Uno de los grandes atractivos de Supervivientes para la audiencia que sigue el programa año tras año es poder ver a caras conocidas del circuito mediático lidiando con condiciones extremas. Despojados de todo artificio, sin peinados inmaculados ni maquillaje listo para el tiro de cámara. Al natural, en medio del Caribe y sin facilidades, son los famosos los que se convierten en los protagonistas de un desafío que, en realidad, comenzó en el año 2000 con personas anónimas.
Porque antes de que Antena 3 se hiciese con el formato y lo transformase en La Isla de los FamoS.O.S. en el 2003, Telecinco ya había estrenado el mismo reality con personas de a pie en la línea del Survivor original. Una tónica que regresó a escena con Aventura en África, la quinta edición del espacio, solo que en esa ocasión se mezcló a los famosos con los anónimos. Una fórmula original, que Mediaset quiso traer de vuelta en 2010. Sin demasiado éxito en cifras de audiencia, pero evidenciando que los televidentes no siempre están del lado de las celebrities. Para muestra, la mujer que se alzó con el título de ganadora entonces.
Vasca y tasadora de joyas
Una edición con tres anónimos en la final que ganó ella
Su nombre es María José Fernández, y como otros tantos de sus compañeros, llegó a la aventura sin que los telespectadores la tuvieran en el radar. Una aventura que, por cierto, tuvo también otras particularidades reseñables. Véase que el escenario en el que se desarrolló la convivencia durante 80 días no fueron los Cayos Cochinos, que es donde desde hace más de una década acontece la acción. Quince años atrás, el enclave elegido por la productora –por primera vez y por última– fueron los Cayos Perlas y las Islas del Maíz, en Nicaragua.
La cuestión es que a los giros de guion se sumaba aquella nueva tanda de anónimos entre los concursantes. Eran un total de ocho, y dio la casualidad que tres de ellos fueron los finalistas de la temporada. El estudiante gallego Parri, que fue tercero, la dependienta Déborah Arenas, que quedó segunda, y la ganadora. María José era la mayor de los tres, pues tenía entonces 51 años. Natural de Vizcaya, por entonces trabajaba como tasadora de joyas. Y si por algo destacó a su paso por el concurso era porque no tenía reparo alguno en expresar su parecer ante cualquiera. Por VIP de la cadena que fuese.

María José ganó a Déborah por la mínima en la final de 'Supervivientes 2010'.
También se convirtió con el paso de las semanas, a pesar de las disputas que pudieran surgir en la convivencia, en una especie de madre para el resto de sus compañeros. Ella tenía el control. Además, con Parri, con el que resistió de la mano hasta el último día, formó una férrea unión. El caso es que solo uno podía hacerse con el codiciado maletín de 200.000 euros, y en la noche del 25 de julio el 50,4% de los votos del público le otorgó la victoria. Eso sí, quiso dejar claro que el premio lo compartiría con el que había sido su gran amigo en Nicaragua, y así fue. Pero, ¿qué vino después?
Ingresada en el hospital
Sufrió un delicado bache de salud al volver de Nicaragua
A diferencia de otras muchas personas desconocidas que pasan por un reality de Telecinco, Fernández no se esmeró demasiado en permanecer en la pequeña pantalla. Quedó claro que lo de ir de plató en plató no era su propósito, y una vez que terminó el programa desapareció de la televisión y volvió a su vida de siempre. Al anonimato, que es donde sigue, pues son pocos los rastros que se puede seguir en la actualidad sobre su vida, hasta el punto de que se desconoce su paradero y si sigue dedicándose al negocio de la tasación de alhajas.
Ahora bien, cabe destacar que hubo algo reseñable sobre María José trascendió tras salir del reality. Algo complejo, pues refiere a su estado de salud, y es que según se hizo saber, la vasca enfrentó un grave problema médico tras su triunfo. Había contraído un parásito en Nicaragua, y eso le supuso quedarse hospitalizada once días. Sobre ello, habló abiertamente en el extinto Resistiré, ¿vale?, señalando que “en Nicaragua, estaba como una rosa” y que “todo vino después de los primeros quince días en España” al sufrir “terribles dolores abdominales”. Afortunadamente, se recuperó pronto y pudo seguir con su vida. Esa vida que tanto echó de menos cuando vivía sin comida ni comodidades en la isla.