John Bolton: “Trump no quiere la lealtad de sus subordinados, sino obediencia feudal”

Entrevista

El asesor de Seguridad Nacional durante el primer mandato de Donald Trump prevé un gobierno caótico en un mundo inestable y comenta algunos de sus nombramientos más polémicos

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John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional y exembajador de EE.UU. ante la ONU. 

JONATHAN DRAKE / Reuters

John Bolton conoce de primera mano la forma de gobernar del presidente electo Donald Trump. Fue uno de los cuatro asesores de Seguridad Nacional que tuvo a lo largo de su primer mandato, marcado por los constantes despidos y renuncias debido a los choques internos. Ahora es un ferviente detractor. Bolton, un halcón intervencionista y neoconservador, terminó dimitiendo en el 2019 por sus diferencias con la política exterior del presidente, que se aproximó al régimen de Corea del Norte, inició conversaciones con los talibanes para la retirada de tropas en Afganistán y tuvo una posición menos agresiva con Irán de la que él planteaba. En esta entrevista, el diplomático, que también fue embajador de EE.UU. ante la ONU durante la presidencia de George Bush, prevé un mandato caótico en un mundo inestable y comenta algunos de los nombramientos más polémicos de Trump, como el elegido para dirigir el FBI, Kash Patel, con quien trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional.

En su libro The room where it happened, describió a Trump como alguien que no toma decisiones basadas en principios políticos. ¿Cómo fue trabajar con él?

Como vivir dentro de una máquina de pinball. Al aceptar el cargo, pensé que se disciplinaría por sus responsabilidades, y que eso daría lugar a un proceso coherente de toma de decisiones. Mi propósito era asegurarme de que tuviera la información necesaria, conociera las opciones y discutiera con sus asesores las alternativas antes decidir. Pero enseguida me di cuenta de que ese no es el modo en que opera Trump. No cree que necesite mucha información. Piensa que las relaciones con otros gobiernos dependen de las amistades con sus jefes de Gobierno. Su toma de decisiones fue caótica e impredecible, y eso es un problema grave para EE.UU., pero también para para los aliados, que no pueden saber con certeza lo que va a hacer. Creo que este segundo mandato se parecerá mucho al primero. Pero quizá sea peor, porque Trump cree que ahora tiene más experiencia.

Trump heredará un mundo más conflictivo que en el 2016. ¿Qué espera de su política exterior?

El mundo es ahora mucho más inestable, con la invasión rusa de Ucrania, las crisis en Oriente Medio y la amenaza china en su periferia. Trump dice que quiere terminar las guerras lo antes posible, que Ucrania y Gaza son conflictos de Joe Biden, que no habrían ocurrido si él hubiera sido presidente. Pero esa afirmación es imposible de probar o refutar. Su regreso es una mala noticia para Ucrania, porque no le importa cómo termine la guerra, solo quiere que acabe. Pero podría ser una buena noticia para Israel, particularmente tras el colapso del régimen de Bashar el Asad en Siria y la derrota que representa para los ayatolás en Irán. Estará en mayor posición de fuerza para tomar medidas, por ejemplo, contra su programa de armas nucleares. Trump quiere deshacerse como sea de las guerras para enfocarse en sus prioridades, como expulsar a los inmigrantes indocumentados o aislar al país mediante aranceles.

“Los nombramientos abarcan un amplio abanico, pero lo que los une no son las ideas, porque Trump no tiene ideología”

El gabinete que está reuniendo contiene posiciones encontradas en varios asuntos. Un claro ejemplo es la política exterior, y especialmente Siria y Ucrania. ¿Cómo se pueden conciliar esas diferencias?

Los nombramientos abarcan un amplio abanico, pero lo que los une no son las ideas, porque Trump no tiene ideología. Lo que quiere de sus subordinados no es lealtad, que es un concepto razonable y positivo: quiere obediencia feudal, en el sentido más medieval de la palabra. Quiere personas que digan sí a todo. Por ejemplo, en Ucrania, Mike Waltz (futuro asesor de Seguridad Nacional) y Marco Rubio (secretario de Estado) han modificado sus enfoques iniciales para alinearse con su actitud más escéptica hacia el apoyo militar. Sus decisiones siempre son transaccionales y persiguen el interés personal, por lo que no hace mucho caso a su gabinete. Por mi experiencia, es muy difícil convencerle de nada.

Trump promete terminar la guerra en Ucrania en 24 horas y describe su política exterior como de “paz a través de la fuerza”. ¿Qué cree que quiere decir con eso?

No creo que Trump sepa lo que significa la “paz a través de la fuerza”. Es un lema de Ronald Reagan, que él ha tomado prestado. Trump no tiene nada que ver con Reagan, pero es consciente de su importancia en Partido Republicano, así que intenta enviar el mensaje de que está siguiendo esa tradición. En cuanto a Ucrania, no es realista que pueda resolverlo en 24 horas. Como escribió en su libro The Art of the Deal, cree que todo es posible, pero no conozco a nadie más que crea que eso puede funcionar. Sin embargo, si consigue reunir a Volodimir Zelenski y Vladimir Putin, digamos, en Ginebra, y no llegan a ese acuerdo rápido, dirá que ese fracaso no es su culpa, porque nunca es culpa de Trump: será culpa de Zelenski o Putin. Es posible que Putin quiera darle una victoria a su amigo y acceda a negociar, porque en el fondo necesita un alto al fuego para recuperarse del castigo que ha recibido su ejército. Sería una salida a una guerra que no ha sido ni de lejos tan exitosa como pretendía en febrero de 2022.

