Vietnam ha anulado esta semana el techo de dos hijos por pareja, una política que estaba oficialmente en vigor desde 1988. En aquella época la imagen del país eran los “boat people”, gente que se lanzaba al mar en botes a la deriva, llenos a rebosar, porque cualquier país costero del vecindario les parecía mejor. Hace apenas dos años, Vietnam, decimoquinta nación más poblada del mundo, superó los cien millones de habitantes. Sin embargo, su imagen de superpoblación no se corresponde ya a la realidad, por mucho que las vibrantes calles de ciudad de Ho Chin Minh y sus carreteras abarrotadas de motocicletas puedan hacer pensar lo contrario.
De hecho, la antigua Saigón, que es también la capital económica del país y su metrópolis más poblada, es donde la tasa de fertilidad ha descendido de forma más acelerada, hasta 1,39 hijos por mujer. En el conjunto de Vietnam está en 1,9 hijos, cuando el reemplazo demográfico requiere 2,1. Por ello, las autoridades municipales de Ho Chi Minh han ido más allá, ofreciendo el equivalente de 100 euros a las mujeres que tengan su segundo hijo antes de los 35. También han establecido la gratuidad total de la educación a partir de los cinco años y modestas ayudas para guarderías. Vietnam concede, asimismo, seis meses de baja maternal. Nada de ello sorprende en la rica Europa, pero coloca al país de Ho Chi Minh en la avanzadilla del sudeste asiático.
Aunque el declive demográfico no es excepcional en Asia, los países que lo padecen desde hace años -y de forma mucho más aguda- como Japón y Corea del Sur, están en un estadio económico mucho más avanzado. En Japón la tasa de fertilidad está en 1,2 y en Corea del Sur en un alarmante 0,68. Aunque no pueda establecerse un nexo directo, ambos países están también a la cola en lo que se refiere a la satisfacción amorosa y sexual de sus habitantes, según la encuesta anual que realiza en 31 países la firma francesa de opinión Ipsos.

Escolares vietnamitas en la recepción al presidente francés Emmanuel Macron, el pasado 26 de mayo, frente al palacio presidencial de Saigón
Aunque Vietnam considera que su volumen de gente en edad de trabajar aún continuará creciendo durante dos décadas, también lo hará, de forma más acelerada, el número de jubilados. Algo que ha espoleado la decisión de dejar en manos de cada pareja una decisión que en la mayoría del mundo se da por sentado que pertenece al ámbito privado.
El problema demográfico se plantea de forma todavía más cruda en Tailandia, cuya población tocó techo en 2023, con 66 millones de habitantes, pero que ya ha empezado a decrecer. El año pasado, en medio millón de habitantes. Su índice de fertilidad es de un hijo por mujer, como en China.
El gigante asiático aprobó en 1979, con Deng Xiaoping, el límite de un hijo por pareja (dos para tibetanos, uigures y otras minorías). La herencia de dicha política no solo son prácticamente dos generaciones de padres con un solo hijo, sino también de abuelos con un solo nieto.
Este techo no se relajó hasta 2013, con Xi Jinping, con la autorización para que las parejas con un hijo pudieran tener otro. En 2016 se autorizó de forma general tener dos hijos por pareja (tres para las minorías).
Hoy esta claro que el cambio de política llegó muy tarde. Cuando en 2021 se volvió a elevar el listón hasta tres hijos, pocas chinas querían ya tener más de uno. Efectivamente, la población china empezó a descender hace un par de años -seguirá haciéndolo- cediendo la condición de país más populoso del mundo a India, cuya población todavía sigue aumentando (aunque su tasa de fertilidad se haya reducido ya a dos hijos por mujer).
Nada de lo anterior elimina el debate sobre si el estado tiene derecho, en primer lugar, a inmiscuirse el número de hijos de una pareja. En realidad, más que una prohibición siempre se trató de una penalización de aquellos que no seguían las directrices, con consecuencias, entre para su movilidad geográfica y ascenso laboral, en otros ámbitos.
En el caso de Vietnam, hacía años que la inspección del techo de dos hijos era laxa, en el mejor de los casos. En realidad, solo afectaba a los militantes del Partido Comunista de Vietnam, en sus posibilidades de promoción. Por lo que estos son, de hecho, los beneficiarios directos de la relajación.