Detrás de cada mesa barnizada, cada luminaria pulida o cada mueble con un acabado concreto está el trabajo de los aplicadores, profesionales que hacen posible los acabados que dan vida a la industria y la artesanía. Su especialización abre la puerta a la necesidad de organizar un gremio que dé visibilidad a su oficio y asegure el futuro de todo un sector.
Uno de ellos es Yannick Viles, cofundador de Vilvelac junto a su padre, Jordi Viles, una empresa con sede en Igualada que está marcando la diferencia en el mundo de las aplicaciones decorativas líquidas. Lleva más de 20 años en el oficio, empezó con apenas 15 años de la mano de su padre y actualmente combina la tradición artesanal con la innovación en proyectos para hoteles, grandes marcas y encargos internacionales. Pero su principal preocupación no es solo su empresa, que también, sino la falta de un gremio que defienda a los aplicadores y garantice la supervivencia de la profesión. “No somos pintores, somos aplicadores”, reivindica.
La confusión es habitual porque muchos asocian un oficio con el otro, pero entre ambos hay un mundo de distancia. Su trabajo exige cabinas homologadas, control de productos químicos, certificaciones y un dominio técnico que se aprende a lo largo de años de experiencia.
“Nuestro trabajo no es pasar una brocha. Es conseguir que la pieza tenga resistencia, textura y vida”, explica Viles. Los aplicadores trabajan sobre madera, metal, vidrio, cerámica o plásticos, y cada material requiere un conocimiento preciso de cómo responderá a un barniz, a una laca o a un acabado especial. En muchos casos, son el último eslabón antes de que un producto llegue al mercado o a una exposición. Y, en palabras de Viles, su compromiso está en priorizar la calidad y la artesanía por encima de la rapidez en la producción.
“Priorizamos la calidad y la artesanía por encima de la rapidez”
Pese a su especialización, los aplicadores carecen de representación. Actualmente, están dispersos en gremios ajenos —madera, metal o pintura industrial— que no reflejan lo que hacen ni los defienden como colectivo. Además, la administración les exige cumplir la normativa química y estrictos protocolos, pero al mismo tiempo no los reconoce como sector diferenciado. “Es un sinsentido. Tenemos que cumplir como si fuéramos industria química, pero no tenemos voz propia ni apoyo institucional”, denuncia Viles. “Nosotros no tenemos un gremio definido, tenemos un gremio compartido”, recuerda.
Solo en Catalunya, calcula que existen entre 50 y 100 empresas homologadas que se dedican profesionalmente a los acabados. Un número “más que suficiente” para organizar un gremio específico que dé visibilidad, genere estándares comunes y garantice que el oficio se mantenga vivo.
La falta de relevo generacional, otro de los retos del sector de los aplicadores
Más allá de la falta de gremio, los aplicadores se enfrentan a otro reto, ya que a menudo se les compara con productos fabricados en serie o con muebles de bajo coste. “No podemos competir con grandes empresas como Ikea ni con países que producen en otras condiciones. Lo nuestro es artesanía, tiene un valor y debe pagarse”, reivindica Viles.
Además, el oficio también sufre la falta de relevo generacional, ya que cada vez hay menos jóvenes dispuestos a invertir años en aprender un oficio. “Si seguimos así, nuestro trabajo será cada vez más caro porque habrá menos profesionales, o directamente no habrá quien lo haga”, alerta. De ahí su llamamiento: “Queremos un gremio de aplicadores. Queremos que se nos vea y se nos reconozca porque, sin nosotros, muchos objetos quedarían sin alma. Llevo años luchando con la Generalitat, pero la burocracia lo complica todo. Si estamos unidos, será posible”.
“En el arte nadie regatea. O se paga o no se paga”
Pese a las dificultades, Viles no pierde el optimismo. Compagina el día a día de la empresa con una vertiente más personal: la creación artística. Tiene un estudio propio donde desarrolla piezas únicas y experimenta con procesos creativos sin las limitaciones de los encargos industriales.
“El arte tiene algo que me encanta porque nadie regatea. O se paga o no se paga. Ese es el respeto que también merece nuestro oficio”, afirma. Mirando al futuro, Viles ve en la creatividad una oportunidad para seguir creciendo y aportando valor. “Apuesto por el arte, porque la gente fantasee en su casa y tenga ideas rocambolescas que nosotros les traslademos. Creo que es la parte más divertida y entretenida, la de hacer este seguimiento, este asesoramiento y acompañamiento de lo que ellos sueñan”.
Vilvelac, una empresa que da forma a los sueños
Vilvelac se ha especializado en trabajar con una amplia variedad de materiales, desde la madera hasta el acero inoxidable, pasando por el vidrio, el hierro, el plástico y la cerámica. Esta diversificación les ha permitido adaptarse a las demandas del mercado y ofrecer soluciones creativas a sus clientes. La apuesta de Vilvelac, más allá del volumen, es la calidad, el diseño y la artesanía. De hecho, una de las técnicas que distingue a la empresa en el sector es el uso del metal líquido en frío. Esta aplicación 100% artesanal permite obtener superficies metálicas sin soldaduras ni interrupciones visuales, logrando un acabado perfecto y continuo. Con todo, la habilidad para trabajar con múltiples materiales y superficies supone un gran reto para la empresa, aunque argumentan que la clave está en formular bien todo el proceso, documentarlo para el futuro y mantenerse siempre actualizado en cuanto a acabados y técnicas.
“Yo confío en nuestro producto, defiendo a mi gente que trabaja aquí y defiendo mi idea. Habrá gente que congeniará contigo y habrá gente que tirará hacia otro lado. Eso es como la vida, pero sigo fiel a mi proyecto y propuesta”, concluye el emprendedor.
Más información
Web: https://vilvelac.com/
Correo electrónico: [email protected]
Teléfono: 615149154

