Kennedy: la madre de todas las conspiraciones

Transcurridos más de 60 años del magnicidio de Dallas, sería absurdo que de los documentos liberados el pasado martes emergieran con nombres y apellidos los autores intelectuales, ya no digamos los materiales, del asesinato del presidente Kennedy. Y, sin embargo, que a nadie le quepa la menor duda de que un buen número de investigadores van a dedicarse a analizar cada página a la búsqueda de ese dato o instancia que ponga en entredicho la versión oficial del crimen, a saber, que un ex marine y ex residente en la Unión Soviética llamado Lee Harvey Oswald efectuó desde el sexto piso de un edificio cercano los dos disparos que acabaron con la vida del trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos.

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John F. Kennedy en el coche donde fue tiroteado 

Uncredited / Ap-LaPresse

La razón fundamental por la que consistentemente un sector mayoritario de la opinión pública estadounidense ha dudado de la versión oficial es que, aún no transcurridas 48 horas del magnicidio, Oswald era ajusticiado en el sótano de la comisaría de Dallas por un turbio personaje de perfil mafioso llamado Jack Ruby.

La autopsia oficial fue una auténtica chapuza

A estas alturas de la historia y tras la masiva literatura publicada al respecto, me atrevo a quedarme con dos conclusiones tentativas que constituyen en sí mismas un ejercicio de frustración, en el sentido de que nunca se sabrá a ciencia cierta qué sucedió realmente en esa soleada mañana del 22 de noviembre de 1963 en Dallas.

La primera es que la autopsia practicada por los médicos del hospital Parkland de Dallas estableció nítidamente que Kennedy había recibido dos disparos, uno en la parte anterior del cuello y el otro en la sien derecha, con toda probabilidad efectuados desde delante de la caravana presidencial y no por tanto desde el edificio donde trabajaba Oswald. La autopsia oficial, efectuada horas después en Washington, fue una auténtica chapuza.

Lee también

Oswald sigue siendo “el único culpable” en un primer vistazo a los papeles del caso Kennedy

Francesc Peirón
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La segunda es que en el tenso ambiente de la guerra fría, con la posibilidad teórica de que Moscú hubiera concebido el magnicidio y riesgo de una subsiguiente conflagración nuclear, al presidente Johnson, sucesor de Kennedy, ya le fue bien adjudicar la culpa al chivo expiatorio ideal, Oswald, providencialmente silenciado. Las pruebas, si las hubo, se dejaron languidecer sin investigarse.

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