El Whisky, víctima de los fraudes
Visión global: Escocia
Vender por una fortuna licores que en realidad son vulgares o ni tan siquiera existen se ha convertido en una práctica habitual desde la pandemia
El problema se da en Escocia e Irlanda, donde es tradición vender y comprar barriles
La ilusión es el motor de la vida pero también puede resultar un peligro, tanto en el amor como en el dinero. Los defraudadores están a la que salta, y han visto una oportunidad que ni pintada en los afortunados que tienen dinero para invertir ya no en ladrillo, acciones o un fondo de pensiones, sino en relojes suizos caros, coches de carreras italianos o alemanes, vino, cuadros, arte... y también whisky.
Son los llamados activos pasionales, que se han puesto de moda en la medida en que el rendimiento de inversiones más convencionales se ha estancado. De la coyuntura sacan tajada empresas que –a veces rozando la ilegalidad y otras en fraudes descarados– se aprovechan de la ingenuidad de los compradores (o de que en el fondo no necesitan el dinero) para engatusarlos con cajas o barriles de whiskys extraordinarios, que en realidad no lo son tanto, o tal vez ni siquiera existen.
El delito es típico de Escocia e Irlanda, pero en Estados Unidos los controles son mayores
“La explicación es que hay gente desesperada en hacer una buena inversión, lee anuncios en Google o Instagram, y se mete en un negocio del que no sabe nada de nada”, dice Robert McIntosh, un experto del sector. El fraude funciona de la siguiente manera: el comprador adquiere un barril de whisky que vale en realidad alrededor de mil dólares, pero paga hasta diez veces esa cantidad, y su “joya” queda depositada –junto con muchas otras iguales– en un almacén de un lugar remoto de Escocia o Irlanda cuya dirección ni siquiera sabe, o tiene mal. La documentación que se le facilita (añada, destilería, fecha de destilación...) está completamente inventada. Y para cuando se dé cuenta de que en realidad se trata de un licor vulgar presentado como excelso, ya es muy tarde, quienes se lo vendieron han desaparecido y su inversión se ha ido a pique.
Como regla general, los barriles de whisky se revalorizan con el paso de los años (un Macallan de los ochenta cuesta 200.000 euros), al mejorar su sabor y porque el contenido va disminuyendo con la lenta evaporación. Como la idea es dejar por tanto que el producto envejezca, y nadie va a abrirlo antes de tiempo, el whisky ha sido siempre un terreno predilecto de los defraudadores, pero desde la pandemia aún más, cuando las ayudas oficiales pusieron en manos de los inversores dinero que no necesitaban y con el que podían jugar. Muchas de las víctimas son jubilados ricos que no saben qué hacer con sus ahorros.
La policía investigó el año pasado 89 denuncias de fraudes relacionados con la venta de whisky
La policía investigó el año pasado 89 denuncias de fraudes relacionados con la venta de whisky, por un valor de al menos cinco millones de euros. Ello coincide con que el precio de las botellas del licor más cotizadas (pongamos por ejemplo una edición especial del Oban encontrado por casualidad en un único barril, sin mezclar con otras añadas, embotellado en 1969) se ha disparado. Y los delincuentes no dudan en aprovecharse.
Aunque el whisky mejora y aumenta de valor con la edad, que pueda traducirse en inversiones milagrosas (de hasta el 500%) es en gran medida un mito. Su mejor momento lo obtiene a los dieciocho años, y tan sólo una pequeña cantidad de barriles gozan del sabor y el aroma necesarios para alcanzar los precios por los que los venden los defraudadores, a cambio del romance de que uno tenga una o varias cajas de “su” bebida en un almacén de Islay o la isla de Arran.
Muchas de las víctimas son jubilados que buscan invertir sus ahorros en algo que sea “divertido”
La persecución de los delincuentes es difícil, porque ofrecer rendimientos irreales no es en sí mismo un crimen (aunque sea inmoral), y a la agencia gubernamental que controla la publicidad no le resulta fácil probar abusos. Los defraudadores con frecuencia operan desde Londres, tan sólo con una dirección de correo electrónico como referencia, y venden los mismos barriles de whisky (o whisky que no existe) a toda una serie de incautos compradores que nunca ven el producto. Recuperar el dinero, aunque se descubra la estafa, resulta imposible.
El problema es específico de Escocia e Irlanda, donde existe desde hace mucho tiempo la tradición de la compraventa de barriles, pero no tanto de Estados Unidos, donde este tipo de operaciones están mucho más controladas por las autoridades financieras y de bolsa.
Tener una (o unas cuantas) botellas de un gran whisky es muy satisfactorio. Pero comprarlas como inversión conlleva un riesgo.