Al Gobierno le ocupan y le preocupan los primeros pasos en materia comercial de la Administración Trump. La amenaza, aún retórica, de imponer aranceles del 25% a los productos de la UE ha provocado una primera reacción del presidente Pedro Sánchez, quien apuntó la semana pasada que el club comunitario tomará “medidas proporcionadas al desafío”. La Moncloa y los ministerios económicos están alineados con la Comisión Europea, tanto con la presidenta Ursula von der Leyen, como con el responsable de Comercio, Maroš Šefčovič, con quien el Ejecutivo tiene vía directa. Hay aviso de tormenta y se empiezan a mover palancas. En este contexto, España quiere acercarse a China, pero sin poner en riesgo la relación económica con Estados Unidos.
El Gobierno considera que el mercado chino podría jugar un papel destacado en el reposicionamiento geopolítico que se está produciendo. Un cargo del área económica del Ejecutivo explica que “hay que acomodarse al escenario”. “EE.UU. es insustituible como mercado, pero hay que buscarse la vida, y ahí emerge China”, añade. Este responsable habla de una triangulación comercial: EE.UU, China y el Mercosur. Otro alto cargo gubernamental se refiere a “un acercamiento prudente y constructivo” hacia el gigante asiático.
China ya ha sido en alguna ocasión el primer socio comercial de España, superando a Alemania. Pekín exportó a nuestro país en el 2023 bienes por 44.244 millones, mientras que el gigante asiático compró productos españoles por 7.579 millones, según datos oficiales del Icex. El déficit fue de 36.665 millones. Es decir, España compra a la segunda economía mundial mucho más de lo que le vende. El margen para crecer, por tanto, es amplio. Transición energética, digitalización, suministros y agroalimentario son los sectores con más posibilidades de desarrollo, según el Gobierno.
El déficit comercial entre España y China es de 36.000 millones, por lo que el margen para crecer es amplio
A China también le interesa comercialmente la España que está liderando el crecimiento entre los países occidentales. La relación se ha consolidado tras la pandemia con tres importantes inversiones: la compra por parte de la energética estatal China Three Gorges de la mayor planta solar en Mula (Murcia); la instalación de la fábrica de coches eléctricos de Chery en la Zona Franca de Barcelona, donde antes estaba la factoría de Nissan; y la asociación entre CATL y Stellantis para impulsar en Figueruelas (Zaragoza) una gigafactoría de baterías.
A nivel diplomático, las relaciones de España con China son fluidas. Pedro Sánchez viajó en septiembre a Pekín y se reunió con el presidente Xi Jinping; con el primer ministro, Li Qiang; y con el presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, Zhao Leji. No se descarta un nuevo desplazamiento este año. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, también ha engrasado la relación bilateral con su homólogo de Comercio, Wang Wentao, así como el titular de Agricultura, Luis Planas, que conoce los resortes de la Administración china. Otro nexo lo ejerce el titular de Exteriores, José Manuel Albares, quien aseguró hace unos días al Financial Times que en Europa “tenemos que decidir cuándo China puede ser un socio y cuándo un competidor”.
El Gobierno tuvo hace meses un gesto reseñable con China. Tras el viaje de Sánchez, España maniobró en la UE para negociar la imposición de aranceles a la importación de vehículos eléctricos chinos. Finalmente, la Comisión adoptó la decisión fiscal, pero España se abstuvo en la votación.
Pekín ha anunciado de momento tres inversiones millonarias en Barcelona, Zaragoza y Murcia
Intentar atraer más inversiones de China no significa que España vaya a romper las relaciones comerciales con Washington. Ni a descuidarlas. Al contrario, el Gobierno va a seguir manteniendo una intensa política económica con EE.UU., porque es un mercado insustituible. Las inversiones de las empresas estadounidenses en España son de vital importancia, explican fuentes gubernamentales. Amazon, por ejemplo, no solo es uno de los mayores empleadores, sino que su filial tecnológica, Amazon Web Services, ofrece un servicio esencial para miles de empresas españolas y también para el propio Gobierno, a quien da soporte avanzado.
EE.UU. realiza un férreo seguimiento de las compañías chinas que operan en Occidente. Dos de las inversiones de Pekín en España están bajo su lupa. En concreto, el Departamento de Defensa incluyó a las citadas China Three Gorges y CATL en el listado de “empresas militares” de China, una decisión que no implica sanciones, pero sí riesgos para su reputación. Las antenas del Pentágono son amplias.