“¿Desde qué estrella hemos caído para venir a encontrarnos aquí?”: Nietzsche y Lou Andreas-Salomé, amor y conversación

Filosofía y psicoanálisis

Intelectuales inconformistas y apasionados, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche y la psicoanalista rusa Lou Andreas-Salomé compartieron unos meses decisivos en sus respectivas biografías

Lou Andreas-Salomé y Friedrich W. Nietzsche

Lou Andreas-Salomé y Friedrich W. Nietzsche

adoc-photos/Corbis vía Getty Images // Bettmann/Getty Images

Es la historia de amor entre un filósofo y una joven estudiante, hacia finales del siglo XIX. Él es Friedrich Nietzsche, cuyas ideas sobre la vida y la cultura siguen influyendo en nuestro tiempo. Es, después de Platón, el filósofo más traducido, estudiado y popularmente citado. Sin duda, el más detestado, por la provocativa afirmación “Dios ha muerto”. Admirado, por su vitalista “gran sí a la vida”. Y el menos comprendido, por sus ideas sobre el “superhombre” y la “voluntad de poder”, opuestas a la cultura científica y democrática de su época.

La joven Lou se siente fascinada cuando este hombre, diecisiete años mayor que ella, le desgrana, con su habitual sutileza y una mezcla de cortesía y aplomo, aquellos y otros conceptos, como el “eterno retorno de todas las cosas”, en largos paseos por Roma o junto al lago Mayor, en el Piamonte. Es el año 1882. Ella está lejos de su país, Rusia, y él de su familiar Alemania. ¿Es el simple y natural encantamiento de una estudiante ante un maestro que le instruye, halaga y respeta? No; es la inmediata fusión de dos almas inquietas, plenas de curiosidad intelectual y que se atraen personalmente.

Filósofo de la vida

Los antiguos griegos distinguían entre “ágape”, el amor desinteresado, “philía”, el fraternal, y “eros”, el sensual. Los tres pudieron actuar a la vez en nuestra pareja. Claramente, en el caso de él, quizá menos en el de ella, en lo tocante a los sentidos. Apenas diez años después del encuentro de ambos, él será el filósofo europeo de mayor impacto y ella empezará una larga y fecunda actividad como escritora y psicoanalista centrada en la sexualidad femenina. La carrera de Lou no habría sido la misma sin el breve pero intenso contacto con Nietzsche. No parece ser el caso de este, pero el amor por ella marcará el resto de su vida, pronto afectada por una grave alteración mental.

Louise von Salomé nace en 1861 en San Petersburgo, única hija del general Gustav von Salomé, de ascendencia alemana. Residen en el mismo palacio de Invierno del zar. Habla ruso, alemán y francés. A los diecisiete años recibe clases de filosofía y teología del predicador Hendrik Gillot, un hombre de 42 años, casado y con dos hijos. La llama Lou, se enamora pronto de ella y le propone matrimonio, cosa que ella rechaza.

Lee también

Lou Andreas-Salomé y el erotismo intelectual

Anna M. Vilà
Vertical

En otoño de 1880 llega con su madre a Zúrich para estudiar filosofía y teología, todavía bajo el signo del idealismo absoluto de Hegel. En 1882 se trasladan a Roma para descansar de tanto estudio, alojándose en casa de la aristócrata y escritora Malwida von Meysenbug, autora de Memorias de una idealista (1876).

Allí conoce Lou al filósofo alemán Paul Rée, de 33 años, amigo de Nietzsche, y de tendencia positivista. Rée tampoco es ajeno a los encantos de la joven rusa y su inteligencia. Realiza con ella largos paseos por la ciudad, lo que no agrada a la madre de la muchacha ni a Malwida. El filósofo le pedirá matrimonio, pero ella no quiere casarse, sino llevar una vida independiente y aprender de sus amigos, en una relación fraternal como la que ha tenido con sus cinco hermanos varones.

Lou Andreas-Salome, en torno a 1880

Lou Andreas-Salomé en torno a 1880

Terceros

Mientras, Nietzsche se encuentra en Génova acabando La gaya ciencia, uno de sus textos clave, que aparecerá en septiembre de ese mismo 1882. Hace cuatro años que ha roto con su querido Richard Wagner, por la vuelta de este, con el Parsifal, al cristianismo. Hace otros tres que ha renunciado a su cátedra de filología griega en la Universidad de Basilea; por ello vive ahora modestamente de una pensión. Ha abandonado la docencia por su mal estado de salud –trastorno digestivo, jaquecas y problemas de visión– y por tener pocos alumnos, al ser demasiado heterodoxo. En el fondo, desea dedicarse solo a escribir, alternando viajes por Europa en un tipo de vida eremítico.

