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Gabriel Rodrigo, expiloto y empresario: “Me quedé sin frenos a 310 km/h y tuve que saltar de la moto. Hoy sé que asumir riesgos va más allá del motociclismo, también en los negocios”

DINERO 

A los 25 años, Gabriel dejó las motos y la presión de la competición. Hoy, ha encontrado una nueva pasión en el mundo del emprendimiento y la gestión empresarial

Gabriel Rodrigo

La adrenalina de las motos, los riesgos, las caídas y los momentos de gloria. Todo eso forma parte de la vida de un piloto, pero un día, tras un accidente que pudo haber sido fatal, todo cambió. Después de años de sacrificio, lesiones y luchas en las pistas, Gabriel Rodrigo se vio obligado a replantearse su futuro. A los 25 años, con un largo camino en las competiciones, decidió colgar el casco y dejar atrás el rugir de los motores. Hoy, alejado de las competiciones y de la presión constante, Gabriel ha encontrado una nueva pasión: el mundo de los negocios. Al frente de Two Patties, una hamburguesería que ha conquistado Barcelona, ha cambiado las carreras por la adrenalina del emprendimiento, creando una nueva vida lejos de los circuitos.

¿Cómo recuerda el momento en que decidió bajarse de la moto y dejarlo todo?

Tuve un accidente muy fuerte justo al día siguiente de firmar mi contrato para subir a Moto2. Me quedé sin frenos a 310 km/h al final de la recta en Montmeló y tuve que saltar de la moto. Eso me caló muy hondo. Y con el paso de los años, me he dado cuenta de algo más: firmar por Moto2 no fue solo un paso hacia adelante en mi carrera, sino que me hizo replantearme todo.

 Durante un par de años antes, tenía ofertas para subir a Moto2, siempre estaba cerca de estar ahí, pero siempre acababa lesionado. Tenía las mejores ofertas de equipos de Moto3, como Gresini y Leopard, que acababan de ser campeones del mundo, pero siempre decidía quedarme en Moto3, intentando recuperarme y seguir luchando.

Gabriel Rodrigo en el spot de Two Patties en Montmeló

ALEJANDRO CERESUELA

Al final, cuando conseguí firmar para Moto2, pensé que esa era la meta. Había estado enfocado en ganar en Moto3 para subir a Moto2 con un buen equipo, y ahora que lo había logrado, me preguntaba: “¿Y ahora qué?”. Fue en ese momento, justo después del accidente, cuando comencé a ver todo con otros ojos. Y fue lo que me llevó a tomar la decisión que tomé, con la perspectiva que me dio el tiempo y los años.

Estando tan cerca de subir a Moto2, ¿cómo se digiere tener que dar ese paso atrás o al lado?

De hecho, eso fue lo que más me costó. Tuve el accidente en verano de 2021 y me retiré en la primavera del año siguiente. Es decir, empecé en Moto2 al año siguiente porque quería hacerlo bien. Tenía un contrato de tres años recién firmado, así que pensaba: ¿Cómo me voy a retirar ahora? En ese momento no tomé la decisión, pero empecé a plantearme si el trabajo compensaba el riesgo. Llevaba tiempo yendo a una psicóloga y empecé a hablarlo con ella. 

No lo hablé con nadie más. Era como mi secreto, ese runrún de: “¿Qué me está pasando?”. Porque al final era mi pasión. Cuando te dedicas a algo así, como con cualquier vocación, pero en el deporte más aún, donde llegan tan pocos, tienes que sacrificar tanto que acaba siendo lo único que importa. Yo anteponía las motos a todo. Empecé a cuestionarlo todo. Y ese tiempo me sirvió para entender si era solo el impacto del accidente o si realmente quería tomar otro camino.

Gabriel Rodrigo

Alejandro Ceresuela

¿Le quedó alguna espinita clavada, algo que le hubiera gustado lograr antes de dejarlo?

