A Rusia no le va tan bien como quiere hacer creer

Guerra en Europa

Putin intenta convencer a la UE y EE.UU. De que apoyar a Ucrania es inútil, pero en cuatro años no ha logrado conquistar el Donbass

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El presidente ruso, Vladímir Putin, el pasado 20 de noviembre en una reunión con los responsables de uno de los puestos de mando del grupo Oeste del Ejército ruso.

Ap-LaPresse

Si uno escucha a Vladímir Putin, podría pensar que Rusia avanza hacia la victoria en Ucrania y supera cualquier pequeño desafío económico, gracias al apoyo de su pueblo patriota. El 30 de noviembre, la televisión estatal mostró a Putin visitando un puesto de mando vestido con uniforme militar y recibiendo informes sobre la última ofensiva. “Las tropas rusas avanzan prácticamente en todos los frentes”, aseguró Putin a sus generales. Dos días después, en una conferencia de inversores, afirmó que “nuestro país y nuestra economía están afrontando con éxito” cualquier problema. Además, añadió que Rusia estaba preparada para una guerra con Europa.

En realidad, la situación de Rusia es mucho menos cómoda. El avance de su ejército es sangriento y lento. Sus problemas económicos van en aumento. El ánimo de la población respecto a la guerra se ha deteriorado, un factor curiosamente importante en la dictadura de Putin, que depende de la percepción de un apoyo masivo para garantizar la obediencia. La propaganda de Putin y sus incesantes ataques con drones están en gran medida destinados a convencer a Europa y Estados Unidos de que apoyar a Ucrania es inútil. Las declaraciones recientes de Trump sugieren que esta estrategia está funcionando. De hecho, tras cuatro años de intentos, ni siquiera ha logrado conquistar el Donbass. Y para los rusos, la distancia entre la imagen y la realidad no deja de aumentar.

En el campo de batalla, Rusia envía pequeños grupos para infiltrarse en las posiciones ucranianas y grabar vídeos antes de ser destruidos. Los avances reales, a juzgar por la inteligencia de fuentes abiertas y los blogueros militares rusos, son mucho menos impresionantes. Las fuerzas ucranianas, diezmadas y con escasez de efectivos, siguen manteniendo posiciones en Pokrovsk, una ciudad en primera línea que Rusia afirmó haber tomado hace semanas.

Para financiar la guerra, el gobierno ruso se ve obligado a pedir préstamos internos y subir los impuestos

La economía rusa no se está desmoronando, pero empieza a mostrar signos de tensión. El año que viene será el más difícil desde la invasión a gran escala de Rusia. En el último año, los ingresos procedentes del petróleo y el gas han caído un 22%. El impulso económico generado por el enorme aumento del gasto militar se ha agotado. El déficit presupuestario se acerca al 3% del PIB. Es una cifra moderada en comparación con los estándares europeos, pero Rusia apenas recibe inversión extranjera y no puede endeudarse en los mercados internacionales, según Alexandra Prokopenko, del Carnegie Russia Eurasia Centre, un laboratorio de ideas con sede en Berlín. Para financiar la guerra de Putin, el gobierno se ve obligado a pedir préstamos internos, lo que puede provocar inflación, y a subir los impuestos.

El Kremlin destina la mitad de su presupuesto a las fuerzas armadas, el complejo militar-industrial, la seguridad interior y el servicio de la deuda. Según Prokopenko, la guerra hace que la economía esté más activa, pero sea más pobre. Mantiene el empleo y la actividad industrial, pero genera pocos activos duraderos o aumentos de productividad.

Los impuestos más altos suponen una carga adicional para una economía civil que ya sufre los efectos de los tipos de interés de dos dígitos y la escasez de mano de obra. Las fábricas de tanques trabajan horas extra mientras los fabricantes de automóviles recortan turnos. Los sectores industrial y militar se han estancado. El gobierno ha optado por extraer fondos de su propia población, lo que rompe el pacto político que Putin ofreció de forma implícita al pueblo ruso.

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Soldados rusos despliegan sus banderas en una incursión en las ciudad ucraniana de  Siversk, en la provincia de Donetsk 

Ap-LaPresse

En una conferencia celebrada en octubre y organizada por Re:Russia, un grupo de expertos con sede en Viena, especialistas tanto dentro como fuera de Rusia analizaron los cambios en la economía y la opinión pública durante el último año. Oleg Vyugin, ex vicepresidente del banco central ruso, explicó que el Kremlin fue capaz inicialmente de aumentar el gasto en defensa, mantener el nivel de vida y recompensar económicamente a quienes participaban en la guerra. Sin embargo, ya no puede continuar el conflicto sin causar dolor.

Los rusos empiezan a darse cuenta. En una encuesta reciente, según Vladimir Zvonovsky, sociólogo de la ciudad rusa de Samara, el número de personas que afirma que su bienestar está empeorando triplica al de quienes dicen que está mejorando. Ahora se encuentra en el nivel más alto desde el inicio de la guerra.

Esto no significa que Putin busque la paz. Pero sí cambia las condiciones en las que puede continuar la guerra. La proporción de fanáticos de la guerra nunca superó el 25% de la población rusa, ni tampoco la de opositores activos, según la socióloga Elena Koneva; la mayoría silenciosa piensa en su día a día, no en la ideología. Las encuestas pueden contabilizarlos como partidarios, pero ese apoyo es superficial, sostiene Sam Greene, experto en Rusia en el King's College de Londres: “Decir que apoyas la guerra es la mejor forma de evitar que la guerra interfiera en tu vida”. No expresan una opinión personal, sino la que creen que predomina en su entorno.

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Sin embargo, la percepción sobre lo que es mayoritario ha cambiado por completo. En mayo de 2023, el 57% de los rusos creía que la mayoría de las personas de su entorno más cercano apoyaba la guerra, frente al 39% que pensaba lo contrario. En octubre de 2025, en cambio, el 55% consideraba que la mayoría en su círculo íntimo se oponía a la guerra o estaba dividido a partes iguales, frente al 45%. Negarse a participar en la guerra es ahora socialmente más aceptable que mostrar entusiasmo, afirma Kirill Rogov, fundador de Re:Russia.

El cambio es aún más evidente en las actitudes hacia los veteranos de la “operación militar especial”. La propaganda oficial los presenta como héroes de guerra. Sin embargo, una encuesta reciente de Levada, un instituto independiente de demoscopia, reveló que solo un 40% de los rusos los ve de esa manera; la mayoría los considera una amenaza o víctimas. La guerra, que en enero habrá durado más que la contienda de Rusia contra los nazis entre 1941 y 1945, no inspira ni orgullo ni optimismo.

En cambio, la frustración va en aumento. En un experimento reciente, los encuestadores dividieron a los participantes en dos grupos aleatorios: a uno le preguntaron qué les gustaría y al otro qué esperaban. El 88% del primer grupo afirmó que deseaba el fin de la guerra y que la atención se centrara en cuestiones sociales y económicas. Sin embargo, solo el 47% esperaba que Putin lograra eso.

El Kremlin, que realiza constantemente sus propias encuestas, es muy consciente de estos sentimientos. También sabe que poner fin a la guerra o reducir el gasto militar no resolverá los problemas económicos de Rusia. Como la economía se ha vuelto dependiente de la producción militar, la paz probablemente traería a corto plazo nuevos problemas, junto con el regreso de soldados traumatizados. En lugar de poner fin a la guerra, Putin está redoblando su apuesta, lo que exige un control ideológico y una represión cada vez mayores.

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