Tres años después, la guerra en Gaza no ha eliminado a Hamas, pero ha dañado la base moral del sionismo. El primer ministro Beniamin Netanyahu es el principal responsable.
La semana había empezado muy cuesta arriba para él y su gobierno. El bombardeo de Gaza le conviene porque le permite cerrar filas y proyectar fuerza.
Que las bombas hayan matado a cuatrocientos palestinos no importa. El castigo colectivo es una estrategia que Israel usa con frecuencia. Hace un mes, por ejemplo, que no permite la entrada de ayuda en la franja. Tampoco importa que ahora sea mucho más difícil recuperar a los rehenes que siguen en poder de Hamas.
Antes de romper la tregua, Bibi había provocado otra crisis constitucional al intentar destituir a la fiscal general y al jefe del Shin Bet, servicio de inteligencia que ha recogido pruebas contundentes sobre la colaboración de su Gobierno con Qatar para financiar a Hamas a través del aeropuerto de Tel Aviv. Bibi pensaba que así compraba la seguridad de Israel. Ahora podría ser acusado de traición.
Benjamin Netanyahu
Las elecciones están previstas para octubre del 2026 y las encuestas favorecen al general Benny Gantz, exjefe de las fuerzas armadas. Bibi quiere que la guerra siga para que se pospongan. En todo caso, la campaña está en marcha y es tan sucia como todas, solo que el telón de fondo de Gaza le confiere un dramatismo sin precedentes. La propaganda electoral de Netanyahu, según ha descubierto el proyecto Big Bots, la mueven cientos de cuentas falsas en X y Facebook. Gantz lo ha denunciado y vaticina el fin de la democracia si Bibi se mantiene en el poder.
Antes de la masacre de Hamas, Israel estaba al borde de una gran confrontación civil. Cientos de miles de personas se habían manifestado durante meses contra los planes del Gobierno para acabar con la independencia judicial y desestimar los procesos de corrupción que pueden llevar al primer ministro a la cárcel.
Netanyahu cree que las bombas lo recomponen, pero Israel se rompe bajo su arrogancia .