En su día Nietzsche tuvo que renunciar a la nacionalidad alemana para ser catedrático en Basilea. En 1882 ha publicado ya El origen de la tragedia (1872), las cuatro Consideraciones intempestivas (1873-1876), Humano, demasiado humano (1878), El caminante y su sombra (1879) y Aurora (1881). Es decir, las bases de todo su pensamiento, que se expresará casi a modo poético en Así habló Zaratustra (1883-1885) y culminará en Más allá del bien y del mal (1886) y La genealogía de la moral (1887), la maduración de su propuesta de una “inversión de todos los valores”. Sus libros tienen escasos lectores y son costeados por el propio autor.

El encuentro en Italia

En esas condiciones recibe Nietzsche, el 20 de abril de 1882, en Mesina, una carta de Paul Rée notificándole que la joven rusa desea conocerle: “Es una criatura enérgica, que posee una inteligencia increíble a la vez que las cualidades de una muchacha, y hasta de una niña”. El filósofo, que tiene treinta y ocho años –ella, veintiuno–, responde a su amigo: “Salude usted a esa rusa de mi parte, si es que ello tiene algún sentido. Particularmente, estoy ávido de este tipo de almas”.

Así, el 24 de abril, ya está en Roma, alojado en casa de Malwida von Meysenbug, de 66 años, con la que siempre tendrá una confiada amistad. Lou se encuentra en la basílica de San Pedro estudiando con Paul Rée, y ahí Nietzsche dirá al verla, con su acostumbrada solemnidad: “¿Desde qué estrella hemos caído para venir a encontrarnos aquí?”. Y ella: “Yo he venido de Zúrich”.

Vertical

El filósofo alemán Friedrich Nietzche 

Otras Fuentes

Rée y Malwida le insistirán que tome a Lou como alumna y secretaria, pues él tiene problemas de visión, al extremo de que se ha comprado una máquina de escribir para trabajar mejor. Los tres amigos pasean y charlan en Roma. Al cabo de pocos días, Nietzsche le pide a Paul Rée que le diga a Lou que desearía casarse con ella. Ella alegará que el maestro es más bien pobre, lo que augura una existencia precaria. De hecho, tiene una relación más directa y espontánea con Rée que con Nietzsche, por lo demás, inexperto en el cortejo amoroso.

A finales de abril la madre de Lou decide regresar a Rusia con su hija. Por ello se dirigen a Zúrich, en compañía tanto de Rée como de nuestro filósofo. Se detienen en Orta, junto al lago del mismo nombre, cerca del lago Mayor, en el Piamonte. En esta pequeña ciudad Nietzsche y Lou acuerdan una excursión por el camino que sube al santuario de Montesacro, final de un itinerario con quince capillas de culto a san Francisco de Asís sobre un bello paisaje mediterráneo. Conversando, y acaso algo más, pasan las horas, y la pareja no regresa hasta la madrugada, con el enfado de la madre y los celos de Paul Rée.

Lee también

¿Qué problema tenía Nietzsche con las mujeres?

Francisco Martínez Hoyos
Vertical

“Si besé o no besé a Nietzsche en Montesacro, ya no lo recuerdo”, dijo Lou, un año antes de morir, a Ernst Pfeiffer. El filósofo, según ella, le manifestó pocos días después de aquella excursión: “Montesacro… El sueño más hermoso de mi vida se lo debo únicamente a usted”. El grupo se separa: Nietzsche se dirige a Basilea, a casa de Franz Overbeck, y ella, junto con su madre y Paul, a Lucerna. El profesor abriga esperanzas de matrimonio y le revela a aquel amigo: “Nuestras inteligencias y nuestros gustos están profundamente emparentados”. Mientras, Paul no deja de reñir a Lou por su noche con Nietzsche, y esta le promete que guardará las distancias con él.

Todo por amor

De improviso, Nietzsche abandona Basilea por Lucerna para citarse con ella y pedirle matrimonio. Ella se niega, quiere ser libre, y le propone una amistad ideal a tres, con él y con Paul. Es el segundo rechazo que debe encajar el filósofo. Disimulando su despecho, este sugiere hacerse los tres juntos una fotografía de recuerdo. Mas, ya en el estudio, hace improvisar la escena de ella con un látigo y los dos hombres, circunspectos, tirando de una carreta.

Vertical

Salomé, Paul Rée y Nietzsche en la célebre fotografía

Terceros

Ahora hay que aclarar: no es el hombre, según Nietzsche, quien atiza con el látigo a la mujer, sino al revés, dado el poder de esta: “¿Vas con mujeres? No olvides el látigo” (Así habló Zaratustra, I). El filósofo guardará bien esa foto, mientras que los otros dos la despreciarán. Poco después, estos se dirigen a Berlín con la madre de ella, y Nietzsche pasará unos días en su casa familiar, en Naumburg, Sajonia, con su madre y hermana.

