En su búsqueda por una gestión de paz que justifique un Nobel para Donald Trump, su equipo eligió bien: el conflicto intratable durante 35 años entre dos ex repúblicas soviéticas, Armenia y Azerbaiyán. También el momento fue oportuno: el 8 de agosto, en vísperas de la cumbre de Alaska, con lo que se enviaba a Vladímir Putin el mensaje de que Estados Unidos puede volver a meterse en su patio trasero del sur del Cáucaso, a pesar de la pérdida de Georgia, que está de nuevo en la órbita rusa.
Desde luego, no estalló la paz aquel día entre los viejos enemigos. Hubo tan solo una declaración de intenciones, un memorando en términos vagos, sin compromiso. Pero fuera del documento se abrió una oportunidad de cambio que Trump entiende en términos de beneficios mutuos y sobre todo para EE.UU.
El azerbaiyano Alíyev y el armenio Pashinián sonrieron en el despacho oval sin comprometerse a nada
Washington ha visto la oportunidad en la ambición de Azerbaiyán de acceder al aislado enclave azerí de Najicheván, que es oficialmente una república autónoma. En el enrevesado conflicto por la región de Nagorno-Karabaj, durante años ha sido parte del problema el llamado corredor de Zangezur, que conectaría Azerbaiyán y Najicheván a expensas de territorio armenio. En el acuerdo de alto el fuego gestado y firmado por Putin en noviembre del 2020 figura que se restablecerá “una conexión de transporte” y que esta será garantizada por Rusia. Pero nada se ha hecho. En cambio, la oferta de Trump es directa: yo construyo esa vía de conexión, que llamaremos Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad (Tripp, por sus siglas en inglés), y ustedes firman la paz cuando les parezca.
Ellos son Ilham Alíyev y Nikol Pashinián, que honraron sonrientes el ego de Trump en el despacho oval. El presidente Alíyev heredó el cargo de su padre, ganó elecciones con más del 90% del voto y emprendió hace años una deriva occidental bombeando gas y siendo generoso con los políticos europeos. Pashinián, héroe de la revolución incruenta del 2018 y hasta entonces ajeno a la clase política armenia, ha logrado mantenerse en el poder aun a pesar de la derrota en la guerra y de acabar reconociendo que Nagorno-Karabaj pertenece a Azerbaiyán, como dice la ley internacional, lo que es visto por muchos como una traición, en particular por el clan procedente del enclave que gobernó el país dos décadas. Pashinián tuvo que tragarse el abandono de Rusia en la guerra: a pesar de tener un acuerdo de defensa, Moscú surtió de armas a Azerbaiyán y, con el alto el fuego, colocó tropas rusas en el corredor de Lachín, que conecta Armenia con Nagorno-Karabaj. Pashinián está en posición débil y es realista: vale más aprovechar para sacar al país de su aislamiento y evitar otra guerra ante un enemigo muy superior.
La Tripp se proyecta hasta Asia Central, beneficia mucho a Azerbaiyán y a Armenia le promete seguridad
¿Beneficia así Trump al más fuerte? Sin duda. Hay analistas que ven una entrega de Armenia sin que obtenga a cambio ni el retorno de prisioneros de guerra (un asunto grave) ni el levantamiento del bloqueo de sus fronteras. El propio ministro de Defensa está en contra. Sin embargo, Nerses Kopalyán, profesor de ciencia política en la Universidad de Nevada y participante en el proceso de Washington, lo ve en positivo. Según él, en marzo pasado Alíyev “planeaba reiniciar hostilidades con Armenia” precisamente para lograr el corredor. En abril, Trump movilizó a su enviado para todo, Steve Witkoff. Y el resultado, según Kopalyán, es que sería tan solo una ruta de tránsito –una vía férrea y una carretera, también conducciones de gas y petróleo– que permanecería bajo soberanía de Armenia con la garantía de seguridad que daría la presencia norteamericana. Es un esquema parecido al que Trump ofreció al ucraniano Zelenski: quedarse con explotaciones mineras que, al convertirse en intereses de EE.UU., darían protección al país. Para Azerbaiyán es mucho mejor: recupera con Najicheván y conecta desde allí con Turquía sin tener que pasar, como hasta ahora, por Georgia, integrándose en un proyecto ambicioso: la proyección de la Tripp llegaría a Asia Central, compitiendo así con China.
En cuanto a los damnificados, la reacción de Moscú ha sido tibia, y la de Irán, también, pero la presencia norteamericana en su frontera inspira temor. Armenia es vital para la entrada de mercancías en un Irán sujeto a sanciones, y Armenia necesita a Irán, dado el cierre de su frontera con Turquía.
La Tripp, por ridículo que suene su nombre, no deja de ser un intento imaginativo de atajar un conflicto especialmente correoso por muchos aspectos –étnicos, territoriales, derivados de las guerras...–, pero requiere tiempo, y que Trump no pierda el interés.