Xi Jinping reúne en Tianjin y Pekín al mundo desafecto a Donald Trump

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Mandatarios de Rusia, India o Irán convergen en la 25 cumbre de la Organización de Cooperación de Shangai

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La última vez que el primer ministro indio Narendra Modi le estrechó en China la mano al presidente Xi Jinping fue hace más de siete años. Hoy lo han vuelto a hacer en Tianjing

XIE HUANCHI / EFE

El centro de gravedad del planeta se ha desplazado visiblemente hacia oriente este domingo. Concretamente hacia la portuaria Tianjin, donde el presidente de China, Xi Jinping, ejerce de anfitrión durante dos días de la 25 cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). La nómina de jefes de estado o de gobierno es sustancial, con la presencia del presidente ruso Vladimir Putin, su homólogo iraní Masud Pezeshkian o el primer ministro indio, Narendra Modi, que vuelve a pisar China después de siete años, tras hacer escala en Japón. Así hasta veintiséis mandatarios, entre países miembros (10), observadores (2) y socios de diálogo (14), que suman un 42% de la población mundial. 

Xi Jinping dejó claro que esta cumbre de dos días debería marcar un antes y un después. No por casualidad, cuenta con un epílogo acerado, este miércoles, con el desfile por los 80 años de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Aunque solo algunos de los presentes en Tianjin se desplazarán a continuación a la pekinesa plaza de Tiananmén, entre ellos estarán Putin y su socio bielorruso, Alexander Lukashenko, con alguna incorporación sonada, como la del dictador norcoreano, Kim Jing Un. La presencia de estos dirigentes en la misma tribuna que Xi Jinping manda un mensaje a Occidente, en su común contemplación de las últimas novedades del arsenal del Ejército Popular de Liberación. 

El éxito de convocatoria de la cumbre de Tianjin ha dejado de ser noticia, cuando la última cumbre China-África, hace menos de un año, congregó a los dirigentes de todos los gobiernos africanos, excepto la ignota Eswatini -que considera que la China legítima es la de Taipéi- y el Sáhara Occidental, al que no reconoce. Duró tres días. 

En contraste, la última cumbre China-UE, a finales de julio, duró solo un día a petición china y su balance fue previsiblemente decepcionante. La cúpula de Bruselas, encerrada en un solo juguete, se preparaba ya para acudir al club de golf de Donald Trump en el Reino Unido. 

OCS son siglas que habrá que empezar a memorizar, por poco excitante que sea su hoja de servicios, como un día el resto del mundo memorizó las siglas de la Unión Europea (UE). Esta última podría no ser capaz indefinidamente de destrenzar de noche la convergencia euroasiática -empezando por el transporte, el comercio y la seguridad- que organizaciones como la OCS pregonan. 

Prueba de ellos es que este mismo domingo se reunía con Xi Jinping el dictador Ilham Aliyev, pieza clave en ese puzle de conectividad, igualmente cortejado por los occidentales. Aunque antes -como en el caso de Modi- se cuidara de repartir las velas: una para Turquía, otra para Israel; una para el corredor de Zangezur -que acercará a la OTAN al mar Caspio, con la connivencia de una Armenia menguante- y otra a las nuevas Rutas de la Seda. 

El Gran Juego -esa obsesión anglosajona de más de doscientos años por el control de Asia Central- sigue vivito y coleando. Y mientras la UE deshoja la margarita, China reúne por todo lo alto a a un bloque de países afines -o de países que quieren reactivar sus relaciones, como la India de Modi, cuyas metrópolis volverán a contar con vuelos directos a ciudades chinas, mientras se reabren puestos de intercambio comercial fronterizo largamente cerrados. 

Por último, Tianjin no es una ciudad china más. Como Shanghai o Cantón, con sus concesiones a potencias extranjeras, también fue punto de encuentro de Oriente y Occidente, de forma frecuentemente traumática china. Pero el encuentro de hoy y mañana se celebra en el marco de una organización en la que las dos lenguas oficiales son el ruso y el chino. Hay otros mundos, aunque estén en este. La democracia, eso sí, es discrecional y puede ser pospuesta indefinidamente, con la misma soltura con que otros postergan la paz. 

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