El extraño caso de Arthur Nebe, de asesino de masas a perseguido por Hitler
Tercer Reich
Ambicioso y acostumbrado a nadar entre dos aguas, el policía Arthur Nebe no dejó de medrar en los órganos represivos del Tercer Reich, hasta verse implicado en el complot para matar a Hitler
Arthur Nebe en una imagen de 1942
Era berlinés como su padre. Conocía la ciudad como la palma de su mano, y ningún rincón le era ajeno. Se dirigía a sus gentes en su propio argot, y mostraba un humor socarrón pese a su aparente seriedad. En la policía de la capital se había labrado merecida fama y fortuna, hasta convertirse en uno de los hombres más poderosos del Tercer Reich.
Sin embargo, asistió al fin de sus días en la prisión berlinesa de Plötzensee. Allí fue colgado con una cuerda de piano, prendida de un gancho de carnicero, para prolongar su agonía y menospreciar su cualidad humana. Todo, por orden de Adolf Hitler, a quien había servido con eficacia y al que, supuestamente, había traicionado.
Se llamaba Arthur Nebe, y, tras su enorme nariz y su sempiterna sonrisa, se hallaba un hombre complejo que, durante muchos años, fue considerado un resistente. Hoy, modernos estudios lo catalogan como un asesino que solo quería tener un comodín a mano por si las cosas se torcían.
Un buen policía
Hijo de un maestro de escuela luterano de clase media baja, Arthur Nebe nació en Berlín el 13 de noviembre de 1894. Al estallar la Gran Guerra se alistó voluntario y fue transferido a una unidad de choque, en la que se labró un nombre, recibiendo la Cruz de Hierro de primera clase y alcanzando el grado de teniente, tras ser ingresado dos veces en un hospital por los efectos del gas mostaza.
Al acabar la contienda, como a tantos otros, le resultó muy difícil encontrar trabajo, por lo que ingresó en el Freikorps, que luchaba contra polacos e izquierdistas, y se matriculó como alumno libre en la universidad, sin licenciarse en ninguna carrera.
Miembros de los Freikorps
Gracias a su grado militar, el primero de abril de 1920 logró un puesto en la policía berlinesa. Pronto demostró ser un buen profesional, meticuloso y serio en el trabajo, y con gran capacidad para interpretar la psicología de los delincuentes. En 1924 alcanzó el grado de inspector y dirigió la brigada antidroga. Con la situación profesional resuelta, el 15 de agosto de aquel año, se casó con Elise Schaeffer, de la que tuvo una única hija, Gisela, nacida dos años después.
Si bien Nebe era muy nacionalista, y hasta cierto punto antisemita, fue su esposa quien lo acercó al joven partido nacionalsocialista. Lo que no fue obstáculo para que su carrera profesional siguiera progresando durante los años de la República de Weimar. De este modo, el 1 de abril de 1931 fue ascendido al empleo de comisario, pasando al departamento de robos y atracos.
El cielo abierto
Meses después, ingresó en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) y también en las Secciones de Asalto (SA). Fue, asimismo, uno de los fundadores de la Sociedad del Servicio Civil Nacionalsocialista, una especie de sindicato de funcionarios nazis.
Aunque adoptó su credo, no hizo buenas migas ni con el SS-Reichsführer Heinrich Himmler, ni con el jefe del Servicio de Seguridad de las SS (SD) Reinhard Heydrich, con quienes, no obstante, logró convivir sin aparente problema. Su perenne ambición le impedía enfrentarse con quien pudiera perjudicar su carrera profesional. Sin embargo, de ambos elaboró un amplio dossier para utilizarlo en caso necesario.
Con la subida de Hitler al poder, Hermann Göring, a la sazón ministro-presidente de Prusia, lo llevó a la Gestapo. Allí se le encargaron algunos trabajos “delicados”, como la eliminación de ciertos opositores o el asesinato de cuatro comunistas detenidos, como represalia por la muerte de Alfred Kattner, un confidente de la policía.
