El primer astronauta de España llegó a Marte en plena dictadura franquista: las aventuras de radionovela y tebeo de Diego Valor

Cultura popular

En el otoño de 1953, la radio española vivió un hito inesperado: el nacimiento de Diego Valor, el primer piloto del espacio creado en nuestro país

Portada del n.º 1 de ‘Diego Valor’ (Ediciones Cid, 1954), con guion de Jarber e ilustrada por Bayo y Buylla

Portada del n.º 1 de ‘Diego Valor’ (Ediciones Cid, 1954), con guion de Jarber e ilustrada por Bayo y Buylla

Fuente: Tebeosfera

El personaje de Diego Valor no era una idea totalmente original. Estaba inspirado en otro similar llamado Dan Dare, producto de la imaginación de Frank Hampson, un ilustrador y guionista británico. Hampson empezó a publicar sus aventuras en forma de historieta en una revista juvenil, con un estilo inmensamente minucioso, hasta el punto de que solía incluir vistas del interior y los mecanismos de las naves, confiando en que tuviesen cierto valor educativo.

A partir de 1951, las hazañas de Dan Dare se hicieron tan populares que dieron lugar a un serial radiofónico emitido a diario por Radio Luxemburgo. Dos años después, Radio Madrid adquirió los derechos de reproducción, pero las circunstancias políticas de la época aconsejaron dar al héroe británico un barniz que lo españolizara.

Portada de la revista ‘Eagle’ de 1964 con una historieta de “Dan Dare, piloto del futuro”

Portada de la revista ‘Eagle’ de 1964 con una historieta de “Dan Dare, piloto del futuro”

Universal History Archive/Universal Images Group via Getty Images

El serial, estructurado en capítulos de solo quince minutos, gozó de un éxito inmediato. Lo ofrecían las emisoras de la cadena SER todas las tardes entre la última radionovela y el consultorio de Elena Francis, pero la escaleta iba tan ajustada que muchas veces había que cortar el episodio a la mitad, con la consiguiente indignación de sus seguidores.

Para el programa se recurrió al cuadro de actores de radionovela de Radio Madrid, todos ellos muy conocidos por su participación en otros seriales. En diferentes temporadas, Pedro Pablo Ayuso, Eduardo Lacueva y Joaquín Peláez pusieron voz a Diego Valor, y Juana Ginzo, Alicia Altabella y María Romero, a su devota compañera, la doctora Beatriz Fontana. 

Compañeros de aventuras

La personalidad de la doctora Fontana resultaba sorprendentemente avanzada para la época. Con terminología moderna, podríamos decir que era una mujer “empoderada”. Ella misma se presentaba como “doctora en ciencias físiconaturales –significara lo que significara esa especialidad–, ingeniera electrónica, ingeniera sideral, piloto espacial”, e “insensible frente al peligro”. Su papel era tan activo como el de sus compañeros de aventuras, en claro contraste con los personajes femeninos lánguidos y resignados que abundaban en otras novelas de aquellos años.

Comienzo del extra núm. 1 de Diego Valor (XII, 1954), Ediciones Cid. Con la doctora Beatriz Fontana, el capitán Miguel Portolés y la princesa Kira

Comienzo del extra núm. 1 de Diego Valor (XII, 1954), Ediciones Cid. Con la doctora Beatriz Fontana, el capitán Miguel Portolés y la princesa Kira

Fuente: Tebeosfera

El resto de personajes que daban apoyo a Valor formaban un equipo internacional que trataba de satisfacer a todos los gustos. Su hombre de confianza, el capitán Miguel Portolés, era español. Había dos tenientes, Hank Hoggan, alemán, y Pierre Lafitte, francés, ambos con un marcadísimo acento extranjero. Y para dar el toque exótico, más adelante se añadió otro personaje femenino, Kira, una princesa venusiana rubia y de tez blanca, que acabaría ennoviada con Portolés.

Para entonces, el hombre ya había explorado la Luna y Marte y conocía la existencia de habitantes en Venus. De hecho, ahí comienzan las aventuras de Diego Valor y de su irreductible enemigo, el malvado gran Mekong, emperador de los wiganes.

El villano Mekong en la portada del n.º 17 de ‘Diego Valor’ (Ediciones Cid, 1954), con guion de Jarber e ilustrada por Bayo y Buylla

El villano Mekong en la portada del n.º 17 de ‘Diego Valor’ (Ediciones Cid, 1954), con guion de Jarber e ilustrada por Bayo y Buylla

Fuente: Tebeosfera

Al adaptar la serie original, nadie se molestó en cambiar esos nombres: el malo de Dan Dare se llama también Mekong, y, en los cómics británicos, tenía un sorprendente parecido con los marcianos cabezudos de la película Mars Attacks!

Para la banda sonora, el maestro Rafael Trabuchelli compuso el Himno de Diego Valor, que incluía épicas llamadas a que los soldados de la Tierra “mostrasen en otros mundos su ardor”. Lo cierto es que ese himno sonaba poco, ya que muchas veces las prisas por ajustar la escaleta del programa obligaban a cortar la introducción y pasar directamente al meollo del capítulo.

