En el año 2000, Eduard Prats tenía 30 años y una carrera profesional que empezaba a tomar forma. Profesor en una pequeña escuela de negocios de Barcelona, lo que parecía una etapa inicial como tantas otras se convirtió, de repente, en una aventura empresarial de alto voltaje. Todo empezó con una llamada inesperada un viernes por la tarde. “Tenemos que vernos con urgencia”, le dijo el director general del centro donde trabajaba. No era una invitación cualquiera: le proponían asumir la dirección de la escuela, que estaba a punto de cerrar sus puertas junto a muchas otras del Grup CEAC, un gigante educativo catalán en plena descomposición antes de hacer suspensión de pagos.
Lejos de salir corriendo, Prats aceptó. Consciente del desastre financiero, propuso algo poco habitual: trabajar durante un año sin cobrar, con la condición de que, si lograba mantener la escuela a flote, tendría derecho a una participación en la empresa. “Estaba dispuesto a renunciar al sueldo, porque sabía que seguramente ni me lo podrían pagar”, recuerda. No era una decisión fácil, pero pesó más la juventud, las ganas de probarse y la intuición de que aquello podía tener recorrido.

Eduard Prats en un acto de graduación ESIC BCN con el President Pascual Maragall
Poco después llegó el segundo gran reto. Otra escuela del grupo, FD MODA —una histórica institución de diseño de moda fundada en 1928 por Felicidad Duce— también estaba al borde del cierre. La propiedad le encargó a Prats que echara un vistazo y decidiera: o se salvaba, o al día siguiente se procedía al cierre de la escuela. Habló con todos los empleados, estudiantes, profesores. No encontró una estructura sólida desde el punto de vista financiero, pero sí una comunidad que creía en el proyecto. Y decidió repetir la jugada: otro año sin sueldo, con la misma condición de adquirir una parte de la sociedad si lograba evitar el cierre.
La apuesta era clara, pero el panorama, desolador. Las dos escuelas —pequeñas, con apenas 700.000 euros de facturación cada una— arrastraban una deuda de 25 millones de euros. ¿Por qué? Porque formaban parte del aval solidario de un crédito sindicado que el Grup CEAC había firmado con quince bancos. Cuando el grupo colapsó, las pocas escuelas que quedaban abiertas heredaron el problema. Tres despachos de abogados le dijeron que no había nada que hacer.

Eduard Prats con el Presidente de Honor de ESIC, Simón Reyes Martínez Córdova. Con él firmó el acuerdo de la llegada de ESIC a Cataluña a través del Instituto Superior de Marketing
Prats, sin embargo, optó por un movimiento inesperado: escribió una carta a mano a Joan Antoni Samaranch, entonces presidente de honor de La Caixa, explicando la situación. No pedía un rescate, solo la oportunidad de hablar. El gesto funcionó. Gracias a esa carta, consiguió que los bancos aceptaran sentarse a negociar. Durante dos años, trabajó para cerrar un acuerdo que liberara a las escuelas del peso de la deuda. Finalmente, logró que solo tuvieran que responder por el porcentaje proporcional al que representaban dentro del antiguo grupo. No fue fácil, pero ese acuerdo marcó el inicio real de la recuperación.
Superado el ahogo financiero, tocaba levantar el negocio. Las ventas, que se habían desplomado, empezaron a recuperarse cuando los equipos vieron que alguien estaba dispuesto a jugársela por la empresa, sin red. “La gente vio que yo apostaba fuerte, y eso generó confianza”, recuerda. Y en el sector de la formación, donde lo que se ofrece no se puede tocar ni devolver, la confianza lo es todo.

Acto en LCI Education Barcelona, con la presencia de la directora general de la escuela en Barcelona, la Sra. Sílvia Viudas, y el CEO del grupo LCI Education, el Sr. Claude Marchand.
Con la estabilidad llegó el momento de mirar más lejos, no bastaba con sobrevivir, había que crecer. Y ahí aparecieron las alianzas. Consciente de que una escuela independiente tenía poco margen en un mercado dominado por grandes instituciones, buscó socios con presencia internacional. Para la escuela de negocios cerró una alianza con ESIC, una institución madrileña que llevaba tiempo intentando implantarse en Barcelona. Para la de diseño, en la primera etapa, vendió una parte accionarial (Eduard Prats llegó a controlar el 100% del capital de las dos sociedades) a la que fue su mano derecha y socia, Sílvia Viudas que sigue como directora general y apostaron por LCI Education, un grupo educativo canadiense que quería desembarcar en Europa y veía en Barcelona una puerta de entrada natural. En ambos casos, Prats ofrecía algo único: escuelas pequeñas, sí, pero vivas, con identidad y con mucho por construir.

Acto de graduación de ESIC Barcelona con la participación del presidente de la Generalitat, Artur Mas
Con los nuevos socios llegaron años de transformación. Hoy, la antigua FD MODA es LCI Barcelona y ocupa un campus de 15.000 metros cuadrados. El Instituto Superior de Marketing es ahora ESIC Barcelona, una de las grandes escuelas de negocios del Estado. Prats ya no mantiene vinculación accionaral ni forma parte del día a día, pero conserva un vínculo simbólico como presidente de honor de LCI Barcelona y socio fundador de ESIC Barcelona, respectivamente.
Eso sí, Prats asegura que no hubo milagros. Hubo decisiones difíciles, mucho trabajo y una dosis de inconsciencia bien canalizada. “Lo que queda es el legado”, dice. Y ese legado es doble: no solo haber evitado el cierre, sino haber demostrado que, a veces, quedarse cuando nadie cree en ti, aumenta la motivación.