Los aliados europeos han expresado preocupaciones sobre su elección, así como muestras de diplomacia, como en el encuentro con Emmanuel Macron en Notre Dame. Trump ha sido crítico con la OTAN e incluso ha amenazado con retirarse de la alianza. ¿Cree que tomará medidas más decisivas a este respecto?

Cuando Trump dice algo una y otra vez, mi mejor consejo es: tómenlo en serio. Creo que la amenaza de retirarse de la OTAN es real. Trump tiende a decir que todo es negociable. Pero cuando presiona a los europeos para que alcancen el gasto del 2% de su PIB en Defensa, no lo hace para fortalecer la alianza, como llevan haciendo durante décadas miles de diplomáticos estadounidenses. Trump no valora ni entiende lo que significa una alianza de defensa colectiva. Según su visión, EE.UU. defiende a Europa, no obtenemos nada a cambio y los europeos no pagan por ello. Desde ese punto de vista simplista, no tiene sentido permanecer en la alianza, incluso si los aliados alcanzan el 2%.

“Cuando Trump dice algo una y otra vez, mi consejo es: tómenlo en serio. Creo que la amenaza de retirarse de la OTAN es real”

El miércoles, el director del FBI, Christopher Wray, anunció que planea renunciar antes de que Trump asuma el cargo. El presidente electo ya ha anunciado que planea nominar a su aliado Kash Patel, quien trabajó con usted en el Consejo de Seguridad Nacional. Recientemente escribió un artículo en The Wall Street Journal instando a los senadores a no confirmarlo. ¿Por qué cree que no está cualificado?

Porque no tiene la experiencia relevante ni la autoridad necesaria. Mi mayor preocupación es que la agencia, supuestamente independiente, será del todo complaciente con Trump, como lo fue Lavrenti Beria –jefe del predecesor del KGB, el NKVD– para Josef Stalin. Beria dijo una vez al dictador: “Dame al hombre y yo te mostraré el delito”, y así es como operan las sociedades autoritarias. Trump podrá llamar al director del FBI y decirle que procese a sus adversarios políticos, como Mark Milley (expresidente del Estado Mayor Conjunto) por traición o Liz Cheney (ex vicepresidenta del comité del 6 de enero en el Congreso), por quién sabe qué delitos. Esto es realmente corrosivo para la confianza de los americanos en sus instituciones y las protecciones constitucionales del debido proceso. Veremos si Patel es confirmado. Necesita una investigación exhaustiva de antecedentes. Habrá audiencias de confirmación, y es algo que podría tomar tiempo.

Entre las nuevas incorporaciones también está Elon Musk, que ha participado en llamadas con Zelenski o el presidente israelí Isaac Herzog. ¿Qué tan significativa cree que será su influencia sobre Trump?

No hay un precedente claro para esta relación. Algunas personas en Wall Street me han dicho que se trata puramente de dinero. Musk tiene contratos clave con la NASA para SpaceX, una de sus empresas, y depende de contratos federales para varios otros proyectos. Creo que tanto él como Trump son transaccionales. Por ahora, parece ser una relación de beneficio mutuo, pero estamos en una etapa de transición y ni Trump ni Musk tienen autoridad ejecutiva. Todo cambiará al mediodía del 20 de enero. Creo que las posibilidades de que Musk se una al gobierno son prácticamente nulas, porque tendría que deshacerse de algunos activos, revelar cuáles son, y someterse a todo tipo de investigaciones. Se mantendrá fuera (en una comisión externa), pero podrá aconsejar a Trump, como cualquier ciudadano privado.

Usted fue uno de los cuatro asesores de Seguridad Nacional del primer mandato de Trump, marcado por los despidos y las dimisiones. ¿Ahora que se ha rodeado de fieles, los cargos tendrán mayor continuidad?

No, creo que su administración será igual de volátil. Hablé hace unos días con un amigo que esperaba ocupar un alto cargo en su gabinete, pero no lo consiguió, y dijo que iba a esperar a la segunda ronda, porque sabemos cómo se las gasta. El caos es improductivo, pero típico de Trump. En su paranoia, no quiere que ningún subordinado alcance una posición prominente que lo amenace. Pero un buen gestor sabe que, delegando su autoridad en cargos competentes, su propia autoridad incrementa, no disminuye.

Trump gobernará con el control republicano del Congreso y un Tribunal Supremo conservador. ¿Confía en que los pesos y contrapesos del sistema puedan frenar algunas de sus decisiones más polémicas?

Confío en que el poder judicial sigue siendo independiente, y ese será el control más efectivo sobre Trump. Lo veremos desde el primer día, cuando firme las órdenes ejecutivas para deportar a millones de inmigrantes indocumentados. Tan pronto como las publique, se enfrentarán a demandas ese mismo día. En cuanto al Congreso, aunque los republicanos ganaron, tienen mayorías muy ajustadas, por lo que le será más difícil aprobar leyes de lo que muchos creen. La transición siempre es un período de optimismo: el nuevo presidente puede hacer cualquier cosa, todo es posible. Pero eso dura hasta el mediodía del 20 de enero, cuando la realidad golpea. Entonces, veremos qué sucede realmente, una vez que la burbuja explote. 

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