La música que sí ambientaba cada episodio era la marcha de El amor de las tres naranjas de Serguéi Prokófiev. Probablemente sus herederos (había fallecido un año antes de que se estrenaran las aventuras de Diego Valor) nunca vieron un duro de derechos de autor, un concepto que en aquellos tiempos no pasaba de ser una mera sugerencia. Por cierto, esa composición resulta tan adecuada para ambientar gestas espaciales que muchos años después puede reconocerse cierta similitud con la Marcha Imperial que acompaña la aparición de Darth Vader en la Guerra de las Galaxias.

De las ondas al papel

Muy pronto, la popularidad del serial radiofónico dio paso a un tebeo, que era como se denominaban entonces los cómics. Dada la escasez de papel, se imprimía en recortes sobrantes de periódicos y otras publicaciones, lo que obligaba a adoptar un formato alargado que solo permitía dos filas de viñetas por página.

Cada cuadernillo constaba de dieciséis páginas en modesto blanco y negro, con la portada, eso sí, en color. Los primeros se vendían a cincuenta céntimos de peseta (al cambio, un tercio de céntimo de euro actual); luego subieron a setenta y cinco, y, al final, algunos números especiales de lujo llegaron a valer cinco pesetas.

Página interior del extra núm. 1 de Diego Valor (XII, 1954), Ediciones Cid

Página interior del extra núm. 1 de Diego Valor (XII, 1954), Ediciones Cid

Fuente: Tebeosfera

El adaptador de las primeras aventuras de Diego Valor (y guionista de las posteriores, cuando se terminó el material original) fue Enrique Jarnés Bergua, que escribía bajo el seudónimo de Jarber. Militar de profesión, era coronel cuando recibió el encargo. Tal vez eso influyó en su decisión de eliminar a su competencia, rebajando el empleo del ficticio coronel Dan Dare hasta un mero comandante Valor. Con un par de estrellas menos en la bocamanga.

Bergua también fue autor de varias docenas de novelas de quiosco, desde folletines románticos a aventuras del oeste. Años después, llegaría al generalato, al frente del Servicio de Publicaciones del Estado Mayor del Ejército.

Un éxito cósmico

La confección de los cuadernillos quedó a cargo de dos jóvenes ilustradores, Adolfo Álvarez Buylla, asturiano, hijo de un diplomático exiliado, y Braulio Rodriguez, lucense, que firmaba como Bayo. Álvarez Buylla se encargaba de los bocetos y la composición de las páginas, mientras que Bayo realizaba el entintado y, en ocasiones, el coloreado.

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Acosados por la obligación de producir una historieta semanal que siguiese de alguna forma el desarrollo del serial radiofónico, ambos dibujantes recurrieron a un estilo esquemático y poco detallado. A veces, de calidad francamente pobre. La mayoría de viñetas se limitaban a primeros planos de los protagonistas, con los correspondientes “globos” en los que inscribían los diálogos, a veces farragosos, siempre de acuerdo con los principios que impregnaban oficialmente la autárquica sociedad de la época.

El primer cuadernillo de Diego Valor, publicado por la editorial Cid, apareció el 20 de junio de 1954, un año después de que la serie de radio comenzara, y funcionó hasta 1956 (un total de ciento veinticuatro ediciones semanales). Al año siguiente se lanzó la segunda serie, que acumuló otras cuarenta y cuatro ediciones hasta su cierre en 1958. En su momento de máximo apogeo, la tirada llegó a los ciento veinticinco mil ejemplares. Entretanto, la serie radiofónica se alargó hasta los mil doscientos capítulos, transmitidos a través de ciento cincuenta emisoras.

Villanos del futuro

La acción se situaba en el siglo XXI; más o menos, en el momento actual. Madrid era la capital de la Tierra, unificada bajo un gobierno único. El cosmódromo principal estaba en Alcalá de Henares. La academia de pilotos espaciales, en una localidad ficticia en el Sáhara español. Todo muy a tono con el espíritu imperial que impregnaba la retórica oficial.

El villano Mekong en la portada núm. 23 de 'Diego Valor'

El villano Mekong en la portada del n.º 23 de 'Diego Valor'

Terceros

Todo héroe necesita enemigos. El más icónico fue el malvadísimo gran Mekong de Venus. Para que no quedasen dudas sobre su perverso carácter, los dibujantes lo pintaron con un cráneo aplastado, calvo, con piel verde sapo y unas orejas puntiagudas, precursoras de las que años más tarde luciría Mr. Spock en Star Trek.

Vencido y desaparecido el Mekong, sus ansias de mal fueron recogidas por su hijo, Senrok, que, en las tiras ilustradas, aparecía vestido como un príncipe de opereta. Fue relevado por su señora madre, Frieya, aún más vengativa y cuyo nombre evocaba la mitología vikinga. Luego vinieron otros villanos de variado pelaje, que nunca alcanzaron el icónico estatus del primer Mekong.

