Casi todo en la Casa Blanca parece guiado por el surrealismo últimamente, pero lo de anoche fue uno de los capítulos más insólitos: el presidente de Estados Unidos respondiendo, en las horas más dramáticas de los últimos años, a la pregunta de si entrar o no en guerra con Irán, mientras a sus espaldas un equipo de fútbol lo observa con desconcierto.
Ocurrió ayer: el equipo italiano de la Juventus estaba en Washington para disputar el Mundial de Clubes de la FIFA y su presidente, John Elkann —nieto de Giovanni Agnelli y presidente de Stellantis (“está haciendo un gran trabajo”, dijo Trump)— llevó a una selección de sus jugadores a visitar al mandatario, con quien mantiene un diálogo abierto sobre el sector del automóvil.
El protocolo preveía la entrega de una camiseta de la Juve con el número 47, el que le corresponde como 47º presidente de Estados Unidos, y una bonita foto. Pero, como de costumbre, Trump rompió el guion y empezó a divagar sobre todo tipo de asuntos. Los periodistas, convocados sin previo aviso, lanzaron preguntas sobre una posible intervención estadounidense en el conflicto, y el presidente respondió durante casi un cuarto de hora, ante las miradas atónitas de los jugadores, inmóviles tras él y visiblemente incómodos.¿Atacar Irán? “Tengo una idea, pero las cosas cambian muy rápido”. ¿Un cambio de régimen en Teherán? “¿Por qué no? Podría pasar. Ya veremos”.
Donald Trump posa con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino el consejero delegado de Exor y presidente de Juventus, John Elkann,
Trump cambió de tema y pasó a su cruzada sobre las diferencias entre el deporte masculino y femenino:
—¿Ustedes dejarían jugar a mujeres en su equipo? —preguntó Trump. Silencio absoluto.
Tras unos segundos incómodos, Damien Comolli, director general, intervino:
—La Juve tiene un excelente equipo femenino.
—Claro —replicó el presidente—, ¡pero imagino que no las harían jugar con ustedes!
Nuevo silencio. Sonrisas de compromiso. Finalmente, Trump cedió:
—Bueno, veo que son diplomáticos.
Ellos sí.