Desde el punto de vista de la historia política, la figura del escultor alemán Georg Kolbe (1877-1922) tiene dos caras. Por un lado, la belleza evidente de sus esculturas clasicistas le convirtieron en un referente artístico en la Europa de entreguerras. Por otro, a partir de 1933 el nacionalsocialismo le convertiría en ejemplo del artista ario —frente al “degenerado”, en palabras de Hitler, arte moderno—, lo que complicó la percepción de su legado. Sobre todo, por quienes poseyeron su legado: en última instancia, un artista no es responsable de quién le admira.
El paso del tiempo ha restaurado políticamente la figura de Georg Kolbe, pero no de todos sus trabajos. El Museo Kolbe de Berlín, que recoge buena parte de su obra, muestra desde 1979 una obra, La fuente de las bailarinas , que está ahora en el ojo del huracán. El propio Museo Kolbe inició en el 2024 una investigación sobre la obra para estudiar si su exposición implica antisemitismo.
La escultura fue un encargo del empresario Heinrich Stahl a Georg Kolbe; los nazis se la arrebataron en 1941
¿Y por qué sería antisemita la exposición de La fuente de las bailarinas ? Porque fue arrebatada a una familia judía. Una memoria que se perdió y que nada lo recuerda.
La investigación del Museo Kolbe ha rehecho el siglo de vida del conjunto escultórico. La fuente de las bailarinas nació en 1922 como un encargo de Heinrich Stahl, un empresario judío, a Kolbe para su villa de Dahlem, un barrio residencial del extrarradio berlinés. Con la llegada del nazismo y la represión antisemita, Stahl fue forzado, en 1941, a vender todas sus propiedades. Stahl murió en el gueto de Theresienstadt, en la actual República Checa. “Tuvimos que entregar todos nuestros fondos al Reich y vamos como mendigos hacia un futuro incierto”, dejó escrito. Un año después, moría en el gueto al que fue enviado.
Tres años después, en 1945, La fuente de las bailarinas fue adquirida por el cónsul búlgaro en Berlín, Todor Dimanov, que se estableció —y trasladó el conjunto escultórico— a Madrid. En los años cincuenta, los herederos de Stahl trataron de que Alemania restaurase sus propiedades y patrimonio. Fueron compensados con 2.000 dólares a cambio de renunciar a la demanda. Respecto a la fuente, Dimanov comunicó que era imposible recuperarla porque había “desaparecido”. La desaparición era creíble, dada la devastación de Berlín en los últimos días del Tercer Reich, pero no era cierta. El barrio en el que se ubicaba está en el suroeste de la ciudad, y el principal frente de guerra fue el este de Berlín. Dahlem quedó a salvo de lo peor de los ataques. Además, tras la rendición alemana, el barrio —un entorno de villas diplomáticas y residencias universitarias— quedó encuadrado en el sector estadounidense, albergando al gobierno de Berlín Occidental durante la posguerra.
Pese a su pretendida desaparición, la fuente reapareció en 1978 dentro del patrimonio de los Dinamov, aún establecidos en España, que la vendieron al Museo Kolbe por 120.000 marcos de la época.
La historia de La fuente de las bailarinas y la familia Stahl podría haberse quedado ahí, pero Kathleen Reinhardt, curadora de arte y directora del Museo Kolbe desde diciembre del 2022, impulsó una lectura crítica del propio catálogo del museo. Entre las investigaciones que abrió, la relación de las obras catalogadas con el periodo nazi.
En esas pesquisas se descubrió el engaño sobre La fuente de las bailarinas , ausente en 1953 y convenientemente redescubierta para su venta en 1978.
Rehecha la historia, los herederos de la familia Stahl, representados por la nieta de Heinrich, Susan Gunstream, exigen que la estatua sea calificada de NS Raubkunst . Es decir, de arte saqueado a los judíos por los nazis, cosa que el Museo Kolbe, de momento, no ha hecho. Además, piden que se les ofrezca una restitución, dado el expolio de 1941 y el engaño de 1953.
Por el momento, la dirección del museo y la familia están en conversaciones en busca de una compensación económica justa. Y, sobre todo, en pos de la restauración moral que supondría reconocer que la obra fue objeto del expolio nazi a los judíos, y que La fuente de las bailarinas lo recuerde. Porque para eso sirve la memoria histórica: porque detrás de la verdad está la justicia.