La República de Weimar, aquel frágil experimento democrático que surgió de las cenizas de la Primera Guerra Mundial, se caracterizó por una inestabilidad política crónica y una polarización social extrema. En este contexto, la figura de Franz von Papen, un político conservador que sirvió como canciller de Alemania en 1932, desempeñó un papel crucial, aunque inadvertidamente destructivo, en el ascenso de Adolf Hitler al poder. Von Papen, un aristócrata católico y miembro del Partido del Centro, representaba a una derecha tradicional que subestimó la amenaza del nacionalsocialismo y creyó que podía controlar a Hitler para sus propios fines.
Esta ingenuidad política no solo permitió la consolidación del régimen nazi, sino que también llevó a la eliminación violenta de la oposición, tanto de izquierdas como de derechas, en los años siguientes. La famosa Noche de los cuchillos largos en 1934, en la que Hitler ordenó el asesinato de varios líderes de las SA y de figuras conservadoras que podían desafiar su autoridad, marcó el punto final de cualquier ilusión de que los conservadores podían coexistir con el nazismo.
La ingenuidad política permitió la consolidación del régimen nazi y la eliminación violenta de la oposición
Franz von Papen asumió el cargo de canciller en junio de 1932, en un momento en que Alemania estaba sumida en una profunda crisis económica y política. El desempleo alcanzaba niveles récord, y el sistema parlamentario de Weimar parecía incapaz de ofrecer soluciones efectivas. Von Papen, un político hábil pero profundamente arrogante, creía que podía manipular a Hitler y utilizar al Partido Nacionalsocialista (NSDAP) como un instrumento para debilitar a la izquierda y restaurar el poder de las élites conservadoras. Esta estrategia, sin embargo, se basaba en una lectura errónea de la naturaleza del nazismo y de la ambición personal de Hitler. Von Papen y otros conservadores subestimaron la capacidad de Hitler para consolidar su poder y eliminar a sus rivales, tanto dentro como fuera de su propio partido.
La decisión de Von Papen de persuadir al presidente Paul von Hindenburg para que nombrara a Hitler como canciller en enero de 1933 fue un error catastrófico. Aunque von Papen inicialmente se aseguró de que los conservadores tuvieran una presencia significativa en el gabinete, creyendo que esto limitaría la influencia de Hitler, rápidamente se demostró que esta era una ilusión. Hitler actuó con rapidez para consolidar su poder, utilizando el incendio del Reichstag en febrero de 1933 como pretexto para suspender las libertades civiles y reprimir a la oposición comunista y socialdemócrata. Para cuando Von Papen y otros conservadores se dieron cuenta de la magnitud de su error, ya era demasiado tarde. El régimen nazi había comenzado a desmantelar sistemáticamente las instituciones democráticas y a establecer un estado totalitario.

Adolf Hitler, ya canciller de Alemania, saluda al presidente, Paul von Hindenburg, ante la iglesia de la Guarnición de Potsdam, el 21 de marzo de 1933
La Noche de los cuchillos largos, que tuvo lugar entre el 30 de junio y el 2 de julio de 1934, fue un punto de inflexión en la consolidación del poder de Hitler. En este episodio, el canciller ordenó el asesinato de Ernst Röhm, líder de las SA, y de otros opositores políticos, incluidos varios conservadores que habían sido aliados clave de Von Papen. Entre las víctimas se encontraban figuras como Kurt von Schleicher, un excanciller, y Edgar Jung, un destacado intelectual conservador. Este acto de violencia no solo eliminó a posibles rivales dentro del movimiento nazi, sino que también envió un mensaje claro a los conservadores: cualquier resistencia al régimen sería aplastada sin piedad. Von Papen, aunque no fue asesinado, fue marginado políticamente y perdió toda influencia real. La derecha conservadora, que había creído poder controlar a Hitler, se encontró completamente subordinada al régimen nazi.
Este episodio histórico ofrece una lección crucial para las derechas democráticas actuales en Europa, que enfrentan el desafío de lidiar con fuerzas populistas y de ultraderecha en un contexto de creciente polarización y descontento social. En países como Francia, España, Italia y Alemania, partidos de ultraderecha como Agrupación Nacional, Vox, la Liga y Alternativa para Alemania (AfD) han ganado terreno electoral, aprovechando el malestar económico, la inmigración y la desconfianza hacia las élites políticas tradicionales. Al igual que en la década de 1930, estas fuerzas populistas y de ultraderecha presentan un desafío existencial para las democracias liberales, y la forma en que las derechas democráticas respondan a este desafío será crucial para el futuro de Europa.