Pero fue durante la Noche de los Cuchillos Largos, el 30 de junio de 1934, cuando nuestro hombre, según la opinión de su amigo Hans Bernd Gisevius, comenzó a distanciarse del régimen, al ver cómo alguno de sus compañeros de las SA eran asesinados, en especial, el antiguo líder nazi Gregor Strasser. Con todo, se guardó todo resentimiento, y su carrera continuó.
Insaciable y obsesivo
El 1 de enero de 1935 fue nombrado jefe de la Policía Criminal de Prusia (Kriminalpolizei, o KriPo), encargada de la persecución de los delitos comunes, y, dos años después, de la sección 5.ª (Amt V) de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA), es decir, de la policía criminal de todo el país. Desde ambos puestos fue especialmente duro con las bandas juveniles y con los gitanos, considerados verdaderas plagas para un ordenancista como Nebe.
Entre tanto, había abandonado las SA e ingresado en las SS y en la SD, a fin de garantizar su brillante trayectoria profesional. Hombre hasta cierto punto sobrio, solo se permitía dos licencias: montar a caballo y algún escarceo extramatrimonial.
Retrato de Nebe
Nebe era un hombre obsesivo y ambicioso, a la vez que versátil. Nunca hablaba de su trabajo ni hacía confidencias. Nadie sabía cuáles eran sus objetivos ni sus planes, y, aunque era miembro del NSDAP y de las SS, solía mantener cierta distancia con sus camaradas. Sin embargo, el estallido del caso Fritsch le hizo dar un paso que, a la postre, resultó fatal.
Juego a dos bandas
Sabedor de que la acusación de homosexualidad contra el jefe del Ejército, el teniente-general Werner Freiherr von Fritsch, urdida por Göring e Himmler para ampliar su poder, era falsa, a mediados de 1938 Nebe entró en contacto con el teniente coronel Hans Oster. Este era la mano derecha del almirante Wilhelm Canaris, jefe del Abwehr, el servicio de inteligencia de las Fuerzas Armadas.
Su colaboración fue mínima. De vez en cuando, Nebe pasaba algunos informes o avisaba de alguna detención prevista. Sin embargo, así empezó, de una forma casi subrepticia, un juego a dos bandas que Nebe estaba seguro de poder dominar. Mientras tanto, se fue implicando cada vez más en la política criminal del régimen; así, participó en el programa de eliminación de enfermos incurables (Aktion T-4) y en la operación de falsa bandera para invadir Polonia (incidente de Gleiwitz).
Un suceso acaecido el 8 de noviembre de 1939 le proporcionó merecida fama y la felicitación personal del Führer. Ese día, al poco de que Hitler acabara su discurso anual ante sus viejos camaradas en la muniquesa Bürgerbräukeller, una bomba estalló en una de las columnas de la famosa cervecería.
Nebe tiró del hilo y dio con el carpintero suabo Georg Elser. Con mucha inteligencia y mano izquierda, lejos de la brutalidad de su camarada Heinrich Müller, más conocido como Gestapo Müller, logró la confesión del único acusado.
La campaña de Rusia
La invasión de Rusia, a partir del 22 de junio de 1941, comportó para Nebe una dura prueba. Aunque intentó escaquearse, fue nombrado jefe del Einsatzgruppen B, un cuerpo policial que debía seguir al Grupo de Ejércitos Centro en su avance por Bielorrusia, a fin de eliminar desde judíos y gitanos a opositores de cualquier signo y dirigentes y comisarios comunistas.
Durante el medio año en que estuvo al mando de la referida unidad, se contabilizaron 45.467 asesinatos, un número menor, en proporción, que el de otros Einsatzgruppen, lo que le granjeó fama de blando. Según parece, Oster lo animó a seguir con objeto de poder constatar los crímenes nazis, una aseveración cuando menos dudosa, si tenemos en cuenta que Nebe instigó el uso del monóxido de carbono para matar judíos, ensayo que dirigió en Mogilev (Bielorrusia).
