Emilce Cuda, teóloga, sobre el Papa Francisco e Instagram: “Estamos en la época de las redes sociales y la inteligencia artificial; el gran reto para los cristianos es saber adaptarse a este mundo nuevo”
Duelo global
Con su cuenta en esta red social, Francisco seguía la estela de otros pontífices conscientes del impulso que la tecnología puede ofrecer a su misión
Emilce Cuda, teóloga de la Comisión Pontificia para América Latina
Las redes sociales son algo bastante más serio de lo que parece. En 2016, a los tres años de su elección, Francisco se convirtió en el primer pontífice de la Iglesia católica que se unía a Instagram. Utilizó como nombre de usuario “franciscus”. “Rezad por mí” fueron las primeras palabras que posteó. A continuación, anunció su voluntad de recorrer “el camino de la misericordia y de la ternura de Dios”. Su predecesor, Benedicto XVI, había sido a su vez pionero en Twitter, con los dos millones de seguidores de su cuenta en inglés. Bergoglio consiguió incrementar esta cifra a once millones.
Detrás de estas decisiones había una estrategia mediática bien meditada: el Vaticano se proponía aprovechar los avances tecnológicos para extender el mensaje cristiano, sobre todo entre los jóvenes. Francisco, tras ser elegido, anunció que la Iglesia debía estar presente en Internet con un propósito evangelizador. El catolicismo, según su máximo líder, debía adaptarse a los nuevos tiempos a través de la búsqueda de nuevos caminos con los que dar a conocer sus valores. Había que tener en cuenta que las redes sociales, para muchas personas, se habían transformado en un “ambiente de vida”.
Bergoglio, por otra parte, concedió entrevistas a medios de comunicación como ninguno de sus antecesores había hecho antes. En España recordamos, sobre todo, la que realizó Jordi Évole. También protagonizó un programa para Disney+ donde habló con adolescentes de distintas nacionalidades.
No era la primera vez que el catolicismo romano intentaba beneficiarse del progreso para llegar a las masas. En La invención del papado contemporáneo (La Catarata, 2025), Vicente Jesús Díaz Burillo y Diego Alejandro Mauro nos muestran cómo diversos papas trataron de adaptarse a un mundo en permanente cambio. Incluso un pontífice tradicionalista como Pío IX hizo concesiones al espíritu de los tiempos al ser el primero en fotografiarse, decisión que no gustó al ala más conservadora de su entorno, temerosa de que la imagen acabara por destruir el aura de sacralidad del papa. La decisión, sin embargo, se demostró acertada en términos propagandísticos al permitir que la imagen del papa llegara a todo el mundo.
Tras la Revolución Francesa de 1789, la Iglesia se había opuesto frontalmente a la modernidad. Sin embargo, a medida que pasaban los años, su actitud se hizo más matizada. Comprendió, como señala Manlio Graziano en El siglo católico (RBA, 2012), que debía reconocer los aspectos positivos del progreso o imprimirles “un sello cristiano”. Era una cuestión de supervivencia.
La utilización de los medios de comunicación de masas se inscribe dentro de este tipo de estrategia. Pío IX también destacó por su apoyo a los periódicos católicos, lo que entonces se denomina “buena prensa”. Roma adquirió, en 1861, L’Osservatore Romano, el que hoy sigue siendo el periódico oficioso de la Santa Sede.
Papa Pio IX (Pius IX) (1871)
La Iglesia tampoco descuidó el mundo de las ondas. El Vaticano encargó a Guglielmo Marconi la construcción de una antena de radio. Estuvo lista en 1930 y empezó a emitir un año después. Gracias a esta herramienta, el pontífice potenció su imagen como líder global. La radio, según Pío XI, constituía un poder dado a los hombres para predicar el mensaje de Dios. Poco más tarde, en 1936, la radio vaticana se incorporó a la Unión Internacional de Telecomunicaciones. Ya entonces difundía noticias en varios idiomas. Los periodistas católicos implicados, según la Iglesia, realizaban un importante apostolado. Su contribución resulta decisiva en la lucha contra el comunismo, por entonces en auge.
En esta ocasión, la Iglesia se ponía la vanguardia de las comunicaciones en un proceso paralelo a la creación de otras radios estatales. La BBC británica, por ejemplo, no se había creado mucho antes.
El papa Benedicto XVI en los estudios de la Radio Vaticana con motivo del 75.º aniversario de la emisora, fundada en 1931 por encargo de Pío XI
La prensa, la radio y la televisión tuvieron una importancia determinante en el desarrollo del catolicismo. No se entiende, sin ellas, el formidable impacto del Concilio Vaticano II. La Iglesia habló entonces por primera vez de los medios de comunicación en el decreto Inter mirifica, que se iniciaba con una valoración positiva de unos instrumentos capaces de “cultivar el espíritu” y de “propagar y fortalecer el Reino de Dios”. Siempre que se emplearan con rectitud, eso sí. Los padres conciliares hacían esta precisión porque creían que, en la práctica, su mal uso resultaba perjudicial. De ahí la “maternal angustia” que sentía la Iglesia. Esta proclamaba su derecho a poseer medios de comunicación siempre que estuvieran al servicio de la educación cristiana y de la salvación de las almas.
Curiosamente, el Vaticano fue uno de los últimos estados donde llegó la televisión. Hubo que esperar a 1983, de la mano de Juan Pablo II, para que se creara Vatican Media. Karol Wojtyla demostraría durante su mandato una acusada sensibilidad por los aspectos comunicativos de su liderazgo. Sus continuos viajes y sus actos masivos mostraban una clara voluntad de aprovechar las ventajas de la sociedad del espectáculo para trasmitir un contenido espiritual. Así, no sin críticas dentro de sus propias filas, Juan Pablo II se convirtió en una especie de estrella del rock. Entre tanto, sorprendía a la opinión pública con gestos inéditos, como la convocatoria de una rueda de prensa en la que se mezcló con los periodistas. Se dio la paradoja de un hombre que se movía con soltura ante los medios mientras, el terreno doctrinal, apostaba por el tradicionalismo. Su figura parecía moderna y antimoderna a la vez.
Bajo el pontificado de Francisco se ha vuelto a poner de manifiesto la voluntad de la Iglesia de no perder el tren de los tiempos. “Internet es un regalo de Dios”, dijo Bergoglio. La teóloga argentina Emilce Cuda, de la Comisión Pontificia para América Latina, destaca que la época de la galaxia Gutenberg ya ha pasado. No estamos en la época del libro, sino en la de las redes sociales y la inteligencia artificial. El gran reto para los cristianos es saber adaptarse a este mundo nuevo, en el que ya no sirven las recetas propias de un siglo XX en el que lo importante todavía eran las naciones. Ahora cuenta el idioma, no el territorio. Eso es lo que hace que un influencer pueda llegar a millones de personas, aunque viva en un país remoto.
En la actualidad, la Iglesia católica cuenta con un sistema mediático que le facilita su pretensión de ejercer una influencia ideológica a nivel global. Aunque es cierto que, en Europa, su autoridad moral se encuentra en retroceso, la imagen cambia si tenemos en cuenta el dinamismo de otros continentes. Eso explica la elección de Francisco, el primer papa latinoamericano. ¿Será su sucesor africano o asiático? Pronto lo sabremos.