Cada vez que menciona el Brexit, Timothy Garton Ash (Londres, 1955) deja traslucir una gran frustración. “Todos los días vemos lo estúpido y autolesivo que fue”, dice. No podía ser de otra manera: este historiador y periodista británico se siente profundamente europeo. Un sentimiento que impregna sus artículos para medios como The New York Times y The Guardian ; así como sus diversos libros, entre ellos su último ensayo, Europa, una historia personal (Taurus, 2023). Testigo directo de episodios como la caída de la Unión Soviética, Garton Ash observa ahora con preocupación cómo Europa se adentra en terreno desconocido, acechada por múltiples amenazas. De ello habló con este diario el pasado lunes, unas horas antes de recoger el premio Vanguardia en la categoría Periodismo.
¿Cómo definiría la era actual?
Estamos en el inicio de un nuevo período en la historia de Europa, donde afrontamos tres grandes desafíos: la Rusia de Putin, que está en guerra no solo con Ucrania, sino con toda Europa; el resto del mundo no occidental –China, India, Turquía, Brasil, Sudáfrica–, que se ha vuelto rico y poderoso y está dispuesto a seguir haciendo negocios con Rusia; y EE.UU., que con Donald Trump se declara enemigo de la UE, apoyando por primera vez a una Europa antiliberal: la de Vox, Aliança Catalana, Marine Le Pen, Nigel Farage, Alternativa por Alemania… Es un momento crítico.
Nuevo orden mundial
“Europa está en un inicio de época, y todavía no está claro hacia dónde se dirige”
Como decía Mark Twain, “la historia no se repite, pero rima”. ¿Ve alguna similitud con alguna otra era del pasado?
La rima que veo aquí es con otros inicios de época. Cinco años después de 1945, creamos las instituciones internacionales que hemos tenido hasta hoy. Cinco años después de 1989, creamos la Europa actual. Ahora estamos en el cuarto año de este nuevo período y aún no está nada claro hacia dónde se dirige Europa. Ese es el paralelismo que debemos pensar: períodos formativos en los que la historia está abierta.
Donald Trump dio por muerto el multilateralismo en su reciente discurso en la ONU. ¿Cómo se sobrevive en este escenario?
Los europeos teníamos la ilusión de que éramos el futuro del mundo, y que este consistía en una cooperación multilateral cada vez más profunda. Pero resulta que el mundo hoy se parece a la Europa de finales del siglo XIX, con imperios en competencia. De repente, en lugar de ser el futuro, Europa es la excepción. ¿Cómo adquirimos la fuerza de una gran potencia manteniéndonos fieles a nuestra creencia en el Estado de derecho, en la democracia? Ese es nuestro dilema.
Las provocaciones de Rusia en el territorio de la OTAN se suceden: ahí están las incursiones de drones y cazas en Polonia, Estonia, Rumanía... ¿Europa ha despertado?
Me interesaría mucho saber la respuesta de sus lectores a esa pregunta. Hay un viejo chiste que dice que uno puede despertarse y no levantarse de la cama. Para despertar y levantarnos de la cama, hay que reconocer que Rusia está en guerra con nosotros, porque no se trata solo de ataques con drones: se trata de intentos de asesinato, de ciberataques, de injerencias masivas. Y si nos hubiéramos despertado y levantado de la cama, deberíamos reconocer también que EE.UU., bajo el liderazgo de Trump, quiere destruir la UE; y que la mayor parte del resto del mundo no está de nuestro lado. Si sus lectores reconocen esas tres cosas, se puede decir que Europa ha despertado.
Pues creo que no podría asegurarle eso…
Este es uno de los problemas que tenemos. Si hablara con un periódico estonio, reconocerían esos tres puntos. Si hablara con uno polaco, también. Alemania estaría en un punto intermedio. Y cuanto más al oeste y al sur de Europa se avanza, menos clara es la respuesta. Sin embargo, para responder a estos desafíos, Europa tiene que actuar como una sola.
¿Hay un riesgo real de una guerra abierta con Rusia?
En su constante intento de mantenerse en el poder y restaurar el imperio ruso, Putin combina la simplicidad estratégica con la flexibilidad táctica, así que no va a enviar sus tanques a Estonia: seguirá buscando puntos débiles. Hoy nuestras sociedades pueden verse socavadas por otros medios, no hace falta que el Ejército Rojo desembarque en Barcelona.

Vladimir Putin y Donald Trump, en la cumbre de Alaska del pasado 15 de agosto
Giro estratégico
“Debemos trabajar para la europeización de la OTAN, y debemos hacerlo rápido”
No está claro que Trump auxilie a sus socios de la OTAN en caso de que sean atacados. ¿Europa debería dotarse de una arquitectura de seguridad propia?
La dura realidad es que la defensa de Europa sigue estando en la OTAN, así que deberíamos trabajar para que la europeización de la OTAN sea lo más rápida posible, utilizando las estructuras existentes y reconociendo que todavía necesitamos un mínimo de EE.UU. para la inteligencia, el mando y control coordinados y el paraguas nuclear. Al menos durante los próximos cinco o diez años, en Europa no seremos capaces de hacer esas tres o cuatro cosas.
