Matar a un pensionista

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Se multiplican las críticas a los jubilados y a los 'boomers' como supuestos responsables de los problemas que sufren las generaciones posteriores. Como si se quisieran transformar las diferencias intergeneracionales en una nueva lucha de clases

El conflicto intergeneracional

Las diferencias intergeneracionales                                                                       

A Garcia

Érase una vez un pensionista que después de una vida dedicada al trabajo, siempre en la misma empresa, que le había permitido adquirir el piso en el que residía, lo que ciertamente supone una gran suerte en los tiempos que corren, y con los hijos ya crecidos, aunque con uno todavía en casa por aquello de la carestía de la vivienda, empezaba a disfrutar de su nuevo estado como jubilado. Recibía una paga de 1.507 euros, la pensión media de jubilación según había comprobado, que al no tener que pagar piso, le permitía vivir dignamente.

Con más tiempo libre, también leía más, y empezó a percatarse, con un punto de sorpresa, de las crecientes críticas que se vertían sobre los de su clase, a los pensionistas en general y a los baby boomers en particular, aparentes responsables, decían, de muchos de los males que sufren las generaciones posteriores. Mucho se repetía aquello de la primera generación que vivirá peor que sus padres, siendo estos padres la generación de nuestro pensionista.

Muy discutible le parecía esta afirmación, pero seguía leyendo informes de think tanks, como Fedea, apuntando a que ellos, los jubilados, acaparaban recursos que deberían emplearse en otras políticas, como la educación o la vivienda. Se decía que la renta de los jóvenes va cayendo mientras que la de los mayores de 65 años aumenta. “Los jóvenes en España afrontan una doble desventaja estructural: la pérdida del impulso demográfico que antes sostenía el crecimiento económico y una menor capacidad de influencia política debido al envejecimiento del electorado”, decía el economista Ignacio Conde Ruiz, subdirector de Fedea. Vaya, se sintió sorprendido al descubrir el alto grado de influencia política que le otorgaban, y molesto por como querían desviar el dinero de su pensión a otros fines, que algunos consideraban más prioritarios.

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“La vida cañón”, de Analía Plaza 

LV

También leyó un libro en que le explicaban que él y los de su edad habían disfrutado de “una vida cañón”, en un repaso a la historia de España a través de la generación boomer, en que de nuevo le pintaban como un privilegiado. (“La vida cañón”, de Analía Plaza). No era consciente de estas mercedes que le atribuían. “La mayoría de los boomers mantienen fuertes convicciones sobre lo mucho que se esforzaron y lucharon para tener lo que tienen y lo poco que hacemos los demás”, sentencia la autora del libro. Provocadora frase en la que nuestro pensionista solo estaba de acuerdo con la primera parte.

Siguió leyendo y descubrió que en un ensayo de un experto en vivienda, Javier Burón, (“El problema de la vivienda”, se titula) le llamaban rentista y casi especulador. Todo por tener una segunda y modesta vivienda que alquilaba para completar la pensión, y ya le querían hacer sentir como un fondo buitre.

La portada del libro “El problema de la vivienda”, de Javier Burón

           

Él, que se había tranquilizado con la última reforma de las pensiones porque le garantizaba mantener el poder adquisitivo, ahora recibía mensajes argumentando que el sistema no era sostenible y que mantenerlo a él castigaría a los que vinieran detrás. En aquella reforma del 2023, lo novedoso fue que, en lugar de reducir las prestaciones, como hizo la reforma del Partido Popular del 2013, se actuó en sentido contrario; se aumentaron al establecer la indexación automática con la inflación. Una decisión trascendente, que blinda el poder adquisitivo de los pensionistas, pero encarece la financiación del sistema. Para compensarlo, se incrementaron también los ingresos, a través del mecanismo de solidaridad intergeneracional y de un aumento de las cotizaciones máximas. Francamente, lo de la indexación de la paga con el IPC le parecía lo más justo para los pensionistas, que ya no disponen de margen de maniobra alternativo.

Cada vez más preocupado, el pensionista comprobó que lo que no sirve es la fórmula de subir los salarios de ahora como panacea para pagar las pensiones futuras. Esta narrativa suena bien, pero tiene un problema. Es un espejismo. Lo cuenta el economista Manuel Hidalgo señalando la diferencia entre las dos variables, con la naturaleza estructural y multifactorial de los salarios frente al carácter político y discrecional de las pensiones. No es posible decretar una subida de los salarios, porque el sueldo lo determina la oferta y demanda de trabajo, que depende de la disponibilidad de la mano de obra, de los convenios, la formación, la experiencia del trabajador y la legislación laboral. En cambio, las pensiones se determinan por un número reducido de decisiones políticas, que incluyen la edad de jubilación, los años de cotización y la revalorización anual. Son decisiones que toma el gobierno de turno, eso sí con el condicionante del peso electoral que suponen los futuros y los actuales pensionistas, que son muchos y muy adictos a las urnas.

Seguridad Social

El grupo de rock Seguridad Social                                                                             

LV 

Por tanto, se dijo nuestro pensionista, lo que tiene lógica es plantearse qué sistema podemos y queremos pagar, y actuar en consecuencia. Le hubiera gustado añadir que el estado de bienestar actual no lo disfrutó él en su juventud, que la sanidad pública era entonces todavía un proyecto, que de Erasmus solo tenía referencias del humanista holandés no de las becas, y que había sudado bastante en un trabajo que no le gustaba, aunque eso sí, era para toda la vida. Por tanto, no se sentía culpable de nada. El estado del bienestar actual también tiene que cuidar a los mayores. Vaya, buscar convertir la diferencia generacional en una nueva lucha de clases no le convencía.

Dicho lo cual, para espantar el malhumor en que le había sumido tanto reproche que sentía inmerecido, puso a todo volumen aquella canción de un grupo llamado Seguridad Social, que entona el “Mata a un jubilado”. Más oportuno, imposible.

”MATA A UN JUBILADO”, DEL GRUPO SEGURIDAD SOCIAL

En una sociedad basada en la economía

En medio de una crisis sin fuentes de energía

Ya no queda espacio para jubilados

Que están condenados a ser exterminados

Mata a un jubilado, mata a un jubilado

Mata a un jubilado, no es pecado, no es pecado

Mata a un jubilado, mata a un jubilado

Con la garantía del estado

El papá te hará cadenas

Si practicas la eutanasia en el hospital

Con el pueblo de tu lado

Llegarás a diputado

Mata a un jubilado, mata a un jubilado

Mata a un jubilado, no es pecado, no es pecado

Mata a un jubilado, mata a un jubilado

Con la garantía del estado

La seguridad social te subvenciona

No te lo tomes a broma

O serás ejecutado

En el próximo golpe de estado

Mata a un jubilado, mata a un jubilado

Mata a un jubilado, no es pecado, no es pecado

Mata a un jubilado, mata a un jubilado

Con la garantía del estado

Mata a un jubilado, mata a un jubilado

Mata a un jubilado, no es pecado, no es pecado

Mata a un jubilado, mata a un jubilado

Con la garantía del estado

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