En las animadas terrazas de Pozsonyi Ut, paralela al Danubio, un sábado de primavera, cuesta creer que Hungría es el ejemplo más citado del mundo de un llamado régimen “iliberal”, la primera dictadura de la Unión Europea según coinciden muchos comentaristas.
La gente habla sin miedo, la mayoría crítica con el polémico primer ministro ultraconservador Viktor Orbán que lleva 15 años al frente del país. La reciente declaración del ex roquero punki Nagy Feró de que "quiero a Orbán porque así no tengo que tomar decisiones” se comenta con sorna. Aquí el político de moda es el opositor Peter Magiar, que ha irrumpido en la escena política a un año de las próximas elecciones con el 30% del apoyo en los sondeos, el primer desafio al poder de Orbán en un decenio.
Más adelante, en la Plaza Kossuth, las parejas y familias —todos húngaros— hacen cola para visitar el espectacular edificio neogótico del Parlamento, de principios del siglo XX, inspirado por el de Westminster. No hay guardias armadas en la entrada de la Cámara; la presencia policial en toda la ciudad es menor que en Madrid.
Incluso la nomenclatura de las calles es más plural de lo que uno esperaría en la capital de una dictadura. El alcalde Gergely Karácsony, de la oposición socialmente liberal pero geopolíticamente halcón, ha cambiado el nombre de algunas calles por “Hong Kong Ut” y “Dalai Lama Ut" para protestar contra el acercamiento entre Orban y Xi Jinping.
El único indicio del temido Gran Hermano Orbán son los puestos publicitarios con imágenes de una joven pareja con dos hijos, anuncios del nuevo plan de Orbán de eliminar impuestos para las húngaras que tienen dos hijos o más, parte de su plan de combatir la crisis demográfica sin traer a inmigrantes.
"La propaganda nunca se detiene; da lo mismo que haya elecciones“, comenta Andras Nun, director de la Fundacion Autonomía, defensor de los derechos de los gitanos roma, que tomaba un capuchino en una terraza en Pozsonyi Ut. ”Hoy es más positivo y sonriente, pero hay días de odio: va contra los migrantes, los gitanos, los LGBTQ, contra George Soros (el billonario financiero filántropo húngaro radicado en Nueva York)“

Cárteles que anuncian la eliminación de impuestos para mujeres con hijos
“Yo lo llamo autocracia electoral“, dice Andras Bozoki, excompañero de Orbán en el partido Fidesz, ahora autor del libro más citado por los críticos del primer ministro. ”No es como una dictadura militar. Es totalmente diferente. No hay violencia. La policía no sale a golpear a los manifestantes. Los periodistas no se ven encarcelados. Pero poco a poco se ha consolidado en el poder con restricciones sobre los jueces y los medios”, añadió en una entrevista a La Vanguardia.
Orbán ha aprovechado sus contundentes victorias electorales y una mayoría para Fidesz de dos tercios en el parlamento para erosionar el Estado de derecho. Pese al entusiasmo de los visitantes, en el magnífico edificio del Parlamento, “ya no hay una separación clara entre el estado y Fidesz; tenemos una especie de autocratización paso a paso”, remata Bozoki.
Lo cierto es que Orbán -primer ministro húngaro desde 2010- es un político que desafía el encasillamiento. Creó su partido hace 30 años para abanderar la causa de la democracia liberal. Ahora se autocalifica como "antiliberal“, uno de los nuevos llamados strong men -junto a Donald Trump, Recep Erdogan, Vladímir Putin- que han ganado múltiples elecciones pese a despreciar la democracia liberal.
Orbán mezcla las políticas ultraconservadoras en el ámbito cultural y social, con un rechazo al neoconservadurismo geopolítico y al neoliberalismo económico que parece de la vieja izquierda. Prohíbe el Día del Orgullo gay, a la vez que defiende la paz en Ucrania con la convicción del flower power, y se opone al plan de rearme europeo. Despotrica contra pobres -concretamente gitanos- que viven a coste del contribuyente, pero, al mismo tiempo, defiende la presencia fuerte del estado en la economía e interviene para evitar subidas de precios con cero respeto por la sagrada economía de mercado.
Prohíbe el orgullo gay pero defiende la paz en Ucrania como un “flower power”
No es de extrañar que su modelo de gobierno provoque sensaciones de ambivalencia y confusión tanto para sus admiradores en la derecha como sus enemigos en la izquierda.
