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La Barcelona de toda la vida, en un cucurucho de churros

La Selecta

La Selecta, heredera de la antigua Xurrería Sagrada Família, conserva la esencia de una historia familiar que lleva tres generaciones endulzando y dando aroma a la ciudad

La Selecta, la churrería que abrió en 1950 y ahora la regenta Anabel, la tercera generación

Hay sabores que nos devuelven a un tiempo perdido, como llaves secretas capaces de abrir la puerta de la memoria. En Barcelona, uno de esos sabores es el de un chocolate con churros tomado de pie, temprano, frente a la Sagrada Familia. 

Desde hace 75 años, La Selecta —la antigua Xurrería Sagrada Família— conserva intacto ese ritual, en un rincón donde la ciudad parece detenerse. No hace falta cerrar los ojos para sentir que estamos en otra época: el calor del aceite, el aroma dulce, el sonido del crujido al morder, y esa primera nube de vapor que se eleva del chocolate caliente son suficientes para transportarte.

A la derecha, Angelita y Lorenzo, los abuelos de Anabel y fundadores de la churrería

Fundada en 1950 por Angelita y Lorenzo, la churrería nació como tantas historias esenciales: entre el esfuerzo, el amor y la voluntad de dar algo verdadero al barrio. Lo que empezó como un pequeño puesto donde se amasaba al alba y se freía con paciencia se convirtió pronto en un punto de encuentro para obreros, familias, vecinos y curiosos, todos atraídos por el magnetismo sencillo de un churro bien hecho. En aquellos años, cuando la vida se movía más despacio, la Sagrada Familia aún era un sueño en construcción y los turistas apenas asomaban, La Selecta ya formaba parte del paisaje emocional del barrio: un sitio donde empezar el día con algo caliente y honesto, casi un ritual.

Pero fue la generación posterior, la pareja formada por Anita y Rufo, quienes, con una mirada profundamente humana, entendieron que una churrería podía ser mucho más que un puesto de barrio: podía ser un lugar donde la gente encontrara consuelo, alegría y pertenencia. Su visión, intuitiva y firme, convirtió a La Selecta en algo más grande que un negocio: en un refugio donde generaciones enteras hicieron suya una parada de siempre.

Rufo y Ana, segunda generación de La Selecta

Aquí se han celebrado cumpleaños improvisados, desayunos de domingo con resaca, meriendas escolares eternas, reencuentros familiares y despedidas que saben a azúcar y nostalgia. Churros recién hechos y chocolate caliente como abrazo compartido. A veces, incluso, bastaba una sonrisa y un cucurucho para que la vida pareciera más sencilla. Y también eran famosas sus patatas fritas recién hechas, que daban lugar a larguísimas colas en el barrio.

Hoy, tres generaciones después, ese sueño sigue vivo en manos de Anabel, hija de Anita y Rufo. Guardiana de una receta que resiste a la velocidad de los tiempos, lo cuenta con emoción: “Barcelona cambia de manera frenética, pero este lugar se mantiene fiel a lo que fue desde el principio y que crearon mis padres y mis abuelo. La receta, el aceite, el ritual… siguen siendo los mismos. Esa fidelidad es nuestra forma de respeto hacia la ciudad y hacia quienes llevan toda la vida viniendo”.

Rufo, padre de Anabel, elaborando la receta familiar de masa de churros

Esa constancia es, quizá, lo más extraordinario. La Selecta no se rindió a las modas, no se convirtió en cafetería de diseño, no cambió su alma para agradar a nadie. Sigue siendo lo que fue: un lugar donde el producto manda, donde el oficio se huele y donde el tiempo parece tener otra textura. Y, sin embargo, no vive anclada en el pasado...

Con la llegada de nuevos visitantes, turistas que buscan autenticidad y vecinos jóvenes que descubren la tradición como un tesoro, Anabel ha sabido abrir la puerta al presente sin romper la esencia. Ha añadido cariño en cada gesto, ha modernizado lo justo y ha reforzado aquello que siempre fue lo más valioso: la honestidad de hacer bien las cosas.

Anabel, tercera generación de La Selecta

En La Selecta, cada churro es una pieza de continuidad: dorado, crujiente, ligero, acompañado de un chocolate espeso que se ha convertido en refugio de generaciones. Anabel lo resume con cariño: “Hay clientes que llevan años viniendo. Algunos llegaron de la mano de sus abuelos o de sus madres, y hoy regresan con sus propios hijos. A veces me dicen: ‘Por favor, nunca cambies el sabor de estos churros, porque me llevan a mi casa, a mi infancia’. Y en esas palabras está todo lo que somos”.

La Selecta ofrece todo tipo de churros, desde dulces con fruta hasta variaciones saladas

En una Barcelona que cambia a un ritmo vertiginoso, donde las fachadas se reinventan y los barrios se transforman, La Selecta demuestra que aún quedan lugares que permanecen. Espacios donde el sabor de siempre une a las familias y teje un hilo invisible entre pasado y presente. Donde un cucurucho caliente puede ser mucho más que un antojo: puede ser memoria viva, tradición cotidiana, hogar compartido. Y eso, en tiempos de prisa, eso vale oro.

Porque, a veces, para sentir la ciudad de verdad solo hay que hacer algo muy sencillo: sostener unos churros recién hechos, mirar la Sagrada Familia y dejar que el primer bocado te cuente una historia que no cabe en los libros.

Lecciones de Vanguardia

“No te rindas aunque haya adversidades y, sobre todo, cree en ti. No será fácil, pero lucha por tus sueños”.

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