La moneda única se reinventa. En el corazón del Banco Central Europeo (BCE), los trabajos para lanzar el euro digital siguen adelante, reforzados en la búsqueda de más soberanía. Emitido y respaldado por el propio BCE, quiere llevar lo mejor del efectivo al mundo digital, con pagos y transferencias instantáneas en toda la eurozona. Un plan que no busca sustituir al efectivo, sino ser otra forma de pago más, se ha reiterado siempre en la entidad presidida por Christine Lagarde. A la vez, es una posibilidad de desligarse de empresas americanas que dominan el sector. Una iniciativa que en todo caso tiene varios puntos y un calendario por definir, según reuniones mantenidas en Frankfurt, sede del BCE, con diversas fuentes implicadas.
Visto como un gemelo digital del efectivo, sería útil en los pagos entre personas, comercios y tiendas online, incluso operativo sin conexión. Para usarlo se descargaría una cartera virtual en el teléfono donde se transferirían fondos desde la cuenta del banco. Hoy con alternativas como Bizum o los pagos de PayPal más de uno pensará que ya existe. El cambio es que el BCE pasa a respaldar y asegurar ese dinero, no una entidad que puede caer, y desaparecerían comisiones, con aplicación universal por ley y abierto a todo residente de la UE. “Tenemos el dinero público, que son los billetes y monedas, y el dinero privado, el que crean los bancos y que si todos retirásemos de nuestras cuentas no estaría disponible. El dinero que da confianza es el pasivo del BCE. Con el euro digital vamos a crear otro dinero público pero en el mundo digital”, comenta Luis de Guindos, vicepresidente del BCE. “Es un proyecto necesario. No va a sustituir al efectivo”, añade.
Hasta 396 millones de habitantes podrían tener acceso al euro digital si se despliega en la eurozona
Tras una fase de investigación, la actual es la de preparación, a la espera del reglamento. La siguiente, la implementación, depende del visto bueno legislador. Es decir, la pelota está en Bruselas y el Parlamento Europeo, donde se cruzan todo tipo de sensibilidades, algunas muy críticas con el proyecto. Si se aprobase en el primer semestre del 2026, los cálculos apuntan a un despliegue al menos dos años después, por lo que mínimo se estaría en el 2028-2029 en un escenario benigno. Uno de los recelos de los críticos es la privacidad. Que digitalizar dará más datos y control sobre los pagos. “No hay que dejarse llevar por conspiraciones”, advierte Guindos.
El valor del euro digital no variará y equivaldrá siempre a un euro físico o de la cuenta del banco. Como se pretende que sea un medio de pago y no un refugio del ahorro, que provoque un traslado desde las cuentas bancarias, tendrá un límite y no se remunerará. Sobre la mesa hoy está fijar el límite en los 3.000 euros. Al actuar como un efectivo digital, incluso se podrá operar entre particulares sin conexión (offline). Como en el efectivo, el fisco no tendría control de estas transferencias a priori. Se efectuarían gracias al pago por proximidad (NFC) de los teléfonos, sin que lo procese un banco. Una posibilidad útil como en situaciones de apagón. En las transacciones online, la entidad solo tendría acceso limitado a los datos del usuario, que en todo caso se identificaría con un código. El BCE cree resuelto el frente de la privacidad.
Recientemente el proyecto ha ganado focos en un mundo más fragmentado, donde domina el dólar o con avance cripto. Lagarde esta semana hablaba del euro digital como una “prioridad estratégica”. Sería una posibilidad para acabar con la dependencia de grandes intermediarias en los pagos como Visa o Mastercard, americanas, que mandan en los puntos de pago y se llevan jugosas comisiones. Pero esos mismos puntos de pago serían claves en el despliegue inicial, previa actualización de software de los aparatos para aceptar el euro digital, lo que pone en duda la autonomía. Y todo pasa por el teléfono, unos terminales dominados por actores estadounidenses o asiáticos. Guindos señala que en los concursos se insta a que los proveedores sean europeos.
El BCE quiere priorizar a actores europeos para mejorar la soberanía, pero supone un gran reto
Para que triunfe es necesario una adopción a gran escala. Hoy el efectivo sigue mandando, con el 52% de las transacciones en los puntos de venta. A la vez, se quiere mantener la misma garantía de acceso al efectivo que a su hermano digital. En Europa hay unos siete u ocho países que ya garantizan el acceso al efectivo por ley. Así, ¿hace falta un euro digital? El BCE entiende que sí, que falta solucionar un sistema de pagos transfronterizo incompleto, con comisiones cruzadas y falta de inmediatez. Pero lo cierto es que en el pago entre particulares ya nacería con competencia establecida en varios países. En España, Bizum permite transferencias instantáneas sin coste. Esta semana las alianzas EuroPA y EPI, con soluciones de 15 países, entre ellos España, acordaban colaborar para expandir sus operaciones y mejorar la interoperabilidad. ¿Lo tendrá muy difícil?
El papel de los bancos en el sistema
En un borrador sobre el despliegue del euro digital se apunta que no sería obligatorio para empresas con menos de diez trabajadores o menos de dos millones de facturación anual, lo que dejaría fuera a un universo importante, por ejemplo en España, con un entramado empresarial marcado por las pymes. La banca sí deberá sumarse al proyecto al ser quien distribuye el euro digital. Un reciente estudio de PwC cifra en 18.000 millones de euros la inversión necesaria en la banca minorista, sobre todo en cajeros y aplicaciones. Se habla de una media 110 millones de euros por entidad. Fuentes conocedoras apuntan que la cifra es excesiva. El Banco Central Europeo, en todo caso, podría financiar dicho gasto si se contempla en la normativa. Para la banca unirse al sistema tendría sentido porque el BCE no cobraría las comisiones que enfrentan actualmente de Mastercard o Visa en transacciones y pagos, que suponen miles de millones anuales. Al usuario no se le cobraría por tener su cartera digital, si bien se abre la posibilidad a que las entidades hagan negocio con soluciones propias como permitir dividirse cuentas o pagos recurrentes. Estas estarían ligadas a una cuenta bancaria principal desde la que se irán transmitiendo fondos. En caso de operaciones que superen el saldo disponible o máximo, ya se contempla que se pueda operar de igual forma.