Nun y Bozóki achacan el fenómeno Orban a la falta de tradiciones democráticas en Hungría, el primer país del Este en abrir su frontera en 1989. ”Pasamos de una sociedad feudal mantenida por la iglesia, al comunismo, y mucha gente quiere todavía una poderosa figura paternal que les dé instrucciones sobre qué hacer", dice Nun.
"Con la excepción de Budapest, las libertades no se consideran muy importantes en Hungría. No como Francia o Inglaterra“, dice Bozóki.
Pero, en realidad, lo más impactante de Orbán no son las diferencias respecto a otros países europeos, sino lo que tiene en común.
Orbán y sus asesores se han convertido en pioneros de un populismo conservador que se extiende por todo Occidente. El modelo húngaro es estudiado con lupa por los ideólogos del MAGA estadounidense, la nueva derecha xenófoba europea y hasta los radicales seguidores de Friedrich Hayek en el entorno de Javier Milei, a pesar de que Orbán no tiene nada de libertario. La conferencia conservadora C-PAC se celebra cada mes de mayo en Budapest y el año pasado asistió estrellas de la derecha populista como Javier Milei, Geert Wilders y Jair Bolsonaro
“Hace 27 años aquí en Europa Central creíamos que Europa era nuestro futuro; hoy sentimos que nosotros somos el futuro de Europa”, dijo Orbán en 2017 meses después de que el referendum sobre el Brexit y la primera victoria de Trump anunciaran el fin estremecedor de la política tal y la conocíamos. “Orbán quiere que su régimen sea visto como un modelo para los movimientos nacionalpopulistas en el extranjero”, resumió el dramaturgo británico David Edgar en un artículo sobre Orbán en el London Review of Books. Y todo indica que está logrando lo que quiere.
Nacido en un pueblo cerca de la ciudad provinciana de Székesfehérvár en 1963 y licenciado por la Universidad de Oxford, Orbán entiende que el populismo más descerebrado requiere una metodología de ciencia pura. Realiza miles de encuestas cuantitativas para sondear e influir en la opinión publica adaptando sus políticas a los resultados. “En los cuestionarios incluyen preguntas como: ¿Cómo usted se sentiría si su hija fuera violalda por un gitano”, asegura Nun.
El primer ministro ha sido asesorado por los gurús de la derecha estadounidense. El ya fallecido exconsultor de Richard Nixon, Arthur Finkelstein, le ayudó en su ascenso al poder. Rod Dreher, uno de los directores de la revista American Conservative y escritor de éxitos de venta, ya vive en Budapest a sueldo del Instituo Danubio, un think tank financiado por al gobierno de Orbán. “Budapest es la Meca de la derecha estadounidense”, dijo Alex Georgescu, un analista rumano. Orbán visitaba a Trump a Mar o Lago antes de su victoria electoral en 2024 y se considera uno de los aliados más estrechos de la nueva administración en Washington.

Viktor Orbán (izquierda) con Santiago Abascal y Marine Le Pen, en un mitín de VOX en Madrid, en febrero de 2025. REUTERS/Ana Beltran TPX IMAGES OF THE DAY
Las campañas de propaganda contra las minorías, desde inmigrantes hasta gitanos roma, han resultado eficaces para movilizar a húngaros que buscan chivos expiatorios tras una transición en Europa del este que coincdió con lo peor del momento neoliberal. “Hay una semilla fascistoide dentro de lo que queda de la democracia húngara” dice Tamas Bauer, el veterano economista liberal. Pero, puede que haya más ruido que nueces en las cargas de Orbán contra los vulnerables. La situación de los gitanos es de marginación total en Hungría pero no es peor que antes de la llegada del actual primer minsitro al poder en 2010, cuando el grupo fascista Jobbik montaba pogromos contra los asentamientos gitanos. Gracias a las políticas clientelares, Orbán incluso se ha hecho con la mayor parte del voto gitano. “Orbán no es racista, es maquiavélico; hará lo que sea para mantenerse en el poder”, dice Nun.
Orbán no es racista; es maquiavélico y hará lo que sea para mantenerse en el poder
Orbán no se cansa de arremeter contra las oenegés del “globalismo progresista”. En este sentido, la decisión de la administración de Trump de cerrar la agencia de ayuda al desarrollo USAID le ha dado el pretexto para anunciar otro embiste contra el demonizado Soros. Pocos recuerdan en las conferencias del C-PAC en Budapest que la estancia de Orbán en Oxford en los noventa fue financiado por el mismo Soros convencido entonces de que Orbán sería unlider de la open society húngara. Muchos medios de comunicación de la oposición, privados de fondos por el gobierno que ha logrado mediante el conglomerado Mediaworks un control sobre la mayor parte de los grandes medios e comunicación, habían recurrido a usar financiación de USAID pervirtiendo aún más la democracia húngara.
