Polonia deja a Rusia sin consulado en el país como respuesta al sabotaje ferroviario

Tensión en aumento

Varsovia califica el ataque como “terrorismo de Estado” y anuncia medidas más allá de la vía diplomática

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El ministro de Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, durante su comparecencia de hoy en el Parlamento

ALBERT ZAWADA / EFE

El sabotaje ferroviario que Polonia sufrió el pasado fin de semana en la ruta que conecta con Ucrania amenaza con marcar un punto de inflexión en las relaciones entre Varsovia y Moscú. 

El Gobierno polaco tiene claro que tras ese ataque está la mano del Kremlin –de hecho, ayer se supo que los supuestos autores materiales eran dos ucranianos al servicio de la inteligencia rusa–, y ya habla de “un acto de terrorismo de Estado”. Ese es el término que ha utilizado este miércoles en comparecencia parlamentaria el ministro de Exteriores, Radoslaw Sikorski, quien ha anunciado que, como represalia a la agresión, cerrará el consulado de Rusia en Gdansk.

El castigo no es menor, ya que este era el último consulado que el Kremlin mantenía en Polonia. En julio, las autoridades ordenaron el cierre del consulado de Cracovia tras un ataque incendiario contra un centro comercial en Varsovia que el Gobierno polaco atribuyó a Moscú; y en octubre del año pasado se clausuró otra oficina en Poznan en respuesta a varios actos de sabotaje asociados a los servicios secretos rusos.

Refuerzo de seguridad

El Ministerio de Defensa prevé desplegar 10.000 soldados para proteger las infraestructuras críticas

Lo que no se cerrará de momento, ha clarificado Sikorski, es la embajada de Rusia en Varsovia, ya que Polonia “no planea romper las relaciones diplomáticas” con Moscú. Eso sí, el ministro ha anticipado que el Gobierno adoptará en los próximos días otras medidas que van más allá del cierre consular. “Responderemos no solo por la vía diplomática”, ha dicho Sikorski, quien ha instado a la Unión Europea “a impedir que los rusos se beneficien de las ventajas de los países Schengen que están intentando destruir”.

El anuncio de Sikorski del cierre del consulado de Gdansk se produce un día después de que el primer ministro polaco, Donald Tusk, informara al Parlamento de los detalles del sabotaje ferroviario. Según su relato, los dos supuestos autores materiales del ataque eran viejos colaboradores de los servicios rusos, y entraron a Polonia este mismo otoño desde Bielorrusia, el principal aliado del Kremlin en la región. Tras el atentado, regresaron a Bielorrusia a través del paso fronterizo de Terespol. “Su objetivo era provocar una catástrofe en el tráfico ferroviario”, dijo Tusk, que definió el incidente como “la situación más grave, en lo que respecta a la seguridad del Estado, desde el comienzo de la invasión a gran escala de Ucrania”. La preocupación es tal que el Ministerio de Defensa polaco ha anunciado hoy el despliegue de 10.000 soldados para ayudar a proteger las infraestructuras críticas.

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El tramo de vía saboteado, el pasado domingo

KPRM / Reuters

La línea saboteada es la que cubre el trayecto Varsovia-Lublin, por la que circulan los trenes con suministros con destino a Ucrania. El ataque, llevado a cabo con un artefacto explosivo, destruyó un tramo de la vía a la altura de Mika, a unos 100 kilómetros al sureste de la capital. No hubo heridos, ya que las autoridades fueron alertadas de los daños en la vía por un maquinista, y enseguida paralizaron el tráfico ferroviario.

El ataque se inscribe en la campaña de desestabilización que Polonia sufre desde el 2022, cuando Rusia inició su gran ofensiva en Ucrania. El país es el centro neurálgico de la ayuda occidental a Kyiv, así como uno de los aliados más fiables del Gobierno de Volodímir Zelenski en Europa, y sufre las consecuencias en forma de sabotajes, ciberataques y demás acciones de guerra híbrida. En los últimos tres años, las autoridades polacas han detenido a 55 personas por este tipo de acciones, y 23 de ellas han acabado en prisión.

Para Varsovia, no hay duda de que Rusia está detrás de estas operaciones. Es más, el pasado domingo, el jefe del Estado Mayor polaco, el general Wieslaw Kukula, declaró en una entrevista radiofónica que lo que se busca es “generar condiciones favorables” para una posible guerra abierta. De hecho, el pasado septiembre ya se estuvo cerca de un choque serio con la incursión  de una veintena de drones rusos en el espacio aéreo de Polonia, lo que activó la respuesta de la OTAN.

Sin embargo, el Kremlin siempre ha rehuido las acusaciones de Varsovia. Su respuesta habitual es lavarse las manos y acusar al Ejecutivo polaco de rusofobia. Así lo ha hecho en esta última crisis, en la que Moscú ha negado toda responsabilidad pese a las evidencias presentadas por Tusk.

Hoy, al ser preguntado sobre el cierre del consulado de Gdansk, el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov, ha reconocido que las relaciones con Polonia “se han deteriorado por completo”, pero ha insistido en culpar a Varsovia de la situación. “Solo cabe expresar nuestro pesar. Esto no tiene nada que ver con el sentido común”, ha dicho Peskov al referirse a la reacción del Ejecutivo polaco. Poco después, el Kremlin, a través de su Ministerio de Exteriores, ha comunicado que reducirá la presencia diplomática y consular de Polonia en su territorio en respuesta al castigo impuesto por el Gobierno de Tusk.

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