Trump pasa del recelo a la hostilidad con Europa

Estados Unidos

Estados Unidos ve al continente como un enemigo en su guerra cultural global, un estorbo geopolítico y un gorrón comercial

DONAL TRUMP EN EL DESPACHO OVAL DE LA CASA BLANCA REUNIO CON LIDERES EUROPEOS

El president de Estados Unidos, Donald Trump, charla con algunos líderes europeos en el despacho oval, durante su cumbre sobre Ucrania en agosto.

REDACCIÓN / Otras Fuentes

Los tambores de guerra resuenan en Europa con más fuerza que nunca este siglo, con una Rusia envalentonada que no da señales de querer parar su expansionismo en Ucrania. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, dejó claro esta semana que el continente debe “estar preparado para la escala de guerra que soportaron nuestros abuelos o bisabuelos”. Pero la Alianza Transatlántica ha dejado de ser fiable de cara al futuro, según ha demostrado el reciente giro prorruso de la Administración de Donald Trump en su nueva Estrategia de Seguridad Nacional y en los comentarios públicos de los representantes del movimiento Make America Great Again.

Trump, que ya demostró durante su primer mandato su desprecio e indiferencia hacia la Unión Europea, el gran aliado occidental de EE.UU. Durante el último siglo, ha explicitado este mes su hostilidad, su rechazo a la idea de una Europa unida. Comparte con el presidente ruso, Vladimir Putin, su objetivo de que la UE se desintegre para que pierda poder de negociación colectiva, para que reduzca –todavía más– su capacidad de influencia en el mundo y para poder imponer así individualmente su voluntad sobre cada uno de los países europeos.

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El Viejo Continente ya no es el aliado al que la Casa Blanca mira con recelo, sino directamente un enemigo en su guerra cultural global, un estorbo en su estrategia de seguridad, un bloque económico que “se ha aprovechado” de EE.UU. En su relación comercial y un aparato burocrático que no solo limita los beneficios de las empresas americanas, sino que se atreve a multarlas, como ocurrió el 4 de diciembre con X, la red social de Elon Musk, por violación de la Ley de Servicios Digitales.

Las 29 páginas de la nueva Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de EE.UU., una declaración de intenciones de la política exterior de Trump, plasman este sentimiento hostil hacia Europa. En contraposición, China y Rusia, las dos supuestas amenazas a la seguridad americana, son abordadas de manera breve y con una retórica más amable, en la que se destacan las oportunidades de negocio por encima de la rivalidad geopolítica evidente entre las tres potencias mundiales.

El equipo de Trump despliega en ese documento toda su artillería retórica contra la UE, cuyo estancamiento económico, la “censura de la libertad de expresión y la supresión de la oposición política”, “el desplome de las tasas de natalidad” y, especialmente, la inmigración, plantean “la sombría perspectiva de una desaparición civilizatoria”. La ESN concluye que pronto algunos países europeos, si siguen el actual rumbo, “se convertirán en mayoritariamente no europeos”.

El alejamiento de Estados Unidos con Europa lleva años tomando forma, pero Trump lo ha convertido en enfrentamiento

En la visión trumpista, ese es un eufemismo de “no blancos”, con lo que proyecta sobre el continente la misma teoría de la conspiración del reemplazo civilizatorio que encarna en su país el presidente republicano. En consecuencia, en el mismo documento aboga por “cultivar la resistencia” ultraderechista en el Viejo Continente, una formulación que ha llevado a varios líderes europeos a protestar, aunque tímidamente, por una intromisión de EE.UU. En los asuntos internos y soberanos de la UE.

En una entrevista con Politico, Trump intensificó la semana pasada sus críticas contra Europa, a la que definió como un grupo de países “en decadencia”, liderado por personas “débiles”. No es una crítica menor: el presidente ha demostrado que trata muy distinto, con mayor respeto, a los mandatarios a los que considera “hombres fuertes”. Por eso desplegó la alfombra roja en Anchorage (Alaska) para rescatar del aislamiento occidental a Putin, tiene previsto visitar al dictador chino Xi Jinping en Pekín en abril del próximo año y está acercándose a las petrodictaduras del Golfo Pérsico a un nivel sin precedentes en la historia de EE.UU.

En contraposición, cuando los principales líderes europeos viajaron en agosto a la Casa Blanca para arropar al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, en su búsqueda de apoyo militar estadounidense, Trump ni siquiera los recibió a las puertas de su residencia presidencial, como suele hacer con la mayoría de dignatarios, al menos con aquellos a los que respeta. La inédita cumbre dejó una imagen para la historia, en la que Trump, sentado frente al escritorio Resolute del despacho oval, tomaba la postura paternalista y aleccionadora frente a sus invitados, convertidos en súbditos.

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Aunque se ha acelerado con el actual mandatario, el alejamiento y la desconfianza de EE.UU. Con la UE no son nuevos. En las últimas dos décadas, hay numerosos ejemplos en los que primera potencia mundial ha actuado sin tener en cuenta los intereses europeos, como en su retirada unilateral de Afganistán, su alianza militar AUKUS (con Australia y Reino Unido) pactada a espaldas de la UE o la revelación de que espió durante más de diez años a la excanciller alemana, Angela Merkel, entonces la voz cantante de Europa en el mundo.

La Ley de Reducción de la Inflación, aprobada durante el mandato de Joe Biden, fue un ataque frontal a la industria europea, que ha sido reforzado este año con los aranceles y la imposición de un acuerdo comercial, firmado en julio, que llevará a Europa a invertir 750.000 millones en compras energéticas americanas y 600.000 millones en inversiones adicionales. Europa no recibió nada a cambio, más allá de que EE.UU. Rebajó el arancel a sus exportaciones del 20% al 15%.

En La Haya, los países de la OTAN se plegaron a la demanda de Washington de marcar el objetivo del 5% del PIB en inversión en Defensa, es decir, en la compra de armamento estadounidense. España, el único país que se desmarcó del consenso, ha recibido asiduas amenazas de Trump en los últimos meses, en los que ha sugerido su expulsión de la alianza y la imposición unilateral de sanciones comerciales, a pesar de que lo impide el paraguas de la UE.

Europa, que sigue siendo el principal cliente de su industria armamentística, ha ido cediendo ante cada una de estas imposiciones. Rutte, que ahora alerta del peligro de que Moscú expanda su guerra en Ucrania a otros países del continente, llamó literalmente “papi” a Trump hace apenas unos meses. Ahora, el “papi” se ha desentendido de sus hijos y se ha convertido en el principal valedor del expansionismo ruso. Las ideas antieuropeas de su mano derecha, el vicepresidente J.D. Vance, parecen haber influido sobre el mandatario, que ya replica el lenguaje que desplegó en la Conferencia de Seguridad de Munich, cuando acusó a los líderes europeos de ser el “enemigo interior” de Europa y de tener “miedo” a sus votantes. El próximo capítulo de la UE está por redactarse, y en esta ocasión no contará con la tinta del aliado americano.

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