La prohibición del orgullo gay ha desatado fuertes críticas en Bucarest y seguramente reforzará la lucha por el matrimonio gay -prohibido en Hungría, aunque la unión de hecho está permitida. La adopción de niños por parejas del mismo género también está prohibida. Orbán apuesta que los titulares a favor y en contra de la medida sirvan para reforzar el voto homófobo en el campo mas tradicional.
Pero a fórmula Orbán siempre desafía las convenciones. Pese al ultra conservadurismo social y el rechazo a los llamados valores woke, el gobierno húngaro se ha convertido en uno de los principales críticos del neoconservadurismo en el ámbito geopolítico.
Orbán se opone a la expansión de la OTAN y pide el fin de las sanciones y la reincorporación de Rusia a la economía internacional. Se ha opuesto a la decisión de la UE de dedicar 800.000 millones de euros al rearme. “Hungría no sobrevivirá tres años más de guerra”, dijo en el pasado en Bruselas. Se calcula que las pérdidas para la economía húngara debido a la guerra ascienden a 20.000 millones de dólares. La inflación se disparó a l 17% en 2022.
“Orbán es el único político europeo que entiende por qué hay una guerra en Ucrania”, dijo el destacado economista de la Universidad de Columbia en Nueva York, Jeffrey Sachs, en una entrevista en La Vanguardia.
Asimismo, Orbán es el único líder europeo que propone abandonar el enfrentamiento a China. Pretende incorporar a Hungría a los BRICS y ya ha dado luz verde, cerca de Budapest, a la primera planta europea de vehículos eléctricos de la empresa china BYD Auto. Invitó a la Universidad de Fudan a establecer una facultad en Budapest en 2020, provocando las protestas del alcalde. Al igual que Trump, Orbán parece basar su estrategia, a veces, en las contradicciones y las sorpresas. El ministro de Exteriores húngaro visitó Irán el año pasado pero Orbán se jacta de ser el mejor amigo europeo de Benjamin Netanyahu .
Al mismo tiempo, Orbán sorprende por sus medidas de heterodoxia económica. Ha gravado impuestos a las cadenas de supermercados multinacionales para defender a los pequeños comercios, más presentes en Budapest que en ciudades más entregadas al modelo de neoliberalismo transfronterizo aún defendido por la UE.
Acaba de anunciar una batería de controles sobre precios sobre 30 productos esenciales para detener la inflación galopante. “Los precios no suben, sino que alguien los sube”, dijo, en referencia a las a cadenas extranjeras como Tesco y Spar. Ha fijado un margen mínimo de diferencia entre los precios al por mayor y al por menor del 10%. Actualmente, el margen en el caso de los huevos es del 40%. Es el tipo de intervención agresiva contra los precios abusivos que levanta ampollas en Bruselas pero que ha sido recomendado por la economista de izquierdas alemana Isabel Weber.
Oban pretende controlar los precios de 30 productos en las grandes superficies
En otro guiño a la izquierda económica , Orbán inició su segundo periodo en el poder en 2010 al nacionalizar a las empresas de energía, petroleo y transporte. Pero rápidamente volvió a privatizar las mismas empresas que, en muchos casos, fueron regaladas a oligarcas allegados al poderoso primer ministro. Tal y como se cuenta en el documental La Dinastía de Direct 36, la reprivatización ha beneficiado en muchos casos a los oligarcas allegados a la familia de Orbán que ha aplicado una sola tasa tributaria —una idea de la derecha libertaria— y ha restringido los derechos sindicales. Un ex fontanero y amigo de la infancia de Orbán, Lorinc Mészáros, se ha convertido en el hombre más rico de Hungría gracias a los contratos públicos
“Orbán es corrupto, pero acabó rápidamente con los acampados de refugiados sirios", dijo Csaba, un treintiañero que trabaja en un taller de coches con su padre tras pasar unos años en Texas. “Aquí la economía es difícil, pero hay más seguridad en todos los sentidos que en Estados Unidos u otros países”, añadió en una conversación en la calle.
Ante el reto de Magiar, exmarido de una ministra del gobierno de Fidesz, la capacidad de Orbán para eternizarse en el poder dependerá de la percepción popular de si la corrupción y los problemas económicos son más graves que la seguridad. Es poco probable que el futuro de la democracia sea el factor determinante. “Orban puede perder la mayoría de dos tercios”, dice Tamar Bauer. “Pero ya no lo necesitan; el trabajo de cargarse el Estado de derecho ya está hecho”.