No, sinceramente, me he lesionado mucho, también quizás por a veces ser un poco temerario. Pero también creo que si no hubiera tomado los riesgos que he tomado siempre,  no habría llegado donde llegué, porque al final tuve que quemar muchas etapas. Empecé a correr con 13 años y la mayoría de pilotos empiezan con tres o cuatro. Somos todos niños, pero había gente que llevaba diez años corriendo y yo acababa de empezar. Y entonces, yo siempre he tendido a pegarme buenos palos. Y eso es un poco también lo que ha definido mi carrera deportiva. Y también yo, por lo que creo, que me he quemado, porque en muy poco tiempo me he lesionado mucho.  

Al final, cada vez que te lesionas, es: pierdas toda la musculatura, tienes que volver al gimnasio, tienes que volver a... Cuando paras un tiempo, te falta un poco de ritmo, como el tenis, que juegan cada día, si estás dos meses parado, ya no estás igual que cuando... Entonces, todo esto, tenerlo que pasar tantas veces, también quema, porque al final... Pero no me arrepiento. Yo creo que lo hice lo mejor que supe hacerlo, entonces no me arrepiento de nada.

Gabriel Rodrigo

Cedida

¿Cree que los demás pilotos también lo piensan, pero lo apartan, o simplemente no son conscientes del riesgo? 

Creo que el miedo siempre está ahí, pero lo tienes que apagar. Sí es cierto que hay un punto en que lo apagas autoengañándote y, a la vez, creyéndotelo. Porque es verdad: es poco probable. Me refiero, es más probable que te pase algo haciendo casi cualquier otra cosa. No es tanto el riesgo en un Mundial. Sí, es un deporte peligroso, pero corremos en los mejores circuitos, con estructuras donde los muros están lejos. En el Mundial, o te quedas sin frenos o te atropella alguien, pero es difícil. 

Es muy fácil que te rompas algo, pero para matarte tiene que pasar una desgracia... y, aunque pasan, son raras. Entonces, cuando yo lo he vivido, sí que he tenido ese pensamiento de: “Me puede pasar”. Como a cualquiera. Nadie quiere que le pase, pero lo ves como que no te va a pasar. Es como pensar: hay una probabilidad de que te toque la lotería. Sabes que está ahí, pero piensas: “No me va a tocar”. Y un día, ¡pum!, te toca. Pero no crees que te va a tocar.

¿Cómo gestionó volver a una vida “normal”?

Yo me adapto fácil. En ese sentido soy bastante sencillo. Pero he empezado a disfrutar de muchas cosas que antes no podía. Antes pesaba 20 kilos menos porque no comía, ni salía a cenar con amigos, ni me iba de fiesta ningún día. Sí, ahora tengo cosas que antes no tenía, pero también disfruto de cosas que antes no me permitía. Para mí ha sido una nueva etapa, literalmente, una nueva vida. Y el hecho de no tener esa presión constante... Me he sentido mucho más libre.

Quizás por eso sé que tomé la decisión correcta: no lo he echado de menos ni un solo día. Me he lesionado mucho y he visto muchas carreras desde casa, y antes, cuando no podía correr, me mordía los dientes pensando: “Quiero estar ahí”. Pero la primera carrera que vi después de retirarme, la miré y pensé: “Qué bien estar en casa”. Ya no quería estar ahí. Y eso me confirmó que hice lo correcto.

Gabriel Rodrigo

¿Sigue conectado a las motos?

Sí, porque uno de los socios de Two Patties ha sido siempre mi fotógrafo en el Mundial, y fue quien me puso en contacto con Miki, mi otro socio, que es el dueño de Mantequerías Pirenaicas. Los tres nos hicimos amigos porque coincidíamos siempre en las carreras, salíamos a cenar juntos y, con el tiempo, hemos mantenido una relación muy cercana. El primer año que montamos Two Patties, fuimos con Gresini al Gran Premio de Montmeló y pusimos un stand de burgers en el paddock. Me hizo mucha ilusión estar allí, reencontrarme con gente y retomar el contacto. Pero también es cierto que algo que me fue desencantando de las motos es que, aunque conoces a mucha gente, realmente me he quedado con pocos. Conoces personas interesantes, pero me sentía un poco fuera de lugar, como en un mundo que no acababa de ser el mío. Me gustaba lo que hacía, pero me sentía extraño.

