Lindsay Lohan (Nueva York, 39 años) vuelve a la primera línea con el estreno de Ponte en mi lugar otra vez junto a Jamie Lee Curtis y, a la vez, con un testimonio descarnado sobre el coste de la fama. En conversación con The Sunday Times, la actriz explica cómo la persecución mediática marcó su juventud y cómo condiciona hoy la crianza de su hijo, Luai.
“No quiero que mi familia viva la experiencia de ser perseguida por los paparazis como yo. Fueron momentos aterradores de mi vida —sufro de TEPT extremo [Trastorno por estrés postraumático] por este tipo de cosas—. Situaciones muy invasivas. Realmente aterradoras. Y rezo para que cosas así no vuelvan. No es seguro. No es justo”, afirma.
Una infancia bajo el objetivo
Lohan sufrió durante años una persecución mediática “realmente aterradora” que aún deja huella en su salud mental
Lohan, casada desde 2022 con el empresario Bader Shammas y madre desde 2023, sostiene que en casa hablan “constantemente” sobre cómo gestionar su resurgir mediático y la exposición del pequeño: “¿Queremos mostrar a nuestro hijo? Lo sabremos cuando sea el momento adecuado”. Esa cautela se traduce en un control estricto de su imagen familiar en redes.
Lindsay Lohan, junto a Jamie Lee Curtis, protagoniza la secuela del clásico que ambas compartieron hace más de 20 años
La actriz también revisita el relato de su salto a la edad adulta bajo un foco permanente. “La fama es algo a lo que te apuntas”, concede, para matizar después: “Quieres alcanzar el reconocimiento, aunque quizás no todos los aspectos que conlleva. No estás pidiendo que te sigan ni que la gente se entrometa”.
A día de hoy, procura detectar cuándo hay cámaras alrededor: “Muchas veces es alguien que está conmigo quien se da cuenta de que alguien está grabando. Creo que he vivido con eso tanto tiempo que ya no importa”, dice; aun así, prefiere el trato directo: “Da miedo. Es muy incómodo. Preferiría que simplemente me preguntaran si me pueden hacer una foto o no, te vuelves cauteloso con cada movimiento que haces”.
Fue aterrador. Nadie debería vivir algo así, y menos un niño”
Como contrapeso, Lohan cree que el ecosistema actual ofrece a los artistas herramientas para narrarse sin intermediarios: “Siento que ya no es tan grave como antes [sobre las persecuciones mediáticas]. Era peor cuando yo era joven. Gracias a las redes sociales, la gente puede contar su propia historia de la forma en que quieren que sea contada. Han recuperado el control de su vida”. Separar lo privado de lo público, admite, “fue difícil… porque nadie te enseña cómo hacerlo”.
Con una filmografía que acompaña su “segunda oportunidad” —impulsada también por sus títulos navideños—, Lohan traza ahora un perímetro claro: proteger a su hijo, decidir cuándo y cuánto mostrarse y, sobre todo, poner palabras a aquello que la dañó. El diagnóstico —“TEPT extremo” por años de acoso— y los límites que hoy reivindica son parte de la misma historia: la de una actriz que aprendió a recuperar el control de su vida.