Desde Berlín Lou escribe el 16 de junio que se va a vivir al hogar de los Rée. Otra vez el filósofo decide encontrarse, rápido, con ella. Pero al llegar a la capital prusiana ella ya se ha marchado. Está hundido, aunque se sobrepone y le manda una carta proponiéndole una estancia en Tautenburg, Turingia, en compañía de la hermana de él, Elisabeth, una mujer tradicional y antisemita, que le ha reservado un apartamento para trabajar. Lou y la hermana se alojarían aparte, en la casa del párroco.

Horizontal

Elisabeth Nietzsche, hermana del filósofo 

Otras fuentes

Lou acepta y el profesor le escribe: “¡Ahora el cielo está claro por encima de mí!”. Entretanto, asegura en una carta a Malwida que tiene ya, al fin, a su mejor discípula. Durante estas semanas pasan horas conversando y escribiendo juntos, incluso encerrados en la habitación de él, cosa que provoca los celos de Elisabeth.

Con todo, Lou anota en un diario para Paul Rée: “El ser de Nietzsche se asemeja a un viejo castillo, en cuyo interior hay sótanos sellados y ocultos”. Ella se siente intelectualmente más cerca del positivismo de Rée que del radicalismo filosófico de Nietzsche. Escribe Lou: “Se comporta tal como el creyente con su Dios”.

Finalmente, el 26 de agosto, ella vuelve con Rée, no sin antes regalarle al maestro los poemas Al dolor y Oración a la vida. Este, confiando en el amor de Lou, transformará el segundo texto en una composición musical, Himno a la vida, con orquestación de su buen amigo Peter Gast.

Mientras, la hermana y la madre del filósofo están horrorizadas por el escándalo de la joven Lou, una especie de serpiente venenosa para esa familia puritana. Nietzsche abandona Tautenburg y viaja a Leipzig.

Retrato de Nietzsche por Hans Olde, alrededor de 1899

Retrato de Nietzsche por Hans Olde, alrededor de 1899

Dominio público

La pareja ya no se volverá a encontrar. Ella se queda en Berlín con Rée, donde conocerá a sociólogos como Simmel o Tönnies. Nietzsche no cesa de enviarle cartas llenas de ataques a Rée, quien intercepta muchas de ellas. El filósofo escribe a Overbeck en diciembre: “Mi relación con Lou agoniza de forma harto dolorosa”. Ella decide romper con el filósofo y no contestarle. Él, enfermo, se siente muy solo y abriga la idea del suicidio.

Paul Rée morirá en 1901, un año después que Nietzsche. Lou se casará en 1887 con el orientalista Friedrich Carl Andreas, sin consumar el matrimonio. Tendrá dos amantes antes de unirse al poeta Rainer Maria Rilke y gozar de la entrañable amistad de Sigmund Freud. A través de ella, ambos personajes dispondrán de un buen retrato personal del pensador eremita y maldito.

Destinos separados

Lou se dedicará al psicoanálisis. Entre sus muchos libros se encuentra Friedrich Nietzsche en sus obras (1894), un análisis claro y completo, aunque frío, de su pensamiento. El filósofo apenas puede saber de la obra, por hallarse en un psiquiátrico desde 1890. Tras su muerte, en 1900, su hermana Elisabeth acusará a Lou de inventarse frases que atribuye al filósofo. El libro incluye varias cartas de Nietzsche a ella y a Paul Rée, al que va dedicado.

Lee también

El viaje de Nietzsche a la locura

Xavi Ayén
Retrato de Nietzsche

Lou Andreas-Salomé muere en Göttingen en 1937, conocedora de la manipulación nazi del pensamiento de Nietzsche y del celo de Elisabeth para disimular el ideario ateo, antiburgués y apátrida de su hermano. El último libro que él publicó en vida fue El crepúsculo de los ídolos (1889), válido como compendio introductorio a su filosofía. En el citado diario de Lou para Paul, ella escribe, respecto de sí y de Nietzsche: “Somos espíritus libres en sentido extremo”.

¿Qué conclusiones podemos extraer de aquella relación amorosa? ¿Fue un amor tan superficial como intempestivo? Primero, se concluye la importancia del amor para un filósofo que ha sido tenido por solitario y vocacionalmente célibe. Segundo, la independencia y la lucidez de la joven Lou von Salomé. Y tercero, la importancia para ambos de la conversación. O, en pocas palabras, la humanidad de la filosofía.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...