En Gaza, el alto al fuego entre Israel y Hamás devolvió un respiro a las calles destruidas. Familias en Jan Younis y Ciudad de Gaza se reencontraron entre ruinas y maquinaria que limpiaba los escombros, aferrándose a una tregua frágil pero esperanzadora.
En Ucrania, la devastación continuaba: en Kostiantynivka, una iglesia derrumbada simbolizaba la resistencia de los pocos que aún permanecen bajo fuego ruso. En Moscú, la calma de un parque lluvioso contrastaba con la tensión en Londres, donde Polonia advertía sobre los drones iraníes usados por Rusia.
En Madagascar, los militares tomaban el poder mientras en Roma, el Papa León XIV visitaba al presidente italiano. Desde El Salvador, llegaban imágenes de un funeral que unía dolor y memoria; en California, una tormenta oscurecía el cielo; y en Suiza, la niebla cubría los Alpes como un manto otoñal.
En París, los agricultores protestaban mientras en el Louvre el arte recordaba ideales de libertad. En Tokio, el fútbol traía alegría con la victoria de Japón sobre Brasil, y en Brasilia una capibara inflable de siete metros se convertía en símbolo de la lucha climática.




