¿Europa cometió un error al dar por garantizada su alianza con EE.UU.?
Sí, sobre todo en el período posmuro. Desde 1945 y hasta la desintegración soviética, EE.UU. y Europa occidental estuvieron unidos por un enemigo común, la URSS. Ahora, para la mayoría de estadounidenses, el gran enemigo es China.
¿Y Europa debería aproximarse a China?
Este es uno de los dilemas más difíciles, porque China tiene ambiciones enormes. Quiere ser una potencia hegemónica regional, quiere recuperar Taiwán: ¿estamos dispuestos a abandonar a Taiwán? ¿A renunciar al Estado de derecho? Necesitamos una estrategia a largo plazo muy hábil, y la dificultad radica en que todos los países europeos buscan hacer negocios con China para mejorar su economía.
La UE se construyó, en cierto modo, como un proyecto de paz. ¿Qué significa la militarización para este proyecto?
Significa que sigue siendo un proyecto de paz. Como decían los romanos: “Si quieres la paz, debes prepararte para la guerra”. Eso es lo que no comprendimos tras el fin de la guerra fría.
¿El aumento del gasto militar es compatible con el mantenimiento del Estado del bienestar?
Necesitamos tener una conversación seria sobre qué esperamos que haga el Estado en el siglo XXI. Y también hace falta gastar mejor el dinero. En defensa, por ejemplo, todos gastamos en la industria nacional, y el resultado es un desperdicio masivo.

Timothy Garton Ash, autor de ensayos como 'Europa, una historia personal'
Guerra de Ucrania
“La cuestión no es con qué se conformará Putin, sino qué se le obligará a aceptar”
Trump dice ahora que Ucrania puede ganar la guerra. Usted viaja a menudo a Ucrania. ¿Qué opina?
Claramente, no es cierto que, en un futuro próximo, Ucrania pueda recuperar el territorio perdido. Lo previsible es que mantenga el frente. Pero hay que pensar la victoria o la derrota no como un momento concreto, sino como un proceso que durará entre cinco y diez años. Si en cinco años Ucrania ha desarrollado una disuasión eficaz, su economía se recupera, su política es estable y sus jóvenes regresan, eso es una victoria.
¿Putin se conformaría con un frente congelado?
La cuestión no es con qué se conformará Putin, sino qué se le obligará a aceptar. A Stalin no le gustó la división de Europa a lo largo del Telón de Acero en 1945, pero se le obligó a aceptar esa línea.
Francia, Alemania y Reino Unido se han unido para gestionar la guerra. ¿Es bueno para Europa?
Es muy bueno. La defensa europea sería mucho más débil sin Reino Unido, y dado que el Reino Unido cometió la enorme estupidez del Brexit, la única manera de avanzar es a través de la Coalición de los Voluntarios. Deberíamos construir sobre eso. Y ojalá Keir Starmer hubiera aprovechado esta crisis para plantear una redefinición más ambiciosa de nuestra relación con la UE.
Conflicto de Oriente Medio
“Es muy doloroso ver lo débil y dividida que ha estado Europa en la crisis de Gaza”
Hablemos de otra guerra: ¿cómo valora la respuesta europea a la crisis de Gaza?
Es muy doloroso ver lo débil y dividida que ha estado Europa en este tema. Aunque, a diferencia de Ucrania, si Europa estuviera unida en este asunto, su capacidad real de cambiar la situación es muy limitada, porque todo depende de EE.UU. Dicho esto, estoy a favor de reconocer al Estado palestino. Es un gesto simbólico, pero puede devolvernos algo de credibilidad.
La ultraderecha avanza en Europa. ¿Qué significaría su victoria en países como Francia o Alemania, donde es favorita?
Aquí hay un problema fundamental: las políticas que necesitamos son europeas, pero nuestra política es nacional. Así pues, basta con que una de las elecciones generales que tendremos en los próximos años salga mal para que Europa no pueda responder al reto de esta nueva era.
En Reino Unido también es favorita la ultraderecha, con Nigel Farage. Él fue uno de los impulsores del Brexit, proceso del que ahora muchos británicos se arrepienten. ¿No es una paradoja?
La ironía del Brexit es que, además de todas sus consecuencias negativas, nos trajo la europeización de nuestra política, en el peor sentido del término. Durante décadas, fuimos una excepción por no tener un gran partido populista antiliberal, y ahora Reform UK lidera las encuestas. Y hoy también tenemos una fragmentación del panorama político, que es otra característica europea. Así que ahí tiene una gran ironía histórica.
Pese a todo lo hablado, ¿es optimista con Europa?
Mi amigo Václav Havel decía: “La esperanza no es pronóstico. No es la convicción de que las cosas saldrán bien, sino la sensación de que hay cosas que vale la pena defender pase lo que pase”. En ese sentido, estoy esperanzado.