Kamehameha I: el 'Napoleón del Pacífico' que unificó las islas Hawái

Historia contemporánea

El primer rey del archipiélago acabó con siglos de divisiones entre clanes gracias al apoyo de las armas de fuego occidentales

Horizontal

Estatua del rey Kamehameha I en Honolulu, capital del actual Estado estadounidense de Hawái

Joel Carillet / Getty

Quizás para la mayoría, kamehameha sea simplemente una ficticia técnica de combate de un famoso manga. Pero para los hawaianos, es el nombre del personaje más importante de su historia. Su héroe nacional. Su Athelstan. Su Simón Bolívar. Rey guerrero y el primero de la dinastía que gobernó Hawái cerca de un siglo, unificó este archipiélago de 137 islas e islotes volcánicos del Pacífico, hasta entonces dividido en varios clanes enfrentados, gracias a la mejor combinación de armas de fuego y habilidad política. 

Mantuvo además las tradiciones polinesias propias y preservó la independencia del joven estado ante las presiones coloniales, aunque también dio los pasos para la modernización del país tras siglos y siglos de aislamiento y se apoyó en los occidentales siempre que le convino. Incluso dictó leyes que algunos consideran hoy modelo para los derechos humanos en tiempos de guerra. El hoy estado número 50 de los EE.UU. le debe su bandera —Union Jack incluida— al monarca fundador, al que se le venera con grandes estatuas y día nacional. Incluso el Capitolio, en Washington, homenajea a Kamehameha I el Grande con su propia efigie al lado de otras celebridades del país.

El monarca mantuvo las tradiciones polinesias y preservó la independencia del joven estado ante las presiones coloniales

La biografía del rey Kamehameha tiene también mucho de leyenda, de manera que entre sus hazañas se cuentan proezas imposibles y poderes mágicos. Empezando por su nacimiento. Aunque no se sabe con certeza, habría nacido en 1758, justo cuando el cometa Halley pasaba por encima de las islas. Una antigua profecía local señalaba que aquel que naciera cuando “una luz deslumbrara el cielo con plumas como un pájaro” estaba predestinado a ser un gran gobernante. Y así ocurrió. Pero lo más probable es que estas leyendas, como ha sucedido muchas otras veces en la historia, se difundieran a posteriori, precisamente para legitimar el poder del rey.

Sea como sea, lo cierto es que el futuro monarca, de nombre real el larguísimo Kalani Paiʻea Wohi o Kaleikini Kealiʻikui Kamehameha o ʻIolani i Kaiwikapu kauʻi Ka Liholiho Kūnuiākea, era hijo de una familia noble de la isla de Hawái —no confundir con el archipiélago entero—, y vivió sus primeros años en un contexto de continuo choque entre las distintas familias de poder. Muerto su padre de joven, en el contexto de estas guerras, quedó bajo custodia de su tío Kalaniopu, en ese momento rey de una de las regiones de la isla.

Horizontal

La llegada del explorador británico James Cook a la isla de Hawái cambió la vida de los nativos para siempre

UniversalImagesGroup / Getty

La vida de los hawaianos cambiaría para siempre en enero de 1778, fecha en la que el explorador británico James Cook atracó en Hawái durante un viaje que, en realidad, buscaba una ruta del célebre paso del noroeste. Cook y los suyos llegaron casi por casualidad a esas remotas islas en medio del Pacífico, a las que bautizaron como Islas Sandwich, y fueron el primer contacto de los nativos con el mundo occidental —una salvedad: se cree que los españoles podrían haber llegado antes, pero no existen pruebas concluyentes—. Entre viaje y viaje, Cook estuvo hasta en tres ocasiones en el archipiélago y, aunque las primeras impresiones fueron positivas, la historia acabó mal: el capitán inglés murió acuchillado un año después por uno de los habitantes, en unos hechos que nunca han sido aclarados.

Sin embargo, esa primera toma de contacto fue decisiva también para el joven Kamehameha. Se dice que él mismo subió a uno de los barcos británicos de la expedición y descubrió todo el poder de la tecnología de esos curiosos extranjeros. Y es que, una vez descubierto el archipiélago, las potencias occidentales vieron en la zona un lugar perfecto de paso para las rutas comerciales del Pacífico, y los gobernantes locales más hábiles supieron aprovecharse de la situación para sus disputas internas. De hecho, rápidamente las armas de fuego entraron en la isla a cambio de otros productos rumbo al Reino Unido —el material estrella fue la preciada madera de sándalo—, y tuvieron un papel decisivo en el ascenso al poder de nuestro protagonista. 

A la muerte de Kalaniopu, le sucedió en el poder su hijo Kiwalao. Temeroso de la creciente fama que se estaba ganando su primo, el nuevo rey le colocó en un cargo religioso de gran prestigio, pero escaso poder real. Sin embargo, ocurrió lo que tenía que ocurrir y Kamehameha, medio desterrado en un extremo occidental de la isla, reforzó su imagen de elegido, reunió a un gran número de adeptos y declaró la guerra a su pariente. El detonante fue la supuesta provocación de Keoua, hermano de Kiwalao, pero hay consenso entre los historiadores de que más bien aquello fue un pretexto.

Bien asesorado ya por un buen puñado de occidentales, una nueva leyenda legitimaría la candidatura de Kamehameha a gobernar el reino: decía la profecía que quien pudiera mover la piedra Naha, de unas dos toneladas, gobernaría todo el Pacífico. Y así lo hizo. Supuestamente.

