En un mundo de contrastes palpables, un hombre en Ramat Gan inspecciona los restos de su hogar, marcando la cicatriz de un misil iraní, mientras en Beirut, la devoción se manifiesta en la solidaridad con Irán. Teherán lamenta sus propios heridos, y en el campamento de refugiados de Bourj Al Barajneh, la resiliencia infantil se teje bajo la mirada de Arafat. Cada escena, un hilo en el vasto tapiz de la existencia humana.
Lejos de los ecos del conflicto, la novela nos lleva a otros dramas: en Sudáfrica, un investigador se alza contra la contaminación que emana de las minas, y en Tokio, la pasión por los derechos animales cobra vida en una protesta de PETA. La adrenalina de MotoGP se siente en la pista de Mugello con Marc Márquez, mientras la fe y la tradición se honran en las procesiones de Corpus Christi en Santo Domingo y en la danza vibrante de los Diablos de Chuao. La escena final nos ofrece un atisbo de esperanza y progreso, con la primera ministra italiana y el presidente de Microsoft sellando acuerdos. Es una novela que celebra la inmensa y variada sinfonía de la vida.