
¿De qué modo le habrá afectado la derrota de París, aquella final que estaba en su mano, con tres bolas de partido y ante un rival aparentemente abatido?
¿En qué manera se ve capaz de crecer ante Alcaraz? ¿Crece, o más bien se obceca, se nubla y se encoge?
Su tenis habla por él.
Resignación
En el último set, ya nadie cree en el milagro, en la hipotética remontada de Alcaraz: ni él mismo
Según su tenis, el italiano metaboliza sus circunstancias. Presiona desde el fondo de la pista, no regala un solo punto, avanza por el partido como un acorazado, es él quien desespera a Alcaraz: tanto arriesga Carlitos que la estrategia se le vuelve en contra. Se va hasta las siete dobles faltas, un síntoma.

Carlos Alcaraz chuta una bola, este domingo en el Centre Court de Wimbledon
–¿Qué queréis que os diga? Desde el fondo de pista es mucho mejor que yo, es todo esto mejor que yo –vocea a su palco en el tercer set, al perder el servicio por tercera vez, vocea abriendo los brazos.
A esas alturas, ya nadie cree en el milagro de París. Nadie, ni siquiera él mismo.