Donald Trump volvió este martes a tirar la piedra para esconder después la mano, aunque en esta ocasión se trató de un quiebro forzado. Tras anunciar que elevaría los aranceles al acero y al aluminio de Canadá hasta el 50%, el doble de lo anunciado en un primer momento por Washington como una represalia al aumento del precio de la electricidad que llega desde el estado canadiense de Ontario, la cruda realidad de Wall Street le llevó a echar marcha atrás. Eso sí, con la boca pequeña.
Este martes por la noche, tras el cierre bajista de los mercados, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, anunció que los aranceles seguirían con los niveles actuales, del 25%. A cambio, el primer ministro de Ontario, Doug Ford, no tomará medidas para detener el suministro eléctrico que Canadá vende a los estados de Nueva York, Michigan y Minnesota, según explicó el asesor comercial de la Casa Blanca Peter Navarro.
El inquilino de la Casa Blanca repite que su vecino tiene que convertirse en el estado 51 de EE.UU.
El plan de Trump amenazaba con poner la economía canadiense de rodillas. “Si Canadá no abandona otros aranceles atroces y de larga duración, el 2 de abril aumentaré sustancialmente los aranceles a los automóviles que entran en EE.UU., lo que esencialmente cerrará el negocio de fabricación de automóviles en Canadá para siempre. ¡Esos coches se pueden fabricar fácilmente en Estados Unidos!”, llegó a amenazar Trump antes de echarse atrás.
Canadá es el principal origen del acero importado por el país y está presente en la mayoría de coches fabricados en EE.UU., con lo que la decisión daña también a la industria manufacturera estadounidense. Para Trump, la única opción que le queda a Canadá es rendirse y convertirse en el estado número 51 de Estados Unidos, ya que esto haría desaparecer, además de la frontera, todos los impuestos.
La provincia canadiense de Ontario, la más poblada de Canadá y la que tiene la mayor producción industrial del país, está en primera línea de quienes se oponen a las amenazas de su vecino. El primer ministro, Doug Ford, como respuesta a la primera tanda de tarifas de Donald Trump, había apoyado la imposición de contraaranceles a miles de botellas de whisky, bourbon y bebidas espirituosas estadounidenses importadas. Quebec, Manitoba y Columbia Británica, entre otras, se unieron a la iniciativa.
Trump se puso como una furia. “¿Pueden imaginarse a Canadá rebajándose hasta el punto de usar la electricidad, que impacta en las vidas de personas inocentes, como moneda de cambio y una amenaza?”. “Pagarán”, añadió el presidente de EE.UU., “un precio financiero tan alto que quedará escrito en los libros de historia durante muchos años”.
Las bolsas, que ya vivieron un lunes negro con pérdidas de más de 1.000 millones de euros en capitalización en un día, volvieron a ponerse tensas este martes, con los indicadores de Wall Street en rojo, después de que las plazas europeas anotaran caídas. El Ibex recortó un 1,52% y perdió los 13.000 puntos.
Para evitar la desconfianza absoluta de los mercados, Trump anunció que se reunirá con los directores ejecutivos de las principales empresas del país para abordar la situación económica y explicarle las medidas de su Administración, señalando este martes que no ve riesgo alguno de recesión, pese a que en la entrevista que concedió a la Fox la semana pasada no la descartó. Se espera que un centenar de líderes empresariales a la reunión ordinaria de la Mesa Redonda Empresarial en Washington. Entre ellos, los directores ejecutivos de Apple, JPMorgan Chase y Walmart.
El secretario del Tesoro durante la era Clinton, Larry Summers, asigna ahora un 50% de probabilidades de que la economía estadounidense caiga en recesión. La Reserva Federal de Atlanta, a través de su modelo GDPNow, estima que el PIB de EE.UU. podría contraerse un 2,8% anualizado en el primer trimestre del 2025.