Para Lucía Rivera las gafas de sol son un complemento imprescindible en cualquier época del año. “Las que más me gustan son las que me tapan más la cara para esconderme y pensar en mis cosas, como una capa de invisibilidad de Harry Potter (risas)”. La embajadora de Sunglass Hut explica que en esta firma multimarca encuentra todo lo que necesita: “Incluso hay una máquina de escaneo facial para saber cuáles te sientan mejor: de forma objetiva, porque tu madre, tu novio o tu hermana te pueden engañar sin querer”.
Su chico es de las Baleares
La hija de Blanca Romero y Cayetano Rivera vive entre Madrid y Mallorca pero su corazón siempre mira a Asturias

Lucía junto a la actriz Miriam Giovanelli han dado la bienvenida al verano en el Summer Event de Sunglass Hut.
La hija de Blanca Romero y Cayetano Rivera vive entre Madrid y Mallorca, de donde es su chico, pero su corazón siempre mira a Asturias. “Ojalá pudiera pasar más tiempo allí porque… Verás la que me va a caer. Pero lo voy a decir, no me andaré con gilipolleces: pienso que somos más auténticos que en... En otros sitios. Siento que muchas veces hablo y la gente me mira ‘esta tía está loca, lo que acaba de decir’. En cambio, con mis amigas de Asturias no me pasa. Incluso soy la más dulce. Quizá es que el modo de comunicarnos en el norte es más brusco pero más sincero”. Lucía remata contando el orgullo que se siente por haber nacido en la cuenca minera.
Comenzó jovencísima y creció sobre las pasarelas, por eso su opinión tiene más relevancia: no compra el relato oficial de la industria de la moda. “Es un blanqueo absoluto. Se sigue midiendo el pecho, la cintura, la cadera... Sí, hay más variedad de tallas, pero seguimos con los mismos patrones”. Aunque la industria exige callar y sonreír, Lucía pactó con su representante una cláusula para pronunciarse sin censura. “Estuve con agencias que me decían que era demasiado revolucionaria para ser modelo. O que me tenía que callar más. Pero mi repre actual se ha dado por vencido (risas). Él ya sabe que no puede haber censura porque si no, estaría engañando a la gente”.
En la moda hay un blanqueo absoluto. Se sigue midiendo el pecho, la cintura, la cadera...
Ese carácter indómito –herencia de una saga de mujeres con fuerte personalidad– la impulsó a publicar la biografía Nada es lo que parece. “Ese libro es de lo que más orgullosa me siento en mi vida. Aunque también me dio mucha guerra, por recordar episodios amargos y por abrir la puerta de mi vida al juicio público: tuve que leer que era una falsa víctima y una privilegiada del nepotismo”. Lucía explica que ser hija de famosos facilita la atención de los medios pero también que la presión es inmisericorde: “Sé lo afortunada que soy y las oportunidades que se me han presentado, pero hay puertas que sigo intentando abrir a cabezazo limpio porque es más difícil que te tomen en serio”.
Sé lo afortunada que soy pero hay puertas que sigo intentando abrir a cabezazo limpio
Lucía y el... amor
Mujer de relación estable
“Una va creciendo y se le quitan los pájaros de la cabeza. Cuando creces, dices mmm, este no. Este, tampoco. Este… Hay que ser práctica, no comerse la cabeza por nada ni por nadie sino pensar en una misma, en cuidarse. Si luego vienen y me cuidan, tú cuidas. Pero hasta entonces, no cuides”. Preguntamos a Lucía quién cree que puede ser el autor o autora de esta cita. La respuesta es tan sorprendente como instantánea: “Yo (risas). ¿Hace cuánto?”. En efecto, la misma Lucía pero ocho años más joven contestaba así a este diario en la pasarela 080 Fashion. “Empecé a currar con 14 años, así que con 18 ya llevaba cuatro de carrera y había vivido situaciones sentimentales a veces complicadas. Me gusta escuchar eso en boca de una niña de 18 años. Los pájaros se me quitaron de la cabeza cuando me vine a Madrid y me metí a vivir en un piso sin ventanas por 500 euros y me dije ‘Hostia, esto es la vida de verdad”.
Lucía comparte su vida con Fernando Wagner, joven emprendedor mallorquín que nada tiene que ver con el mundo mediático. Así responde a la pregunta de si esa circunstancia la ayuda a permanecer con los pies en la tierra: “Nunca he vivido de otra manera; mi madre me dio una vida de barrio normal: la gente de mi entorno trabajaba 12 horas o a turno partido cobrando una mierda. Me crié en un pueblo, puse mis copas y consciente de mis privilegios, me llevo mejor con mi clase social. De hecho, no tengo amigos famosos”.
He hecho la prueba: muchos hombres se asoman a mis redes porque ya no les doy la chapa y me ven en bikini
Lucía ha hecho la prueba de callarse, de no decir siempre lo que piensa sin filtro, a ver qué pasa. “Desde que dejé de meterme tanto en líos, de hablar tanto, porque me afectaba bastante –la mitad de la terapia que hice era para tratar de entender comentarios absurdos de la gente– soy mucho más feliz. La gente que sacamos la voz cada día gustamos menos, yo me doy cuenta. Mira, tenía 170 mil seguidores hace unos meses, fue callarme y me subieron diez mil enseguida. ¿Qué significa eso? Que muchos hombres se asoman porque ya no les doy la chapa y me ven en bikini. Es como ‘cállate y ponte en bikini’. Es lo que siento”.
Con todo, puede más la fuerza de sus convicciones que los comentarios de gente indeseable: “Comparándonos con mi bisabuela, claro que hemos avanzado, faltaría más. Pero ahora estamos ante un peligro de retroceso muy preocupante. ¡Es que hay manifestaciones antiabortistas a día de hoy! Yo soy feminista en mi casa, con mi novio, con mis amigas y con el entorno que me voy encontrando. Y cada vez soy más muy radical porque se ven comportamientos feos de verdad, Estoy haciendo una purga increíble de gente; no me importa quedarme solita. Hay que luchar”.
No me gustan las corridas pero los toros me dieron de comer media vida

Lucía con su padre, el diestro Cayetano Rivera, en el Mutua Madrid Open.
La modelo celebra que su padre abandone este año los ruedos. “Estoy más tranquila pero es que le encanta el riesgo y si no hace esto, quizá haga otra cosa. Ahora le mola el tema de los aviones (risas). Tengo una relación muy rara los toros: los trajes de luces me vuelven loca y se los escogía a mi padre cuando me dejaban. El espectáculo me parece bello pero no la muerte. No me gustan las corridas pero los toros me dieron de comer media vida. ¿Cómo puedo juzgar esa profesión?”.