La villana Frieya en la portada del n.º 115 de 'Diego Valor (Ediciones Cid, 1956), con guion de Jarber e ilustrada por Bayo y Buylla

La villana Frieya en la portada del n.º 115 de 'Diego Valor (Ediciones Cid, 1956), con guion de Jarber e ilustrada por Bayo y Buylla

Fuente: Tebeosfera

Tanto la Tierra como sus adversarios disponían de flotas de naves espaciales que cruzaban los espacios interplanetarios en un pispás. Su imaginario armamento resultaba acorde con los postulados de la ciencia ficción. Pero, visto con la perspectiva de los años, predecía algunos avances que realmente ocurrirían en el futuro.

Inventos que se hicieron realidad

Los terrestres disponían de “cohetes atomomagnéticos” –mucho más poderosos que las meras armas nucleares– que buscaban el blanco y lo destruían. Una anticipación visionaria, puesto que el primer misil antiaéreo de esas características –el americano AIM-9 Sidewinder– no entraría en servicio hasta 1957.

Además de sus temibles rayos desintegradores “telecero”, los wiganes utilizaban sillas volantes, una especie de sillones orejeros controlados con el pensamiento. Como es natural, Diego Valor, más inteligente que sus enemigos, aprendió rápidamente a pilotarlas. Aún no disponemos de artefactos semejantes, pero empresas como Neurolink han conseguido espectaculares avances en los implantes cerebrales que prometen parecidas capacidades telepáticas.

La escafandra que viste el protagonista en la portada del primer número recuerda a las del programa lunar americano, en especial, por el casco de “pecera”, típico de esas misiones y muy distinto de los de vuelos anteriores, más cerrados, de estilo “motorista”.

En un par de viñetas, los protagonistas se enteran de las noticias leyendo la prensa en lo que parecen unas tabletas que sostienen en sus manos. En unos años en los que aún no existía la televisión en España y las radios funcionaban con válvulas, resulta una fenomenal premonición.

Los periódicos

Los periódicos “multimedia” que recuerdan a nuestras actuales tabletas en una de las entregas de 'Diego Valor'

Terceros

Sobre todo cuando el guionista aclara que los periódicos se publicaban “en cinta magnetofónica con fotografías proyectables”. O sea, lo que hoy llamaríamos todo un sistema multimedia. Pensemos que, por aquellas fechas, en Estados Unidos se había comercializado el primer receptor de transistores, un artilugio que se vendía a la exorbitante cifra de 50 dólares (unos 400 a valor actual) y necesitaba una batería de 22 voltios que apenas daba para veinte horas de escucha.

El resto de cachivaches futuristas eran puramente imaginarios: bólidos sostenidos sobre haces de luz, rayos atractores de masa, robots equipados con armas de proyección de plasma (aunque no se identifican como tales), intercambiadores de mentes y, por supuesto, toda una pléyade de razas inteligentes que pueblan desde Venus hasta Ganímedes, el mayor satélite joviano.

Cromos, chocolates y perforadoras del espacio

Algunos detalles técnicos resultaban de lo más ingeniosos. Por ejemplo, se sabía que la densidad de Deimos, uno de los dos satélites marcianos, es muy baja. Jarber aprovechó ese dato para suponer que debía de estar agujereado por multitud de galerías subterráneas, en las que alojar a otra raza de alienígenas y, de paso, ofrecer un nuevo escenario donde ambientar nuevas batallas.

'Un loco peligroso', disco de las aventuras de Diego Valor

'Un loco peligroso', disco de las aventuras de Diego Valor

Terceros

Las aventuras del héroe espacial dieron lugar a numerosos derivados, en una época en la que el término “merchandising” era desconocido. Representaciones teatrales, discos con grabaciones inéditas, clubs de adultos, colecciones de cromos…

La recién inaugurada TVE emitió una serie corta de episodios, filmada con los escasos medios disponibles en aquellos años. Probablemente, era un directo que nunca fue grabado, pero sería interesante revisar un día los archivos de Torrespaña por si nos deparan una sorpresa.

El chocolate Svylka, de la casa Matías López, patrocinador del cómic de Diego Valor

El chocolate Svylka, de la casa Matías López, patrocinador del cómic de Diego Valor

Terceros

Los chocolates Matías López, patrocinador del programa, lanzaron sus tabletas Svylka, “el chocolate que toma Diego Valor”. Se vendieron caretas, disfraces, muñecos articulados sosias del protagonista y hasta una pistola de juguete que disparaba pequeñas hélices giratorias. Se anunciaba como “perforadora del espacio”, en referencia al mismo artefacto que utilizaba Valor en algún capítulo.

El último episodio se emitió en junio de 1958. Para entonces, la realidad estaba superando al heroico piloto. Hacía menos de un año que la URSS había lanzado su primer Sputnik. Y este sí que era de verdad.

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