¿Y por qué hamburguesas?

Fue totalmente improvisado. Miki y yo llevábamos mucho tiempo diciendo que teníamos que montar algo juntos, pero yo estaba siempre fuera. Cuando me retiré, nos fuimos a Madrid con la idea de abrir una pizzería, porque somos muy fans de la pizza, pero ninguno de los conceptos que vimos nos convenció. Sentíamos que aún había mucho por desarrollar. En cambio, fuimos a una hamburguesería que acababan de abrir y nos encantó. Y dijimos: “Joder, pues lo hacemos nosotros”. Decidimos llevar esa idea a Barcelona, pero a nuestra manera, con un local pequeño y una carta muy corta. Justo eso es lo que hoy es Two Patties.

Gabriel Rodrigo 

Al principio trabajamos con los mismos proveedores que ellos, porque estuvimos investigando quiénes eran, pero poco a poco fuimos probando otros que nos gustaban más, y al final acabamos creando la burger que realmente nos apetecía hacer. Nos ha ido bien: en noviembre abrimos el segundo restaurante.

También tenemos Fidelio, de pizza, y El Vasco, de pintxos, en Sants. Estoy muy entretenido, con mil frentes abiertos, pero muy contento. No es la adrenalina del riesgo o la velocidad, pero sí la de estar cada día al pie del cañón, gestionando.

¿Qué aprendizajes se lleva del mundo de las motos a esta nueva etapa como emprendedor?

Muchas cosas. Y no solo para emprender, sino para la vida en general. Pero si tengo que destacar una, diría la disciplina. Puedes montar un negocio y hacerlo a medias, y quizá te va bien... pero no te va espectacular. Tienes que darlo absolutamente todo. Ese nivel de exigencia creo que es un valor que he aprendido en el deporte, y que muchas veces falta: el esfuerzo real.

También he aprendido a asumir riesgos. Pero más allá de lo aprendido, el deporte me ha hecho fuerte. Te curte mentalmente. Lo que una persona puede vivir en años, en el deporte lo vives en cuestión de meses. En los últimos cinco años he perdido a mis hermanos, y sé que eso no se supera, porque hay cosas que no se superan. Pero aprendes a llevarlo, a relativizar. Empiezas a ver la parte positiva: claro que es una mierda no tenerlos, pero eso también te hace más fuerte.

Gabriel Rodrigo en el mundial

Cedida

He vivido momentos muy duros, muchos, y eso me ha hecho perderle el miedo a casi todo: a la muerte, a perder a alguien, a quedarme sin trabajo. Para mí, después de todo lo que he pasado, esas cosas ya son relativas.

¿Qué significa para usted el éxito?

Ser feliz. Yo me considero una persona feliz y me gustaría serlo toda la vida. Me preocupan cosas, claro, pero soy feliz. Hay gente con una buena vida que no sabe serlo. A mí me consideran un disfrutón, porque disfruto de las cosas simples. Tengo una hija de un año y estar con ella me llena la vida. No se trata de ganar mucho dinero, sino de sentirme orgulloso de lo que hago. Con las motos me sentí orgulloso, con todo lo que logré, pero quizá no era tan feliz, por la presión que sentía y la frustración.

¿Qué le diría a su yo de 17 años?

Que aprenda a disfrutar de los pequeños éxitos, soy muy ambicioso y he cometido el error de no saber disfrutarlos. Conseguía no y ya pensaba en el siguiente escalón. Cuando eres tan ambicioso te pierdes un poco. Le diría que disfrutara de la vida, que hay cosas que pasan una vez. 

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