El cónclave es imprevisible

TRIBUNA

El cónclave es imprevisible
Politólogo y economista

La excelente película Cónclave , que fue nominada para el Oscar, es impactante porque muestra abiertamente lo que ya se sabía pero no era prudente propagar: como en todas las asambleas que eligen un líder, en los cónclaves de la Iglesia católica para elegir el Papa hay candidaturas, conspiraciones, coaliciones y traiciones.

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La Capilla Sixtina alberga el cónclave 

Pier Paolo Cito / Ap-LaPresse

Al principio de la Iglesia no era así porque se esperaba que el elegido lo sería por la voz de Dios. El obispo de Roma era elegido, como los demás obispos, por aclamación de los fieles en la plaza mayor: Vox populi, vox Dei . La unanimidad espontánea se hizo menos evidente a medida que la Iglesia se amplió y creció la rivalidad entre el Papa y el Sacro Emperador Romano para nombrar o vetar al otro. Los que perdían el contencioso, a veces se rebelaban. Hasta el siglo XII, hubo al menos treinta y un antipapas que fueron proclamados en pugna con el otro ganador y reconocidos por algunas facciones. En apenas cien años en torno al año 1000, doce papas fueron expulsados del trono, cinco fueron enviados al exilio y cinco fueron asesinados.

Quizá ahora tocaría un norteamericano, un africano o un asiático

Para reforzar la autonomía eclesiástica y evitar las presiones directas, en el siglo XI la elección del Papa dejo de ser tumultuosa en la calle y se transfirió a los cardenales. Se continuaba entendiendo que debía ser por unanimidad, como prueba inequívoca de que reflejaba la voluntad divina. Se podía reproducir la aclamación, ahora por los cardenales que podían desfilar en corro por la sala para mostrar su entusiasmo por un candidato, o dejar que tomara la decisión la senior pars de los cardenales-obispos que tenían prioridad sobre la maior pars de los meros sacerdotes y diáconos, o delegar en un pequeño comité. La dificultad era no solo evitar las algaradas sino la tozudez de cualquier cardenal que impidiera la unanimidad. En el siglo XII se tuvo que rebajar el requerimiento y se adoptó la regla de los dos tercios. El Papa Gregorio X instruyó que “no es el celo con el celo ni el mérito con el mérito lo que debe compararse sino solo los números con los números”. Y, como pronunció el papa Pío II: “Lo que se hace por dos tercios del Sacro Colegio [de cardenales] está hecho sin duda por el Espíritu Santo, y no cabe oponerse”.

Sin embargo, las deliberaciones se alargaban y alargaban; en algunas ocasiones la elección del nuevo Papa tomó varios meses y hasta casi tres años. Algunos perdedores no aceptaban el resultado y volvían a salir antipapas: llegó a haber tres papas simultáneos, incluyendo al famoso Papa Luna, súbdito de la Corona de Aragón, que se refugió en Peñíscola, donde permanece una recia escultura suya.

Para agilizar la elección, en el siglo XIII, el papa Celestino V, que no había sido cardenal y era conocido como “el ermitaño octogenario”, resolvió encerrar a los cardenales bajo llave, o sea con-clave, sin paga y a partir del noveno día a pan, agua y vino, hasta que recibieran la inspiración del Espíritu Santo. Como puede imaginarse, así tenían más incentivos para llegar rápidamente a un acuerdo.

Este es el procedimiento actualmente vigente: la elección por el cónclave de cardenales por dos tercios. Durante mucho tiempo, una situación bastante frecuente implicaba a dos candidatos italianos, uno más conservador que el otro, que se bloqueaban mutuamente; tras varios días de votar y votar en secreto, se recurría a un cardenal menos conocido que no polarizaba tanto –en teoría de juegos se dice un “punto focal”. Según una información secreta, en 1978 el cardenal polaco Wojtyla había obtenido solo cinco votos en la primera ronda, pero, ante el bloqueo, fue súbitamente elegido como candidato focal al final del segundo día.

Una vez convertido en el papa Juan Pablo II, mantuvo la regla de dos tercios en las votaciones durante cuatro días a cuatro votaciones por día, pero introdujo la mayoría de la mitad más uno a partir del quinto día, y tras 34 rondas sin mayoría, o sea en el noveno día, el voto entre solo los dos candidatos que hubieran obtenido más votos, pero requiriendo otra vez dos tercios, todo lo cual acortó los procesos. Tanto el cardenal Ratzinger en el 2005 como el cardenal Bergoglio en el 2013 fueron elegidos al segundo día de la reunión. Antes de dimitir a los 85 años de edad, el papa Benedicto XVI restableció el requerimiento constante de dos tercios para así asegurar un mayor consenso entre los electores.

Un polaco, un alemán y un argentino después de casi dos mil años de italianos. Quizá ahora tocaría un norteamericano, un africano o un asiático. No creo que un latino andrógino como en la película. Quién sabe; el procedimiento actual es más operativo que los de períodos históricos pasados, pero la elección es impredecible y siempre sorprende porque, pese a todas las conspiraciones y maniobras, muchos cardenales sí esperan algo que se parezca a una súbita, santa inspiración espiritual.

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