Uno de los mayores riesgos es que las derechas democráticas caigan en la misma trampa que Franz von Papen y otros conservadores en la República de Weimar: creer que pueden utilizar a los populistas y ultraderechistas para sus propios fines, sin darse cuenta de que están alimentando una fuerza que eventualmente los superará y los destruirá. En algunos casos, las derechas tradicionales han optado por formar coaliciones o acuerdos tácticos con partidos de ultraderecha, creyendo que esto les permitirá mantener el control del poder político. Sin embargo, esta estrategia es profundamente arriesgada, ya que legitima a fuerzas que rechazan los principios fundamentales de la democracia liberal, como el pluralismo, el Estado de derecho y los derechos humanos.
Las derechas democráticas actuales en Europa enfrentan un dilema similar
Además, al igual que en la década de 1930, existe el peligro de que las derechas democráticas subestimen la capacidad de los populistas y ultraderechistas para consolidar su poder una vez que acceden a posiciones de influencia. Los partidos de ultraderecha actuales, aunque pueden presentarse como defensores de la democracia y los valores tradicionales, a menudo tienen agendas autoritarias y excluyentes que son incompatibles con el funcionamiento de una democracia pluralista y liberal. Si las derechas democráticas no son capaces de resistir la tentación de colaborar con estas fuerzas, corren el riesgo de repetir los errores del pasado y permitir el surgimiento de regímenes autoritarios.
Sin embargo, también hay razones para el optimismo. A diferencia de la década de 1930, Europa cuenta hoy con instituciones internacionales sólidas, como la Unión Europea, que pueden actuar como un freno a los excesos autoritarios. Además, las sociedades europeas son más diversas y están más comprometidas con los valores democráticos que en el período de entreguerras. Las derechas democráticas tienen la responsabilidad de defender estos valores y de ofrecer una alternativa creíble y constructiva al populismo y la ultraderecha. Esto implica no solo rechazar cualquier forma de colaboración con fuerzas antidemocráticas, sino también abordar las causas subyacentes del malestar social, como la desigualdad económica, la exclusión política y la inseguridad cultural.
Cuatro obras recomendadas
Síndrome 1933: De cómo Hitler llegó al poder, de Siegmund Ginzberg
Este libro es una excelente elección para comprender cómo Adolf Hitler logró consolidar su poder en 1933. Ginzberg analiza con detalle los errores políticos, las alianzas fallidas y las decisiones clave que permitieron el ascenso del nazismo, ofreciendo paralelismos con la situación política actual. Es una lectura esencial para entender el papel de figuras como Franz von Papen y las consecuencias de su ingenuidad política.
El colapso de la República de Weimar, de Hans Mommsen
Hans Mommsen, uno de los historiadores más destacados en el estudio de la República de Weimar, ofrece un análisis profundo de las causas que llevaron al colapso de la democracia alemana y al ascenso del nazismo. El libro examina la fragilidad de las instituciones democráticas, la polarización política y los errores estratégicos de las élites conservadoras, proporcionando un valioso contexto histórico.
La llegada del Tercer Reich, de Richard J. Evans
Este libro, el primero de la trilogía sobre el Tercer Reich escrita por Richard J. Evans, es una obra magistral que describe el ascenso de Hitler al poder. Evans combina un relato narrativo con un análisis riguroso de los factores políticos, sociales y económicos que facilitaron la llegada del nazismo. Es especialmente útil para entender cómo las derechas tradicionales subestimaron a Hitler y cómo este logró eliminar a sus rivales, tanto dentro como fuera del partido nazi.
La Europa negra: El siglo XX y sus lecciones, de Mark Mazower
Fundamental para entender los vaivenes políticos e ideológicos de Europa en el siglo XX. Mazower analiza cómo las democracias europeas colapsaron en algunos países y dieron paso a regímenes autoritarios, fascistas y totalitarios. Su enfoque en las dinámicas políticas, sociales y culturales de la época ofrece una visión panorámica que ayuda a comprender no solo el caso alemán, sino también las interconexiones entre los distintos movimientos autoritarios en Europa. Es especialmente útil para trazar paralelismos entre el ascenso del nazismo y los desafíos actuales de las democracias europeas frente al populismo y la ultraderecha.