Los necesitamos, pero no los queremos (a los inmigrantes)

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Los inmigrantes son más que nunca y son los que permiten el crecimiento económico. Las dos afirmaciones son ciertas, aunque cada uno tirará de la que más le interese. No es cierto que quiten el trabajo a los nativos, ni que colapsen la asistencia sanitaria. El problema es otro, es que lo distinto nos molesta

Trabajador

Los afiliados extranjeros son más de tres millones                                               

Mane Espinosa

Es falso que los trabajadores extranjeros quiten trabajo a los nativos. Tampoco es cierto que su llegada rebaje los salarios de los autóctonos. No hay ningún dato que pruebe que su presencia eleva los índices de criminalidad y está demostrado que no colapsan la asistencia sanitaria. Si este servicio no da abasto es por otras razones. El problema es otro. El problema es que son distintos y nosotros queremos una sociedad homogénea. Y en esta sociedad, lo que suene a heterogéneo, a distinto, molesta.

Paseamos por el barrio, por la calle de toda la vida, y la encontramos cambiada, con personas diferentes, que hablan otras lenguas, que siguen otras costumbres. No nos gusta. Y cuanto mayor es la diferencia, más nos incordia. Por eso, la filosofía detrás del proyecto de carnet por puntos que se ha sacado de la manga el PP para competir con Vox, penaliza a los más diferentes y prima a los más cercanos en lengua, cultura o religión.

Lo contaba muy bien el premio Nobel de Economía David Card esta semana pasada en su visita a Madrid. Lo recogemos en el suplemento Dinero de este domingo en una radiografía sobre el papel de los inmigrantes en la economía española. Este economista, especialista en laboral y migraciones, explica como, para posicionar a la población sobre la inmigración, los datos económicos cuentan algo, pero poco. El 80% decisivo, lo que importa, es lo que denomina efecto composición, donde entran raza, etnia, religión y lengua.

El salto de la segunda generación

Sin embargo, algunos somos tenaces. Los hechos contarán poco, pero hay que explicarlos. Y hay que desmontar los bulos, aunque su capacidad de extenderse parezca infinita; aun siendo conscientes de que el efecto de las verdades y el destape de las falsedades tendrá un efecto relativo. La capa de desconfianza y temor al diferente es gruesa. Lo explicamos en este artículo que demuestra que no hay invasión sur.

Sabemos y podemos explicar que, sin los trabajadores extranjeros, el crecimiento español de los últimos años no existiría. Pero, prima la percepción por encima de la realidad, más si la percepción viene alimentada por campañas en medios sociales, episodios de cacerías de inmigrantes como la de Torre Pacheco, y un discurso de fondo permanente, que va penetrando la capa social y capta adeptos, aquí y en toda Europa. Y siempre hay casos individuales que conocemos o de los que hemos oído hablar, que pueden reforzar la visión que nosotros ya tenemos bien asentada. Nada hay más satisfactorio que un hecho, por aislado y puntual que sea, que refuerce nuestra percepción. Lo que coincide con nuestro posicionamiento inicial siempre es bienvenido, en este y en cualquier tema. Los algoritmos de las redes sociales lo saben.

Los inmigrantes son más que nunca y son los que permiten el crecimiento económico. Las dos frases son ciertas, aunque cada uno tirará de la que más le interese. Son más que nunca porque ya han superado los tres millones de afiliados, lo que supone más del 14% de la afiliación total. De dos millones en 2019 a más de tres ahora, con récord en junio de este año, pero que pronto volveremos a batir, porque lo previsible es que la tendencia siga. Y son los que tiran del PIB, que este año se situará cerca del 3% y que contrasta con la anemia del crecimiento de las principales economías europeas

Fotografia de jovenes inmigrantes trabajando en Barcelona. Para Dinero , Economia. Inmigracion , trabajo , camarero . Barcelona, 06/11/2015. Foto: Luis Tato

La hostelería es el sector que más necesita a los trabajadores inmigrantes                   

Luis Tato / Colaboradores

Al examinar el papel de los inmigrantes en el mercado laboral español destaca como son mano de obra imprescindible para sectores clave de la economía, aunque son los de bajo valor añadido; como se convierten en mano de obra barata muy buscada, pero que al mismo tiempo su presencia resta alicientes a buscar una mejora de la productividad, asignatura todavía pendiente; y también como la segunda generación es la que da un salto que le acerca a una igualdad de oportunidades con la población española.

A nivel salarial, la brecha es contundente entre lo que cobra la población autóctona y la primera generación de inmigrantes, un 29% de diferencia, pero lo interesante es ver como gran parte de este gap viene por su anclaje en la zona de trabajos más precarios y peor remunerados. Una investigación liderada por la Universidad de Oslo, con participación del IESE Business School, mostraba tanto este dato como que la brecha se reducía a un 7% cuando realizaban el mismo trabajo en la misma empresa. Es decir, sufren una doble penalización, relegados a la zona baja de los empleos e, incluso en igualdad de condiciones, peor pagados. Porque, además, esta primera generación tiene muy difícil salir de la zona baja de la estructura ocupacional. Al ir sumando años de residencia tienden a igualarse con los españoles sobre las posibilidades de obtener empleo, pero siempre con trabajos de baja cualificación.

Sin embargo, las cosas cambian para la segunda generación de inmigrantes, que consigue dar el salto, y salir de la parte más baja de la estructura ocupacional. Mejoran claramente respecto a la primera generación y en algunos aspectos se igualan con los nativos. Si en la comparativa se tienen en cuenta factores como edad, preparación y educación, muestran un nivel de posibilidades de salir de esta zona de trabajos menos cualificados parecida al de los españoles. Donde no hay datos es para verificar si consiguen también acceder a la zona más alta de la estructura ocupacional o ahí topan con un techo de cristal. Son las conclusiones que recoge Jacobo Muñoz Comet, profesor de la UNED y colaborador de Funcas, en el informe “La segunda generación de inmigrantes en el mercado de trabajo español”.

Los trabajadores extranjeros seguirán llegando, al menos en el futuro inmediato. Si no, el país se para; la economía se desfonda. Pero, que sean indispensables no significa que sean bienvenidos. Los aceptamos porque no hay más remedio, pero costará mantener la convivencia, más con los tiempos que corren, en que el bulo y el rechazo al diferente se combinan para alimentar el rechazo al extranjero. Los necesitamos, pero no los queremos.

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