“El conocimiento financiero es una forma de libertad. Muchas personas adultas toman decisiones importantes como una hipoteca, una inversión o un testamento, sin una base mínima de comprensión económica. Y eso no ocurre por falta de capacidad, sino por falta de formación temprana”, cuenta Carmen Pérez-Pozo, experta en finanzas. Además, es CEO del Grupo Pérez-Pozo Creadora del Método Circular de Gestión Patrimonial.
En una entrevista para La Vanguardia, la experta habla de la urgencia de enseñar finanzas desde la infancia: “significa formar mentes libres, capaces de tomar decisiones informadas y de construir seguridad sin depender de terceros”, cuenta. Además, considera que la alfabetización financiera debe empezar en casa y continuar en la escuela: “Cuanto antes entendamos cómo se crea, se conserva y se transmite el valor, más sólida será nuestra sociedad”.
¿Cuál debería ser el primer aprendizaje financiero de un niño?
El primer aprendizaje debería ser el valor del tiempo y la espera. El dinero es, ante todo, una herramienta para organizar prioridades y entender que no todo puede tenerse de inmediato. Enseñar a un niño a ahorrar para algo concreto o a planificar un gasto futuro es enseñarle a postergar la gratificación, que es la base de toda estabilidad financiera. En nuestra experiencia, cuando los niños comprenden que cada decisión económica tiene un impacto, desarrollan lo que llamamos una mentalidad patrimonial: una forma de pensar a largo plazo, con serenidad, método y responsabilidad.
¿Qué papel juegan los padres en esa educación?
El papel de los padres es insustituible. Son el primer ejemplo de cómo se relaciona una familia con el dinero: si se vive con ansiedad, ocultación o derroche, el niño absorbe esa emoción. Por eso siempre insisto en que educar financieramente no es hablar de cifras, sino de actitudes.
Los padres pueden empezar con gestos simples, como dar a los hijos pequeñas responsabilidades económicas, como decidir qué hacer con una parte de su paga. También pueden hablar abiertamente sobre el valor del trabajo, del ahorro y del gasto responsable. Además, compartir metas familiares (“ahorramos para las vacaciones”, “invertimos en la casa”) es bueno para enseñar que el dinero tiene un propósito.
¿Qué riesgos existen si no formamos financieramente a los niños?
El mayor riesgo es crear generaciones que confundan bienestar con consumo. Los niños crecen en un entorno digital donde todo parece inmediato: clic, compra, entrega. Sin educación financiera, esa inmediatez se traduce en impulsividad, endeudamiento y vulnerabilidad emocional. También vemos que esta falta de formación trae falta de criterio ante la presión social o publicitaria, una mayor exposición a fraudes digitales en la adolescencia o juventud, una ausencia total de cultura de planificación, lo que dificulta la independencia económica.
También, en algunos casos, la pérdida del legado familiar: porque se hereda dinero, pero no se heredan hábitos. Hay que verlo con claridad. Las familias que integran la educación financiera desde edades tempranas son las que luego gestionan su patrimonio con mayor conciencia, evitando errores repetitivos y conflictos entre generaciones.
La familia administra el presupuesto y revisa las facturas e impuestos
¿Cómo se puede enseñar finanzas sin caer en tecnicismos?
Con ejemplos, historias y decisiones cotidianas. A un niño no se le enseña economía con gráficos, sino con vivencias: “Si tenemos diez euros, ¿qué hacemos con ellos? ¿Gastamos cinco, guardamos tres y compartimos dos?” Ese tipo de práctica vale más que cualquier manual. El aprendizaje financiero debe ser emocional, visual y vivencial.
¿Cómo influyen las emociones en la relación de los niños con el dinero?
Las emociones son el primer lenguaje financiero. Un niño que crece escuchando frases como “no podemos permitirnos nada” desarrollará miedo, culpa o rechazo hacia el dinero. Por el contrario, si el mensaje es “el dinero es fruto del esfuerzo” o “sirve para cumplir sueños”, el vínculo será equilibrado.
En Grupo Pérez-Pozo trabajamos con lo que llamamos Inteligencia Financiera Emocional: comprender cómo emociones como la ansiedad, la comparación o la euforia influyen en nuestras decisiones económicas. La educación financiera sin educación emocional no sirve, porque quien no sabe gestionar su miedo o su deseo acabará gestionando mal su patrimonio.
¿Qué papel debería tener la escuela en esta formación?
Un papel decisivo. La escuela no solo debe enseñar a leer o a sumar, sino a comprender cómo funcionan las decisiones que sostienen nuestra vida económica. Igual que se enseñan hábitos saludables o educación ambiental, debería enseñarse cómo planificar gastos, entender una nómina o valorar una inversión.
¿Qué consejo daría a las familias para iniciar esta educación en casa?
Empezar por lo pequeño, pero hacerlo constante. Algunos consejos sencillos que se pueden poner en práctica en casa son:
- Introducir el hábito del ahorro: una hucha, una meta familiar o un proyecto compartido.
- Poner precio al esfuerzo: enseñar cuánto cuesta una hora de trabajo o un bien concreto.
- Involucrar a nuestros hijos en pequeñas decisiones: qué comprar, cuándo gastar, cómo comparar.
- Revisar juntos las metas económicas familiares.
- Hablar del error con naturalidad: si algo no sale bien, aprovecharlo como aprendizaje.
El objetivo es que los niños crezcan viendo que el dinero no es un tema de adultos, sino un recurso que se aprende a manejar con método, serenidad y propósito.
¿De qué manera enseñar finanzas puede proteger el futuro patrimonial de una familia?
Educar en finanzas es proteger el legado. El conocimiento financiero es una barrera contra el error, la improvisación y el abuso. Cuando una familia tiene cultura patrimonial, cuando entiende el valor de la planificación, la importancia de la regulación y el peso de las emociones, su patrimonio se convierte en un proyecto sostenible.
Las familias con mayor estabilidad emocional y económica son aquellas que no solo acumulan bienes, sino que comprenden cómo gestionarlos y transmitirlos. La educación financiera es la mejor póliza de seguros para el futuro familiar.
¿Cree que los fraudes digitales actuales aumentan la necesidad de educación financiera temprana?
Sin duda. Los fraudes digitales se alimentan de la ingenuidad, la falta de verificación y el miedo. En las últimas décadas hemos visto cómo jóvenes y adultos caen en promesas de rentabilidad rápida, esquemas piramidales o falsas oportunidades simplemente porque nadie les enseñó a reconocer una estafa.
La educación financiera desde la infancia crea pensamiento crítico ante el dinero en una sociedad digital: enseña a dudar, a verificar, a comparar. Y eso es una forma de defensa que vale tanto como un antivirus o un seguro.