Asesinato de judíos en Ivángorod, Unión Soviética (1942) por parte de un Einsatzgruppe
Sea como fuere, a su vuelta de Rusia, fue ascendido a SS-Gruppenführer und Generalleutnant der Polizei, uno de los grados más altos dentro de las SS y de la policía. Desde tal puesto, siguió informando a los opositores, pero también participó en el asesinato de cincuenta de los setenta y tres prisioneros escapados del campo de la Luftwaffe Stalag Lftw. III, que dio origen al conocido filme La gran evasión (1963). Estaba tan arriba en el escalafón policial que acabaron nombrándolo director provisional de la Interpol.
Sabedor de que se preparaba un atentado contra Hitler, dejó hacer sin decantarse por unos ni por otros, víctima de una especie de fatalismo, pues en ambos bandos tenía sus cartas. En caso de que el ataque hubiese triunfado, su función asignada era la de eliminar a Himmler.
Conspiración y muerte
Cuando la bomba colocada por el coronel Claus von Stauffenberg estalló en Rastenburg (Prusia Oriental) el 20 de julio de 1944, Nebe se hallaba en el cuartel general del Alto Mando de las Fuerzas Armadas (OKW), en la berlinesa Bendlerstrasse, junto a otros conspiradores. Nervioso y enfurecido por la falta de energía de los golpistas, se marchó hacia su cuartel general en la Alexanderplatz, y los siguientes días actuó como si no hubiese pasado nada.
Cuando Hitler y los suyos reaccionaron, nadie pensó en Nebe, lo que le dio un tiempo impagable para preparar su huida. El 24 de julio, asistió a una comida de trabajo con algunos gerifaltes de las SS y la Gestapo. Al entrar en el comedor, Gestapo Müller le espetó: “Ya tenemos aquí a nuestro pequeño conspirador. Tu nombre también ha sido mencionado, Arthur. Si todo lo que se dice es verdad, tendría que arrestarte de inmediato”. A lo que Nebe contestó con aplomo: “¡Hazlo!”. Tras lo cual, todos los presentes prorrumpieron en una gran carcajada. Cuando su superior y jefe de la RSHA, el SS-Obergruppenführer Ernst Kaltenbrunner, lo citó en su despacho para más tarde, se vio perdido y volvió a marcharse.
Como por ensalmo, Arthur Nebe se esfumó. Tres días después, su coche apareció en uno de los bosques que rodean al Gran Berlín. Escondido junto a Gisevius en casa de unos amigos, la pareja pronto se separó. Mientras este lograba llegar a Zúrich, el policía volvió a la ciudad que tan bien conocía y en la que nadie esperaba encontrarlo.
De escondite en escondite, con ayuda de unos y otros, permaneció casi medio año sin ser hallado, a pesar de los carteles en los que se ofrecía una recompensa de cincuenta mil marcos del Reich por cualquier información. Incluso se pensó que se había suicidado.
De izquierda a derecha, Franz Josef Huber, Arthur Nebe, Heinrich Himmler, Reinhard Heydrich y Heinrich Müller
Por fin, en enero de 1945, la Gestapo llegó hasta una de sus amantes, a la que interrogó. Si bien algunas fuentes hablan de despecho, la amenaza de muerte, extensiva a la madre y la hermana de aquella, fue la causa más probable de su confesión: Nebe estaba escondido en casa del comerciante Walther Frick, cerca del lago Motzen, al sur de Berlín.
El 16 de enero de 1945, fue detenido y trasladado, primero, al campo de concentración de Buchenwald, y, más tarde, a la prisión de Plötzensee, en Berlín. Maestro en las artes policiales, despistó durante días a los agentes de la Gestapo, dándoles pequeñas informaciones poco trascendentes y minimizando su participación en el complot, aunque sin negarla. Manifestó varias veces estar arrepentido y añadió prolijos episodios que no conducían a nada.
Durante su juicio sumario ante el Tribunal Popular (Volksgerichtshof), señaló que había colaborado con la oposición debido a la corrupción que existía en el seno del partido y del gobierno. Condenado a muerte el 2 de marzo de 1945, fue ajusticiado al día siguiente junto a Frick, si bien en el registro de la prisión constó el 21. Así acabó la vida de un buen policía, que colaboró con quien no debía, y llegó a considerarse más allá del bien y del mal.