No podría la marca de belleza LOV’YC haber escogido mejor prescriptora que alguien con tal piel de melocotón y cuya melena que hubiera envidiado Sansón. Mónica Cruz (Alcobendas, Madrid, 1977) agradece el halago casi sorprendida, como si no tuviese espejos en casa: “Me siento a gusto conmigo misma cuando me miro. Creo que el baile me ha ayudado mucho pero he heredado buenos genes, como la piel de mi madre: con el embarazo engordé 24 kilos y no tengo estrías, di el pecho tres años y está todo bien. Aunque me daría igual, disfruté mucho mi cambio de cuerpo, fue un viaje alucinante”.

La actriz, durante su presentación como embajadora de la firma de belleza LOV'YC.
La nueva embajadora de LOV’YC está encantada de colaborar con una firma familiar, estando ella tan unida a los suyos. Se cuida pero sin obsesiones: “Me pongo cremas, naturalmente; tengo la piel seca y más viviendo en Madrid. Es fundamental usar buenos productos pero sobre todo, alimentación, descanso, deporte y estar bien con una misma; eso es lo más importante”.
Con el embarazo engordé 24 kilos y no tengo estrías, di el pecho tres años y está todo bien; he heredado buenos genes

Mónica está en su mejor momento, particularmente, porque es feliz.
Mónica, reciente fichaje de Zapeando (la Sexta), se esforzó mucho en Maestros de la costura (TVE), programa que le supuso un desafío. “Aunque siempre me ha encantado el diseño y he hecho muchas cosas con mi hermana, sabía poco más que meter el bajo de un pantalón o una falda. Recuerdo a mi abuela sentada con su máquina de coser queriendo enseñarme pero yo solo pensaba en ir a la escuela de baile. Me acordé mucho de ella, pensé que estaría viendo cómo al final había empezado a coser”.
Recuerdo a mi abuela sentada ante su máquina de coser queriendo enseñarme pero yo solo pensaba en ir a la escuela de baile
Y así, en un meandro casual de la conversación, llegamos a uno de los lados menos conocidos de la pequeña de las hermanas Cruz: su conexión con el otro lado. Su hija coincidió en el colegio con la de Iker Jiménez y Carmen Porter y la amistad surgió de modo natural. La esotérica pareja la puso en contacto con un sensitivo y Mónica pudo comunicarse con su abuela:
“Me encanta ese mundo, siempre estoy leyendo cosas, informándome… Fue una experiencia tremenda. Creo todos tenemos sensibilidad para apreciar eso, esa energía, solo que el miedo puede bloquearte. Me han pasado cosas –nada de que se muevan objetos sino sensaciones, olores, notar y sentir– y por eso estoy convencida de que la vida sigue; si no lo estuviese, es que lo estaría ignorándolo por miedo y a mí no me lo da. Al contrario, se me ha quitado el miedo y me ha dado mucha paz: qué pena cuando alguien se va pero no se acaba todo aquí”.
Me han pasado cosas, nada de que se muevan objetos sino sensaciones, olores, notar y sentir...
La actriz vive para su hija, Antonella, de 12 años. No le gusta dar consejos sobre cómo educar a un/a adolescente. Prefiere ilustrar con su experiencia: “Se trata de escuchar, acompañar y saber cuándo puedes conectar. Si responde con monosílabos, no insistas porque te dirá ‘déjame’. Sin embargo, en un rato viene a contarme cosas y ahí es cuando sé que puedo entrar. Y siempre estar pendiente de su entorno: profesores, amistades, actividades… Debes ponerte en su lugar, ser consciente de que su cabeza es un caos y recordar cómo te sentías tú a su edad”.
Estoy muy a gusto así y no voy a cambiar las rutinas de mi hija ni meter a nadie en casa
Mónica es feliz tal cual está y ahora mismo es sin nadie a quien llamar pareja. “Si estoy enamorada estoy bien y si no, también lo estoy. Al alcanzar una edad es cuestión de calidad más que de cantidad. Distinto es cuando quieres formar una familia, apuestas por una relación, vivir juntos… Pero yo estoy muy a gusto así y no voy a cambiar las rutinas de mi hija ni meter a nadie en casa. No busco una relación pero si la tuviese, creo que funciona mejor cada uno en su casa, que se nos ha metido en la cabeza estar todo el día juntos y eso no funciona. No va conmigo”.