Una flotilla zarpará hoy de Barcelona para romper el bloqueo naval de Gaza. Son una veintena de embarcaciones a las que se unirán varias decenas más salidas de Bizerta, Génova, Catania y otros puertos del Mediterráneo. Desde que en el 2007 Israel bloqueó Gaza, ha habido más de 37 misiones marítimas. Esta es la más numerosa, con participantes de 44 países, un ejemplo de la repulsión que provoca la campaña militar de Israel, el bombardeo indiscriminado de la población civil –50 muertos ayer en el ataque a un edificio de cinco plantas en la ciudad de Gaza– y el uso del hambre como arma de guerra, estrategias propias de un genocidio.

Un activista palestino se hace una selfie con Greta Thunberg, líder mediática de la flotilla solidaria que hoy parte de Barcelona (Lluís Gené / AFP)
Más de 64.000 personas –el 83%, civiles, según el ejército israelí– han muerto en Gaza desde el inicio de la guerra. La esperanza de vida de los supervivientes desciende por las heridas, las enfermedades y la malnutrición. El hambre ha matado ya a cientos de personas. Las Naciones Unidas confirman que la mayoría de la población, más de 1,1 millones de habitantes, se verán afectados por la falta de alimentos.
La Global Sumud Flotilla intentará romper el bloqueo y concienciar a la opinión pública mundial sobre las atrocidades que sufre el pueblo palestino. Sumud significa perseverancia en árabe y la voluntad de los participantes es volver a intentarlo hasta tener éxito.
Los, aproximadamente, trescientos activistas que saldrán de Barcelona se han preparado a conciencia. Dos días de instrucción intensa han fortalecido el grupo. La selección ha sido severa. Había más de 6.000 voluntarios dispuestos a arriesgar su vida por la causa palestina. La euforia de las sesiones preparatorias se trasladó ayer al Moll de la Fusta, escenario de un festival político y musical que se alargará hasta este mediodía para despedir a la expedición.
La flotilla cuenta con el apoyo de 44 países y se refuerza con salidas desde varios puertos
La flotilla, una armada indefensa pero combativa, recibirá hoy las despedidas con música y bendiciones que las ciudades solían dar a los ejércitos que partían a luchar por causas justas.
La euforia colma a los expedicionarios. El peligro no hace mella en ellos porque el enemigo aún está lejos y el campo de batalla es una abstracción. El sentimiento de victoria, de “estar en el lado correcto de la historia”, como afirma Greta Thunberg, líder mediática de la flotilla, se refleja en la alegría de los activistas.
Los jóvenes de la izquierda alternativa, laica, europea y republicana, los veteranos de la solidaridad internacional que no pierden la fuerza ni la inocencia ante el auge de la ultraderecha, la progresía musulmana y el conservadurismo islamista se unen en el objetivo acabar con la injusticia de Israel en Gaza.
Las consignas se cantan puño en alto con un elevado lirismo revolucionario. El enemigo es el sionismo. La voluntad soterrada es la extinción de Israel.
La monstruosa maquinaria de guerra israelí alimenta la resistencia armada. Las denuncias antisionistas, de colonización y genocidio, se sustentan sobre pruebas que la Corte Penal Internacional ha admitido a trámite en un proceso por crímenes de guerra. La flotilla, como enfatiza Saif Abukeshek, uno de sus organizadores, da el paso que no se atreven a dar los gobiernos que critican a Israel pero lo apoyan bajo mano.
La misión sale de Barcelona porque es un puerto que ha exportado armas al ejército israelí. Los activistas creen que Europa es tan cómplice del genocidio como lo es EE.UU. El doble rasero con Rusia les da la razón y ante él levantan un doble frente de protesta política y resistencia pacífica.
La euforia colma a los expedicionarios, que acusan al sionismo del ‘genocidio’ que sufre el pueblo palestino
Los participantes con los que hemos hablado estos días aspiran a ser mejores que el tiempo que les ha tocado vivir. Tienen la ilusión, la inocencia y la determinación de cualquier movimiento de base. Simplifican la realidad para poder actuar. No hay revolución que pueda triunfar desde el escepticismo y la moderación, y Barcelona se apunta a ella, con todas sus contradicciones y esperanzas.
Su alcalde es persona non grata en Israel y pronto lo será su antecesora, que llegó a la política desde el activismo y que sale de ella para volver a un movimiento de base, enrolada en una flotilla que zarpa con viento favorable.
Es la cuarta de este año y la más ambiciosa. “Creo que esta vez lo conseguiremos”, me confiesa una irlandesa que en mayo lo intentó con el Conscience , buque que los comandos israelíes bombardearon con drones cuando se alejó de Malta.
Así es la guerra, cruel y trascendente, y Barcelona se incorpora a ella en el bando de la resistencia palestina que hoy zarpa del Port Vell con la incertidumbre que impone el horizonte, pero también con el aliento de la gloria anticipada.