Merced a los mosquetes británicos y a un numeroso ejército, Kamehameha marchó hacia al este para derrocar a Kiwalao. En la retaguardia, otros caudillos se alzaron contra él, por lo que la guerra se fragmentó en varios bandos y se recrudeció. Sin embargo, resultó victorioso y se erigió, tras casi nueve años de guerra, en gobernante único de la isla. Por el camino, había destronado a su primo y se había casado con la hija de este, Keopuolani, derrotando asimismo al resto de caciques locales. En torno a 1791, tras una nueva rebelión en la región de Puna, finalmente sofocada, la primera fase de sus conquistas quedaba sellada.

Horizontal

Marae o templo de la tradición religiosa polinesia, dedicado en este caso al rey Kamehameha, en una ilustración del siglo XIX

ilbusca / Getty

Animado por sus éxitos, se propuso lo que nadie había logrado: unificar el resto del archipiélago. De sur a norte y de este a oeste, preparó las campañas para la conquista de Maui, Molokai y Oahu, esta última el reto más difícil al ser la isla, entonces y todavía hoy, más poblada. Otra vez con el apoyo occidental, construyó una flota espectacular de 1.200 canoas de guerra que podían transportar hasta 12.000 hombres. En Maui, fue coser y cantar, pero a costa de una sangrienta batalla en Wailuku que aún se recuerda con el nombre de “el estancamiento de las aguas”, por la cantidad de cuerpos que taponaron el río.

Pero Oahu fue el hueso más duro de roer: sorpresivamente para los invasores, el ejército del rey Kalanikupule también estaba bien armado con cañones gracias al comercio con los occidentales que vieron negocio en la guerra. Fue necesaria la dura batalla de Nuanu, en 1795, para que Kamehameha concluyera su empresa: más de 700 guerreros de Oahu fueron finalmente emboscados y empujados por el acantilado del mismo nombre.

Con la caída de Maui, Molokai y Oahu, solo faltaban las dos islas más al oeste para conquistar, Kauai y Niihau, pero el caudillo local puso las cosas fáciles y se las cedió en 1810. Es la fecha en la que Kamehameha, al modo occidental, se autoproclamó primer soberano del Reino de Hawái. 

Kauai

Oahu

Nihau

Molokai

Honolulu

Maui

Lanai

Océano Pacífico

Kaholawe

Hawaii

N

50 km

Kauai

Oahu

Nihau

Molokai

Honolulu

Maui

Lanai

Océano Pacífico

Kaholawe

Hawaii

N

50 km

Kauai

Nihau

Oahu

Molokai

Honolulu

Maui

Océano Pacífico

Lanai

Kaholawe

Hawaii

N

50 km

Lee también

Durante su corto reinado hasta 1819, Kamehameha se destacó por dotar al país de las herramientas del Estado moderno. Creó un corpus legal sólido y una administración, y ratificó los acuerdos con las grandes potencias que le habían permitido sus victorias. No solo llegaron comerciantes, sino que los primeros misioneros recalaron en las islas con el objetivo, poco exitoso al principio, de “civilizar” y convertir a los nativos al cristianismo. De hecho, el propio rey era muy reacio a las creencias extranjeras y mantuvo el tabú, es decir, las reglas morales ancestrales polinesias, como principio del reino. 

De forma muy hábil, el monarca supo ganar apoyos de británicos, estadounidenses y japoneses a conveniencia, y no permitió a los occidentales poseer tierras en Hawái. Al mismo tiempo, mantuvo sus buenos lazos con sus consejeros occidentales, entre los que se cuenta el jerezano Francisco de Paula Marín Grassi. Su fama de conquistador implacable y gobernante recio llegó a Londres, donde quizás a modo de chanza, se le conoció como “el Napoleón del Pacífico”. El hawaiano y el corso fueron contemporáneos. 

Con su juego diplomático, Kamehameha, sentó las bases de la independencia hawaiana durante casi todo el siglo XIX. Le sucedieron los reyes Kamehameha II, III, IV y V, que consolidaron el reino al mismo tiempo que lo abrían más al comercio exterior y a las misiones evangelizadoras.

El Estado, poco a poco, también se iba democratizando. Cristianismo protestante, terratenientes blancos y enfermedades víricas entraron sin cesar en esos años que serían de decadencia. La mermada población local pronto se convirtió a la nueva religión y los intereses occidentales, especialmente estadounidenses, fueron en aumento. A finales de siglo, el poder de la monarquía ya era más simbólico que real.

Vertical

Antigua fotogragía de la reina Liliuokalani, la última soberana de Hawái antes que el archipiélago fuera anexionado a los EE.UU., en 1898 

ilbusca / Getty

Y Hawái dejó de ser un estado soberano cuando EE.UU. dijo basta y decidió, sin ampararse en legalidad alguna, que se anexionaba el nuevo territorio. Para los estadounidenses era un momento de expansión y un puerto en medio del Pacífico resultaba estratégico. Los estadounidenses alentaron las conspiraciones internas hasta que lograron la anhelada unión por la fuerza en 1898, firmada por el presidente William McKinley.

De esta manera, la última soberana del país, la reina Liliuokalani —descendiente del conquistador, pero de una línea dinástica distinta— fue finalmente depuesta. Su resistencia, junto a un grupo de nativos, resultó en vano. El legado de Kamehameha I había caído apenas un siglo después.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...